Hallazgo de 132 mamuts en México, una pista prehistórica única en el mundo
Pedro Sánchez Nava, el encargado de coordinar estas excavaciones, explica cómo se realizaron los hallazgos y su repercusión para la historia arqueológica de México y el mundo.

MÉXICO
Por: Alejandro Melgoza Rocha
El gremio arqueológico mexicano no logra conciliar el sueño desde que en octubre del año pasado en la Cuenca de México comenzaron a ser encontrados numerosos tesoros pleistocénicos: los restos óseos de 132 mamuts que tienen una antigüedad de entre 15.000 y 20.000 años.
Pedro Sánchez Nava ha sido víctima de ese insomnio. Él es un experimentado arqueólogo y el encargado de coordinar las excavaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). “Sueño con mamuts”, cuenta en medio de risas en una entrevista con la Agencia Anadolu.
Día y noche mantiene el contacto con su equipo, el cual está liderado en campo por el arqueólogo Rubén Manzanilla. Al inicio de las excavaciones pensaban que encontrarían máximo seis ejemplares, pero se toparon con muchos más. “Realmente me quedé pasmado”, comenta Sánchez.
El 21 de mayo el INAH anunció que se trataba de 60 mamuts. No obstante, casi una semana después ya eran 132 ejemplares “no completos”, es decir, que “se pueden identificar como individuos en algunas partes del cráneo, defensa, restos de pierna o de la pelvis”.
Debajo de la tierra (de propiedades lacustres, o provenientes de un lago) de la Cuenca de México, en la región central de la república, conformada por cuatro valles y localizada en el Estado de México, a menos de una hora de Ciudad de México, también se han hallado restos de caballos, camellos, antílopes e incluso humanos de épocas milenarias.
Lo paradójico es que el hallazgo de los mamuts fue posible por el inicio de la construcción en la zona del Aeropuerto Internacional General Felipe Ángeles, en la antigua base militar de Santa Lucía, uno de los proyectos de infraestructura más importantes del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador y una megaobra que al tiempo que dejaba expuestos estos restos también los ponía en riesgo.
Fue a raíz del anuncio de la obra que el INAH comenzó a realizar trabajos de reconocimiento en el área de construcción, debido a que en otras excavaciones de la cuenca ya se habían localizado restos arqueológicos. Por eso, en junio de 2019, organizaciones interpusieron amparos contra el aeropuerto por incumplimiento de permisos en materia ambiental y arqueológica.
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Los estudios de reconocimiento comenzaron con la instalación de pequeñas banderas en las zonas clave en abril del 2019, pero no ha sido un trabajo sencillo. Desde aquel mes, una treintena de arqueólogos, paleontólogos y restauradores llegan a las excavaciones desde que el sol se levanta y pueden trabajar hasta 16 horas diarias.
También deben ser muy cuidadosos al sacar los restos: debido a los cambios de temperatura, estos tienen que ser trasladados a un laboratorio para estabilizarlos.
Al terminar, los expertos ingresan todas sus anotaciones en las bases de datos del Instituto, ya que sus observaciones son clave para darle un contexto histórico a estos hallazgos y luego compartirlos con el público, ya que la idea es que eventualmente los restos puedan ser expuestos. Y “no tendría sentido exhibir una osamenta si no sabemos a qué está asociada”, aclara Sánchez.
Para este arqueólogo hay tres preguntas importantes por resolver en los próximos meses, o tal vez años: “¿Por qué están aquí? ¿Fue un solo evento? ¿Cómo están asociados al hombre?”.
Los arqueólogos también son guardianes, o centinelas. A medida que continúan las obras del aeropuerto, ellos se mantienen atentos en las áreas donde podría haber restos. “Supervisamos ese trabajo y si nos damos cuenta de que comienzan a aparecer algunos restos decimos que detengan las máquinas”.
“Hemos estado ahí muy atentos porque son miles de huesos de los cuales hay que tener un control exacto, hacer todas las gestiones para que todos los arqueólogos tengan las facilidades en momentos de crisis sanitaria, que tengan los medios para estar protegidos”, explica.
La pista de Tultepec
La narración de Sánchez Nava sobre este hallazgo se remonta a hace 20.000 años, cuando la zona tenía un ambiente de cuenca, con cinco lagos a su alrededor: Texcoco, Zumpango, Xaltocan, Chalco y Xochimilco. “Lo que fue un valle en algún momento geológico, se cerró. Es una cuenca cerrada”, explica.
En esa zona había muchos mamuts por la yerba que crecía alrededor de los ríos, cuya característica era salada y con sedimentos lodosos, por lo que esto apunta a que la Cuenca de México era un importante nicho ecológico.
“Era propicio para la existencia de los mamuts”, un tipo de elefantes lanudos, herbívoros y con un tamaño aproximado de seis metros de altura por 9 de longitud. Estos sobrevivían en manadas, la mayoría de las veces encabezadas por las hembras.
Estos mamíferos pertenecieron a los periodos del plioceno, pleistoceno y holoceno, y sus restos han sido hallados prácticamente en todos los continentes. En México han sido encontrados principalmente en el Estado de México.
Uno de los aspectos que más emociona a Sánchez Nava es la posible relación de estos hallazgos con los que se realizaron en el municipio de Tultepec el 6 de noviembre del 2019. La distancia entre Santa Lucía y este punto es de tan solo unos 15 kilómetros, es decir, menos de una hora en automóvil.
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Tultepec es considerada la “tierra del mamut” en México y, además, posee un museo dedicado a este gigante, que fue inaugurado el 29 de noviembre de 2018.
“En el pueblo de Tultepec se encontraron unas trampas para mamuts que datan de hace 15 mil años”, explica sobre los trabajos realizados en el 2019, en los que se recolectaron 824 huesos de 14 mamuts, cuyos análisis revelaron que en esa arcilla se enterraron “trampas prehistóricas”.
La llegada de fauna prehistórica y las actividades de cacería humana en esa zona época se explican por los cambios glaciales que se vivieron a nivel global, los cuales, a su vez, coinciden con la erupción del volcán Popocatépetl. Para evitar ser envueltos por la ceniza volcánica, hubo una “movilización de animales y seres humanos hacia el norte de la Cuenca de México”.
Ambos eventos, el de Santa Lucía y el de Tultepec, según Sánchez, se deben integrar en una sola investigación para entender este lugar “como una puerta de entrada, como un espacio donde arribaban las grandes manadas de mamuts y sobrevivían en este espacio”.
Y estas no son las únicas evidencias. El Estado de México tiene antecedentes desde 1947, cuando se descubrieron restos de mamuts y herramientas de caza en la comunidad de Santa Isabel Ixtapan, en Atenco. Esto derivó en el popular diorama (una maqueta) llamado “La cacería de un mamut”, el cual se encuentra en el Museo de Antropología e Historia, en Ciudad de México.
Hasta ahora, de acuerdo con el arqueólogo, los 132 mamuts son “un hallazgo de nivel mundial… de primer orden. Es una muestra única”.
Por esa razón asegura que siente una gran responsabilidad, pues la arqueología global tiene los ojos puestos sobre México; de hecho, han recibido propuestas de colaboraciones por parte de universidades de todo el mundo, pero para él lo más importante sigue siendo el develar este capítulo de la historia para que los mexicanos conozcan mejor sus orígenes.
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