La influencia rusa sobre Trípoli hace que EEUU reconsidere su política en Libia
El aumento de la presencia militar y financiera de Rusia en el área aumenta la posibilidad de que Moscú sea un actor decisivo en la política del país árabe.

Ankara
Rusia está llenando el vacío dejado por la primavera post-árabe de Estados Unidos a medida que se acumulan críticas contra Washington por abandonar a sus socios en la región.
La creciente influencia de Moscú en Siria en medio de su guerra civil y su entrada en el conflicto en curso de Libia a favor del comandante militar Khalifa Haftar son, sin duda, desarrollos regionales significativos.
La política de Washington en Libia después del ataque de Benghazi
Tras el ataque del 11 de septiembre de 2012 contra un complejo diplomático estadounidense en Benghazi en el que murieron tres empleados estadounidenses y 10 oficiales de seguridad libios, la política de Washington en Libia se volvió pasiva y los desarrollos fueron seguidos desde la distancia.
El asesinato de un diplomático estadounidense fue un duro golpe para la administración de Barack Obama, y el ataque, que coincidió con el aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y el Pentágono, aumentó aún más su impacto psicológico.
El ataque de Benghazi y sus secuelas llevaron a enormes cambios en la política de Estados Unidos en Libia. Alimentó las críticas republicanas a la administración Obama, con republicanos acusando a Obama y a la exsecretaria de Estado Hilary Clinton de engañar deliberadamente al público y obstruir las investigaciones del Congreso.
Las acusaciones pesaron sobre Clinton en la carrera presidencial de 2016. Aunque Clinton dijo que aceptó la responsabilidad del ataque, en respuesta a las críticas republicanas durante el testimonio de 2015 en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, apoyó su política y acusó a los republicanos de utilizar las muertes de diplomáticos estadounidenses en Libia para obtener ganancias políticas.
Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, Clinton no pudo evitar que el ataque fuera un duro golpe para su carrera política en las elecciones presidenciales que ganó Donald Trump, aunque con una minoría del voto popular.
Durante su campaña electoral, los correos electrónicos de Clinton fueron investigados en Benghazi, y la mayoría de ellos se pusieron a disposición del público.
Se descubrió que Clinton usó su dirección de correo electrónico personal cinco veces para compartir la ubicación exacta del embajador de EEUU en Libia Chris Stevens, quien murió en el ataque.
Además, el rechazo de Clinton a las reiteradas solicitudes de seguridad adicional antes del ataque, fortaleció las acusaciones de omisiones. El actual Secretario de Estado Mike Pompeo también acusó a Clinton de encubrir su responsabilidad por el ataque.
Política de Libia desde una distancia segura
El nombramiento del general Carter Ham, quien fue jefe de la coalición internacional y operaciones en Libia en 2011, como jefe del Comando de Estados Unidos para África (AFRICOM) y el lanzamiento de operaciones en países vecinos contra Al Qaeda, reflejó un cambio en la política estadounidense.
Al respecto, Ham dijo que había fuertes indicadores de que algunos de los militantes que llevaron a cabo el ataque de Benghazi estaban vinculados a Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y que AQMI, al-Shabaab en Somalia y Boko Haram en Nigeria estaban tratando de trabajar juntos en el continente africano.
Como resultado, EEUU redujo su presencia y actividades en Libia a operaciones limitadas a través de AFRICOM.
Por otro lado, debe tenerse en cuenta que la política exterior de EEUU durante este período estuvo en gran medida alineada con las iniciativas libias de la ONU. Para Estados Unidos, que ha apoyado los esfuerzos del representante especial de la ONU en Libia para lograr una solución política negociada desde 2014, su posición sobre la guerra civil en Libia se ha convertido en una estrategia de "esperar y ver".
EEUU siguió los desarrollos a distancia y limitó sus actividades a la lucha contra grupos terroristas como Daesh/ISIS y AQMI en Libia, mientras que actores regionales como Francia, Italia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Catar y Turquía dieron forma a los desarrollos en el campo a través de la intervención directa.
Sin una percepción de amenaza en el posible equilibrio de poder con todas las partes interesadas alineadas con su política, Estados Unidos alcanzó una zona de confort en Libia.
Pero la interferencia rusa en Libia fue un catalizador importante que llevó a este país a revisar su política de Libia.
Ataque de Trípoli: alianza Haftar-Rusia
A pesar de que han pasado ocho años desde la revolución de 2011 que terminó con el reinado de 42 años de Muammar Gaddafi en Libia, el país todavía está luchando con los fantasmas del antiguo régimen y aún no se ha construido un orden democrático y estable.
En el período anterior a la primavera árabe, Libia, que tiene una influencia significativa en la política del norte de África y África, se convirtió en un área donde muchos actores competían.
Hasta ahora, Haftar no ha progresado en la operación en curso desde abril para tomarse la capital de Libia, lo que plantea algunas preocupaciones sobre las alianzas nacionales e internacionales.
El fracaso de Haftar para lograr el éxito en Trípoli y las pérdidas de ganancias logradas en el campo después de 2014 aumentan la posibilidad de que el grupo terrorista Daesh/ISIS recupere el poder en la región de Fezzan.
Paralelamente a estos desarrollos, Rusia reforzó su presencia militar y financiera en el área.
La derrota de las fuerzas de Haftar en abril por las fuerzas del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) reconocido por la ONU en el área de Azizia cerca de Trípoli -lo que condujo a un revés en sus planes para un asalto directo a la capital- también fue un punto de inflexión importante en el curso de la guerra, ya que reveló la presencia de mercenarios rusos en Libia.
El portavoz de GNA, coronel Mohammed Kanunu, anunció que ocho mercenarios de la compañía de seguridad privada rusa Wagner fueron neutralizados durante las operaciones. Por otro lado, las denuncias de que un aeropuerto estaba bajo el control de las tropas rusas habían sido reportadas en los medios.
Además de las acusaciones, se alegó que 2.000 millones de dinares libios (USD 1.420millones) impresos en Rusia fueron entregados al paralelo Banco Central de Libia con sede en Al-Bayda en octubre.
El año pasado, también salió a la superficie que 10.000 millones de dinares libios se imprimieron en Rusia y se entregaron al Banco Central en Bayda, lo que sugiere que Moscú está ayudando a las fuerzas de Haftar a romper el punto muerto en Trípoli.
Libia, que es muy importante para Rusia como punto de apoyo militar en el Mediterráneo, podría abrir áreas que podrían ampliar el espacio de maniobras de los rusos en la política global.
La perspectiva de que Moscú sea un actor decisivo en la política libia conlleva el riesgo de que Rusia influya en cuestiones como el suministro de energía en el Mediterráneo y se convierta en el proveedor de petróleo de Libia en medio de una ola de migración desde el norte de África y los países subsaharianos que recientemente ha dado forma a la política europea.
Libia es un país crítico en términos de fortalecer los lazos con otros actores regionales que apoyan a Haftar, incluidos Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, que Moscú está tratando de impulsar desde la esfera de influencia de EEUU.
Esta estrecha relación que Haftar desarrolló con Rusia movilizó financiera y militarmente a actores internacionales que esperaban que Haftar tomara el control del país.
Primero, han intensificado los esfuerzos para reiniciar las negociaciones, pidiendo una solución política para equilibrar la creciente influencia rusa. Aunque el Representante Especial de las Naciones Unidas para Libia, Ghassan Salame, se ha esforzado por organizar una conferencia de Berlín para volver al proceso de solución política, la fecha de la conferencia aún no se ha determinado.
Cuando Haftar comenzó a operar en abril, Donald Trump, lo llamó y dijo que esperaba éxito en poco tiempo y expresó su apoyo a la operación. Aunque las instituciones estadounidenses han mantenido su neutralidad en los conflictos durante este período, el apoyo de Trump a Haftar señaló un mayor interés de EEUU en los desarrollos en Libia. Sin embargo, la participación de Rusia en la ecuación llevó a Estados Unidos a reconsiderar su apoyo a Haftar.
Libia fue un tema importante de la agenda durante una reunión entre Mike Pompeo y el ministro de Relaciones Exteriores italiano, Luigi Di Maio, el 1 de septiembre. El ministro de Relaciones Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, después de una reunión ministerial en EEUU, declaró que en el marco de Las cuestiones acordadas en las cumbres de París, Palermo y Abu Dhabi, especialmente en el contexto de las elecciones, deben adoptarse un alto el fuego y una solución política.
Además, Libia fue uno de los temas planteados durante una reunión entre el presidente egipcio Abdel Fattah el-Sisi y Trump.
En medio de toda esta intensidad diplomática, el hecho pasado por alto es que Estados Unidos revisó su enfoque distante de su política exterior con respecto a Libia. La visita del Jefe Adjunto de la Misión de Estados Unidos en Libia, Joshua Harris, a Benghazi en octubre del año pasado, solicitando el fin de la guerra en Trípoli, puede verse como el regreso de la política exterior de EEUU al punto de partida después del ataque de Benghazi.
En la reunión entre Pompeo y el ministro de Asuntos Exteriores de los EAU, Abdullah bin Zayed bin Sultan Al Nahyan, el 22 de noviembre, también se discutió la presencia de Rusia en Libia.
Estados Unidos está tratando de reconciliarse con Libia en alianzas regionales que apoyan a Haftar. Por otro lado, se está preparando para aterrizar en Libia.
Es posible prever un período en el que Estados Unidos busque un líder alternativo en Libia después de sus estrechos contactos con actores allí y también donde Rusia se esté preparando para tomar medidas más activas en nombre de establecer una nueva influencia en la nación africana.
*Nebahat Tanriverdi Yasar trabaja como investigadora independiente en Túnez, Libia y Egipto, y realiza sus estudios de doctorado en el departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Técnica de Medio Oriente.
*Traducido por Maria Paula Triviño.
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