Esta es la relación entre el consumo de animales y las pandemias de la historia, incluida la COVID-19
Expertos dicen que el ébola, el SARS, el AH1N1, hacen parte del 60% de enfermedades zoonóticas infecciosas. La velocidad de propagación del coronavirus evidencia claramente la relación que tienen dichas enfermedades con los hábitos alimenticios.

BOGOTÁ
Por: Maria Paula Triviño
¿Qué habrá sentido el primer Homo Sapiens que probó carne cocinada en el fuego? En la teoría de la evolución, el uso del fuego es el punto de inflexión y claramente, de distinción entre los humanos y otras especies. Como lo comentaba el historiador israelí Yuval Noah Harari en su best seller ‘Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad’, el fuego cambió la morfología del cráneo humano, desarrollando mandíbulas más pequeñas para masticar alimentos cocidos y un cerebro más grande que el de nuestros antepasados.
Sin embargo, desde que el hombre empezó a domesticar animales para consumo, hemos llegado a una riesgosa cercanía con diversas enfermedades. De esta forma, hoy estamos entendiendo cómo son los patrones de contagio de la COVID-19, pero el origen del nuevo coronavirus sigue siendo un misterio.
En marzo, la revista científica Nature Medicine aseguró que de acuerdo con el genoma del virus, este pudo haberse transmitido desde un murciélago a un humano o pasar desde un murciélago a otro animal y de ahí, al humano, lo que convierte a la COVID-19 en una enfermedad zoonótica.
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Casi el 16% de las muertes a nivel mundial se atribuyen a este tipo de enfermedades y de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, representan un 60% de las enfermedades infecciosas conocidas. Las zoonosis pueden transmitirse por mordeduras de animales, picaduras, manipulación de animales enfermos y el consumo de carne, leche sin pasteurizar y agua contaminada.
Pandemias y producción animal a escala
El escritor estadounidense de ciencia y naturaleza David Quammen ha vuelto a la escena mediática después de que en 2012 su libro ‘Spillover: Animal Infections and the Next Human Pandemic’ augurara una próxima pandemia de una enfermedad zoonótica para la que los humanos debían prepararse.
El colaborador de publicaciones como National Geographic, Harper's y Rolling Stone, vivió de frente las amenazas del Ébola en África Occidental en 2014, enfermedad cuyos huéspedes naturales son los murciélagos frugívoros. De estos mamíferos alados, el Ébola se transmitió a otros animales como los chimpancés y los gorilas, y finalmente a los humanos.
“Lo importante de destacar es que los humanos tienen una conectividad con el resto de la naturaleza. Estamos inexorablemente conectados con otras especies y una de esas conexiones es compartir enfermedades”, dijo Quammen en el podcast de Scientific American en marzo.
En los últimos 20 años, otras epidemias de enfermedades zoonóticas han sacudido al mundo como lo fueron el SARS, que afectó especialmente a Hong Kong y Vietnam en 2003; la gripa AH1N1 de 2009, y el MERS que se identificó por primera vez en 2012 en Arabia Saudita. Sin embargo, la velocidad de propagación de la COVID-19 nos ha mostrado más claramente la fuerte relación que tienen nuestros hábitos de consumo con el mundo animal.
En 2004, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Mundial de Sanidad Animal y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), señalaron que la aparición y propagación de nuevas enfermedades zoonóticas desconocidas se debían principalmente al incremento de la demanda de proteína animal y la intensificación de su producción industrial.
Eso también lo han corroborado doctores chinos como Zhengli Shi, investigadora principal del Instituto de Virología de Wuhan, la ciudad en donde inició el brote de coronavirus. En el artículo ‘Origen y evolución de coronavirus patógenos’, publicado en febrero por la revista Nature, la doctora concluye que “la forma más efectiva de prevenir la zoonosis viral es mantener las barreras entre los reservorios naturales y la sociedad humana, teniendo en cuenta el concepto de "una sola salud".
Las macrogranjas de animales están alterando los ecosistemas de los murciélagos, principales portadores de la mayoría de los coronavirus conocidos y mamíferos fundamentales para la comprensión genética de estos patógenos, ya que no presentan síntomas de las enfermedades y pueden dar luces sobre el desarrollo de una vacuna efectiva.
Ver también: Seis cosas que se pueden hacer durante la cuarentena para ayudar al medio ambiente.
En febrero, el Gobierno chino prohibió el comercio de carne de animales silvestres y exóticos en todo el país y el 1 de mayo, el Ministerio de Agricultura y Ganadería de ese país presentó un borrador de ley que contempla la eliminación del perro de la lista de animales aptos para el consumo humano. La organización Humane Society International calcula que aproximadamente 15 millones de perros y unos cuatro millones de gatos son sacrificados en China anualmente para el consumo humano.
COVID-19 y la forma cómo comemos
La compañía de investigación de mercados Nielsen informó que las ventas de carnes alternativas, elaboradas con proteína vegetal aumentaron un 255% en Estados Unidos durante marzo, en comparación con el mismo mes de 2020. Millones de personas cambiaron su alimentación durante el confinamiento, mientras la harina y la levadura se convirtieron en los productos estrella en los supermercados.
En mayo, el Gobierno español afirmó que las ventas de harina subieron un 200% en la última semana de marzo, mientras que en Francia hubo aumento estimado del 140%.
Pese a que los consumidores de países desarrollados encuentran alternativas a la carne animal, los consumidores en países de bajos ingresos están haciendo lo posible para sobrevivir en medio de la pandemia.
De acuerdo con Global Initiative against Transnational Organized Crime, la COVID-19 ha generado un aumento en la caza furtiva de carne de animales pequeños silvestres en el sur de África, ya que muchas personas han visto amenazado su empleo y el bloqueo de los países ha hecho que muchos campesinos no puedan vender los productos de sus parcelas. Asimismo, es imposible desconocer que el consumo de carne de animales silvestres está fuertemente relacionado con el bienestar y la medicina milenaria en miles de poblaciones de todo el mundo, pero ni siquiera la FAO tiene cifras sobre estos hábitos alimenticios, debido a la informalidad de los mercados donde se vende esta carne.
El consumo de proteína animal sigue aumentado y esto no solo representa una amenaza para la supervivencia de muchas especies, sino también un claro desafío en temas de seguridad alimentaria. Cada vez somos más personas que necesitamos alimentos salubres.
“Estamos llevando muchas especies a la extinción y al mismo tiempo, estamos prestando nuestras células como huéspedes alternativos de estos virus, que se reproducen donde pueden … Entre más queramos vivir en un mundo donde hay diversidad biológica, más tendremos que acostumbrarnos a este tipo de enfermedades ya que no podrán ser erradicadas completamente”, concluyó Quammen en su entrevista con Scientific American.
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