Azzam Ibaisi, de 62 años de edad y testigo de la masacre de 1982 en la ciudad siria de Hama, relata que todavía sigue viendo en sus sueños los cadáveres destrozados de niños tras el bombardeo del régimen sirio.

En declaraciones a la Agencia Anadolu, Ibaisi cuenta que en la madrugada del 2 de febrero de 1982 se despertaron con el estruendo de la artillería del régimen. “En ocho horas, los soldados del régimen mataron a 3.000-3.500 personas”.

Ibaisi cuenta que 13 miembros de su familia perdieron la vida durante la masacre que duró 27 días y en la que siete u ocho barrios fueron destruidos por completo. “El régimen no nos consideraba como seres humanos”.

Según Ibaisi, el régimen encarceló a al menos 15.000 civiles en una prisión en el medio del desierto. “Solo se salvaron los lograron escapar de la ciudad. Yo era uno de ellos. Anduvimos 35 kilómetros durante dos días, niños, mujeres y ancianos”.

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El sobreviviente cuenta que las fuerzas del régimen asediaron la ciudad por todos los lados y que durante el asedio la gente se solidarizó.

“Durante el asedio los alimentos prácticamente se agotaron. Las tiendas estaban cerradas. Durante el asedio teníamos dificultad a la hora de encontrar leche para los niños. Los medicamentos se habían agotado. Las familias que lograron abandonar la ciudad entregaron sus alimentos a los que se quedaron”, relata Ibaisi.

El sobreviviente a la masacre asegura que los responsables del ataque deben ser juzgados en cortes internacionales.

“Esperábamos que la comunidad internacional fuese más justa con los habitantes de Hama, pero no fue así. La justicia internacional no nos devolvió nuestro derecho. Todos los responsables excepto Hafez al-Assad (expresidente de Siria y padre del actual presidente) siguen vivos, pero la justicia internacional no permite que se les juzgue”, lamenta Ibaisi. 

La matanza de civiles en la provincia siria de Hama en 1982 por el régimen del expresidente Hafez al-Assad, padre del actual líder Bashar al-Assad, todavía persigue a Azzam, 39 años después.

*Traducido por Daniel Gallego.