Crimea, la invasión más exitosa del siglo XXI que marcó el retorno de Rusia a la política internacional
En los últimos 10 años, bajo el liderazgo de Vladimir Putin, el país ha dejado claro que es una potencia que no está dispuesta a dejarse dominar ni por EEUU ni la Unión Europea.

BOGOTÁ, Colombia
Por: Juan Felipe Vélez Rojas.
Desde el 2013 Ucrania se encontraba sumida en masivas protestas callejeras, cuyo epicentro se situó en la plaza de la Independencia (Maidán) de Kiev, contra el gobierno de Viktor Yanukóvich, apoyado por Rusia, y por su negativa a firmar el Acuerdo de Asociación con la UE y reforzar en cambio sus relaciones con Moscú.
Las manifestaciones, sumadas a la creciente presión internacional contra la cruel represión del gobierno, generaron la salida de Yanukóvich (26 de febrero de 2014) y la instauración de un gobierno interino dirigido por Alexandr Turchínov.
Al presenciar los cambios que se estaban dando en la nación vecina, fuerzas rusas invadieron Ucrania y ocuparon la península de Crimea, un enclave geopolítico que sirve para controlar el mar Negro, elemental si se quiere tener proyección sobre Europa del este, el Cáucaso y la península de Anatolia, una ruta comercial vital entre el continente europeo y Asia.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, justificó la acción al señalar que buscaba "proteger los intereses rusos" en territorio ucraniano (la flota rusa situada en el mar Negro) así como los derechos de la etnia rusa que habían sido afectados por el Gobierno de Ucrania.
Pero la medida de Putin iba mucho más allá de lo señalado. La invasión, las más exitosa realizada por una potencia en el siglo XXI, marcó el retorno de Rusia como uno de los principales actores del panorama geopolítico mundial, posición que había perdido tras el fracaso del sistema comunista.
Por casi 10 años, el país atravesó momentos de desmoralización, caos y anarquía. Su influencia y poder se estaban desmoronando bajo la sombra de Estados Unidos, la Unión Europea e incluso China.
Sin embargo, el regreso de esta potencia nuclear no se había dado sin la llegada de Putin al poder, quien ganó las elecciones presidenciales en 2000, 2004, 2012 y 2018 con votaciones del 53%, 71%, 63% y 76%.
Quien fue una vez el delfín de Boris Yeltsin y un exagente de la KGB, pasó a ser uno de los hombres más poderosos del mundo, con un objetivo claro: terminar con la visión unipolar impuesta por EEUU tras el final de la Guerra Fría, para reemplazarlo por uno multipolar, con Rusia como uno de los principales actores internacionales.
Jugador global
Fue así como Putin inició un ambicioso plan para renovar el gigantesco arsenal armamentístico e impulsar la industria de armas con las últimas tecnologías. No en vano Rusia tiene el segundo Ejército más poderoso del mundo con 6.850 armas nucleares, tres millones de militares, 20.216 carros de combate, 3.794 aviones, 63 submarinos y un presupuesto militar de USD 44 mil millones, según el informe de Global Firepower en 2018.
En su política internacional, Moscú decidió renovar viejas alianzas, provenientes de la era soviética, con países de Oriente Medio, África, Asia e incluso con algunas naciones de América Latina.
En Oriente Medio, y luego de casi tres décadas de ausencia, el Kremlin reforzó sus lazos políticos, económicos y militares con Irán y el régimen sirio de Bashar al-Assad.
Gracias a su intervención y al éxito de su campaña militar en Siria (2015), donde puedo exhibir nuevamente su poder militar y aplicar su guerra híbrida (enfrentamiento donde se emplean herramientas diferentes a las militares, como las económicas, diplomáticas, de comunicación y cibernéticas) Rusia logró abrirse un exclusivo espacio en la ya convulsionada zona.
El Kremlin mostró su pragmatismo al adaptarse al nuevo panorama geopolítico en Oriente Medio. Amplió la venta de armas en la región e impulsó negocios con aliados estadounidenses como Turquía, Arabia Saudita y Egipto.
Con Riad, Moscú firmó varios acuerdos en sectores como la energía, el turismo, el comercio, la minería, la industria aeronáutica y la cultura, entre otros. Además, ha trabajado de cerca con el Reino para fijar los precios del petróleo a nivel mundial.
Incluso con Israel, uno de los más cercanos aliados de EEUU en la región, Rusia ha servido como interlocutor entre Tel Aviv y el régimen iraní para así reducir el riesgo de un conflicto directo entre ambas potencias regionales.
En la zona euroasiática, el Gobierno ruso impulsó la Unión Económica Euroasiática (UEE) con Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán para facilitar el movimiento de capital, de mano de obra y crear un mercado común de hidrocarburos y electricidad.
Así mismo, Putin decidió acercarse a China, su antiguo rival durante la Guerra Fría, para unirse al ambicioso proyecto de la Ruta de Seda, considerado el proyecto comercial más grande del siglo XXI. Con él, Moscú podrá desempeñar un papel clave en el comercio del continente y expandir sus redes comerciales con nuevos países.
La alianza entre las dos potencias significó, además, la realización de uno de los peores escenarios geopolíticos para EEUU, "la pesadilla de Brezinski" una gran alianza ruso-china basada en agravios complementarios y no en la ideología, según explicaba en 2017 el exconsejero de Seguridad Nacional Zbigniew Brezinski.
En América Latina, Moscú centró sus esfuerzos en Cuba, Nicaragua y Venezuela. En este último se convirtió no solo en el principal proveedor de armas del régimen de Nicolás Maduro, sino en su principal aliado. Putin ha dejado claro que cualquier intervención extranjera en terreno venezolano generaría consecuencias devastadoras para la región.
Con la cooperación militar ruso-venezolana, Moscú exhibe su presencia geopolítica y le demuestra a Washington que también puede estar en “sus territorios”.
Por último, y no menos importante, está el retorno del Kremlin a África. El Gobierno ruso ha estado forjando nuevas alianzas, ofreciendo armas y servicios electorales a cambio de derechos mineros y otras oportunidades comerciales en el continente africano.
En la primera Cumbre Rusia-África, que se llevó a cabo en octubre la ciudad rusa de Sochi, Moscú usó sus músculos políticos para firmar una gran cantidad de memorandos de entendimiento para facilitar el comercio ruso, especialmente en los campos de infraestructura energética, equipo militar e incluso la instalación de reactores nucleares.
Con estas acciones Moscú le ha mostrado al mundo que está dispuesto a seguir dando la batalla en la arena mundial y no está dispuesto a perder terreno ante sus principales rivales.
Y aunque el plan de Putin no tenga el alcance esperado, Rusia no dejará de ser un jugador clave, pues su poder de veto en la ONU, su enorme arsenal nuclear y los vastos recursos naturales le asegurarán un rol central en el panorama mundial.
Conozca sobre los otros hechos que marcaron la década 2010 – 2019
Trump: la promesa de un muro antiinmigrante, el impeachment y el inminente éxito electoral en 2020
El impacto de la muerte de Hugo Chávez en Venezuela
La primavera árabe, de revolución social a un juego de ajedrez político
Brexit, el divorcio más tormentoso que ha sufrido Europa
La firma del Acuerdo de París: de la esperanza a la decepción frente al cambio climático
WikiLeaks, un contrapoder cibernético que fue héroe y villano
El Acuerdo de Paz que promete cambiar la historia de Colombia
Diez años de crisis migratorias y nacionalismos populistas