La primavera árabe, de revolución social a un juego de ajedrez político
Muchos de los reclamos de cambios democráticos y mejoras económicas no se dieron, y por el contrario algunos de los países del Magreb y Medio Oriente están en iguales o peores condiciones que antes de estos levantamientos sociales.

BOGOTÁ, Colombia
Por: Emma Jaramillo Bernat y Diego Carranza
A pocos días de finalizar la primera década del siglo XXI, en diciembre de 2010, un hecho aparentemente aislado, rebelde, pero sobre todo desesperado, marcaría el destino de Oriente Medio durante los siguientes 10 años.
El 17 de diciembre, Mohamed Bouazizi, un tunecino de 26 años que vendía frutas en una carreta en la ciudad de Sidi Bouzid, fue ignorado cuando presentó una queja ante las autoridades municipales. Exigía que le devolvieran sus herramientas de trabajo, que habían sido confiscadas por la Policía, y lo que era más importante: que se le diera un trato digno. Amenazó con prenderse fuego, pero no le prestaron atención.
Entonces Mohamed consiguió una lata de pintura inflamable y se la roció en todo el cuerpo. Antes de prenderse fuego, gritó: "¿Cómo esperan que me gane la vida?".
Durante las tres semanas en las que se debatió entre la vida y la muerte, miles de personas salieron a las calles de Sidi Bouzid y en el resto del país, en solidaridad con Mohamed, pero también para manifestar sus propios reclamos.
La gente estaba cansada. El presidente Zine el Abidine Ben Alí llevaba más de 23 años en el cargo, desde 1987, en un gobierno que era considerado autoritario. Desde su independencia de Francia y la creación de la República de Túnez, en 1957, en el país nunca se habían realizado unas elecciones democráticas y libres.
Lo mismo sucedía con los egipcios, quienes a pesar de su larga historia como Estado nunca habían elegido a un presidente democráticamente: Hosni Mubarak estaba en el poder desde 1981. Y este panorama se repetía en los demás países de la región. En Libia, Muammar Gadafi sumaba 42 años de mandato, desde 1969 hasta su muerte en 2011, luego de una operación apoyada por la OTAN.
Sami Nair, catedrático francés de origen argelino y autor de ‘La lección tunecina: cómo la revolución de la dignidad ha derrocado al poder mafioso’, explica que Túnez era una sociedad profundamente árabe, pero que al mismo tiempo apuntaba a convertirse en un Estado moderno, con élites comprometidas con esa visión. En ese sentido, el estallido que empezó en Túnez, y que se replicaría por toda la región, no tenía nada que ver con el islam ni con la religión. Las demandas eran sociales.
Según él, en todas las sociedades del mundo árabe y musulmán se construyeron dos sociedades. Una era la sociedad integrada y construida por las capas dirigentes, las altas burguesías, y en la otra estaba el resto de la población, que estaba excluida del sistema económico.
Al compartir ese mismo caldo de cultivo, no era de extrañar que en apenas unas semanas el descontento se propagara primero por el norte de África y luego hacia los países de Medio Oriente y la Península Arábiga: desde Argelia, Mauritania, Marruecos, Sahara Occidental, Libia y Egipto, hasta Líbano, Siria, Jordania, Sudán, Palestina, Irán e Irak, Arabia Saudita, Omán, Yemen y Kuwait.
Las demandas eran las mismas: la ciudadanía protestaba contra el desempleo, la corrupción, la falta de acceso libre a internet y a la información, y en contra de los gobiernos autoritarios de cada país.
Manuel Alejandro Rayran, profesor de la Universidad Externado de Colombia y experto en temas internacionales, asegura que el común denominador de los países por los que se extendió la primavera árabe es que “tenían problemas bastante fuertes de precios de alimentos y de falta de trabajo”. Según él, esa década había arrancado con un rezago de la anterior: la crisis económica de 2008, que había afectado a la mayoría de las economías del mundo, y el Medio Oriente no era la excepción.
Por otro lado, aún se sentía el estigma que la caída de las torres gemelas había dejado sobre el prestigio de la civilización islámica. Durante toda una década, la generalización e islamofobia había hecho que no fueran vistos con buenos ojos en el resto del mundo. Según Diana Uribe, colombiana experta en historia, después del 11 de septiembre de 2001 se “volvió otra vez al terror de la guerra fría, a la política del miedo, y esto derivó en las invasiones de Afganistán y de Irak. Y así transcurrió la primera década del siglo XXI”. Ahora, estas revueltas le daban la bienvenida a la segunda.
Para Rayran había un tercer factor, y es que después de la caída de la Unión Soviética surge un concepto que se llama “el fin del poder”. Antes el poder estaba concentrado en los Estados, y ahora difuminado “no solo en los Estados sino en organizaciones terroristas, binacionales, etc”. En ese contexto surge una nueva forma de comunicación, también menos centralizada, que son las redes sociales, y estas “se convierten no solo en una manera de expresar el inconformismo sino también de poder organizarse, de poner hora y fecha”.
No obstante, el Internet no fue la única causa de la primavera árabe, porque esta no fue virtual, sino que se dio en las calles y plazas, a donde la gente salía a protestar, muchas veces poniendo en riesgo su vida, exponiéndose a las fuertes represiones gubernamentales que se vivieron en varios países, especialmente en Libia y Siria, donde se vivió el caso más extremo, con la fuerte ofensiva de Bashar al Assad sobre su pueblo, la cual sería el origen de la guerra más sanguinaria de la década, que a su vez desencadenaría una nueva crisis migratoria.
Las redes sociales ayudaron a convocar, sobre todo a la juventud, que era la que estaba más familiarizada con estas nuevas tecnologías. Era una generación nueva, que no había vivido las guerras, que ya no creía en los líderes que se habían eternizado en el poder, y a la que Europa, Estados Unidos y hasta Arabia Saudita les había cerrado sus puertas. Así mismo, eran los jóvenes quienes estaban teniendo las mayores dificultades para acceder a trabajo o estudio.
Aunque en cada uno de los 18 países que conformaron la primavera árabe hubo particularidades, en general se podrían establecer tres ejes en común: fueron revueltas laicas, lideradas por la juventud y promovidas por las redes sociales. Esto, por supuesto, visto desde lo que representaban las redes en el 2010 o 2011, cuando aún no había surgido el fenómeno de las noticias falsas o ‘fake news’ ni los escándalos de compañías privadas que venden datos para manipular tendencias, percepciones y hasta elecciones.
Una nueva "guerra fría"
Alexander Montero, politólogo de la Universidad Nacional de Colombia y experto en geopolítica y Oriente Medio, asegura que para comprender la primavera árabe “hay que entender que esta zona es protagonista de una nueva guerra fría entre EEUU y Rusia”, que “intentan repartirse la región en áreas de influencia”.
EEUU constituyó una red de aliados cuyo socio principal es Arabia Saudita, junto a buena parte de los países petroleros como Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Omán, y otros importantes como Egipto e Israel.
Rusia también construyó su propia red "encabezada por Irán y que incluye un Irak de mayoría chiíta (que una vez salió Sadam Hussein logra tener una visibilidad importante); una Siria tradicionalmente aliada de Teherán y la parte chiíta del Líbano, que es Hezbolá".
Según Montero, la primavera árabe puede ser leída de dos maneras: como un interés genuino de las sociedades árabes, cansadas de gobiernos en su mayoría dictatoriales, con décadas en el poder, y que están reclamando no solamente derechos humanos sino también garantías sociales reales; y como una especie de elemento o ficha más de un gran tablero de ajedrez que involucra potencias globales y regionales.
“Eso se pudo ver en Siria. Más que un descontento de los propios sirios con Bashar al Assad, este país se convirtió en el escenario de confrontación entre Irán y Arabia Saudita, y entre Estados Unidos y Rusia”, dice.
Y añade: "Con Libia pasa algo diferente, y es que los intereses no eran tanto ni de EEUU ni de Rusia, sino de Europa, especialmente de una Italia que necesitaba petróleo, fuentes de ingreso y fondos de inversión que no tenía a disposición en ese momento debido a la quiebra que dejó el gobierno de Silvio Berlusconi".
¿Dejó algún efecto o resultado positivo?
Montero es pesimista al respecto y dice que "ese gran reclamo propagandístico que se le dio, de cambio democrático, de transición, "no llevó a nada".
De acuerdo con el experto, uno de los ejemplos más claros es Egipto. “¿Cuál transición? ¿Que la mujer vote en Egipto, qué cambios estructurales trajo si las fuerzas tradicionales siguieron en el poder?".
Después de la salida de Hosni Mubarak (1981-2011) en medio de multitudinarias protestas, se eligió por primera vez a un presidente de forma democrática, Mohamed Morsi (2012-2013), quien un año después fue derrocado y encarcelado por un golpe de Estado encabezado por Abdelfatah Al-Sisi, entonces comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y actual presidente.
“Incluso cuando se dio el pequeño cambio de gobierno con Morsi, los Hermanos Musulmanes representaban las fuerzas políticas más tradicionales en Egipto. Entonces, ni el uno ni el otro representaban un cambio”, dice Montero.
En Libia, un país “lleno de tribus”, tampoco hubo un cambio positivo. Según el analista, los libios lo que querían era “sacudirse del régimen” de Gadafi. "Lo que menos les interesaba eran partidos políticos ni democracia”.
Si se hace una lectura democrática de Medio Oriente, todavía hay un saldo rojo en buena parte de los países. Aunque Túnez podría considerarse uno de los casos más exitosos, Rayran expone estadísticas que muestran que los cambios no fueron tan representativos. Por ejemplo, en 2010 su Producto Interno Bruto (PIB) era cercano a USD 44.000 millones, pero a partir de allí la economía “no creció y por el contrario cayó a USD 39.000 millones”.
Sobre corrupción, en 2010 este índice estaba en 59 de 100 puntos. En 2013 subió a 77; pero luego bajó a 73, en 2018. El desempleo, por su parte, para octubre de 2011 era de 18,33% y para el 2018 bajó a 15,48%. Las mayores conquistas logradas son una leve apertura al acceso de información e internet y la Constituyente de 2014.
En Egipto, entre tanto, el PIB para el 2011 fue de USD 236.000 millones y para el 2018 subió a apenas a USD 250.000 millones. “Lamentablemente Egipto no ha mejorado su estructura económica”. En el índice de corrupción, para 2010 Egipto estaba en el puesto 98 de 178 países; en 2013 pasó al 114 de 175; y en el 2018 lo redujo a 105 de 180. Aún así, señala Rayran, los egipcios “no han podido resolver este problema”. El desempleo en 2011 estaba en el 11,85%, “y no ha cambiado mucho”.
Montero, por su parte, recalca que tampoco hubo mejoras en la parte social. En Egipto, por ejemplo, en el cementerio de El Cairo todavía se encuentran barrios de gente sin propiedades que tienen que “llegar a correr al usuario de la tumba, correr al muerto, y meterse allá”, porque no tienen donde vivir.
En Siria tampoco hubo beneficios sociales, “y menos para los perseguidos por el régimen”. “No ocurrió este cambio social que tanto se promovió en la primavera árabe”.
Alexander Montero concluye que la primavera árabe fue "un movimiento de fichas en un tablero de ajedrez desde afuera (EEUU y Rusia) y desde adentro (Irán y Arabia Saudita), pero a nivel social no ocurrió nada”.
Más que ganadores o perdedores, Rusia tuvo un papel totalmente proactivo en el posicionamiento geopolítico en el Medio Oriente. Y en el lado contrario está Estados Unidos, que está siendo empujado de esta zona y dejando “vacíos de poder”.
Conozca sobre los otros hechos que marcaron la década 2010 – 2019
Trump: la promesa de un muro antiinmigrante, el impeachment y el inminente éxito electoral en 2020
El impacto de la muerte de Hugo Chávez en Venezuela
Brexit, el divorcio más tormentoso que ha sufrido Europa
La firma del Acuerdo de París: de la esperanza a la decepción frente al cambio climático
WikiLeaks, un contrapoder cibernético que fue héroe y villano
El Acuerdo de Paz que promete cambiar la historia de Colombia
Diez años de crisis migratorias y nacionalismos populistas
El sitio web de la Agencia Anadolu contiene sólo una parte de las historias de noticias ofrecidas a los suscriptores en el Sistema de Difusión de AA News (HAS), y en forma resumida.