Caos y cuerpos apilados: la situación que se vive en el Amazonas brasileño por el coronavirus
El 90% de sus unidades de terapia intensiva están ocupadas, las personas mueren antes de ser atendidas y muchas son enterradas en fosas comunes. Sin embargo, gran parte de sus habitantes salen a las calles y continúan su vida con normalidad.

SAO PAULO, Brasil
Por: Federico Cornali
Amazonas, al norte de Brasil, es el decimotercer estado del país en cantidad de habitantes. Sin embargo, hoy ocupa un trágico quinto lugar entre los estados con mayor cantidad de muertos por coronavirus, con 1.004 fallecimientos y la primera posición entre casos confirmados y víctimas mortales por cantidad de habitantes.
Son 12.599 casos confirmados y 12 profesionales de la salud fallecidos (más de mil ya fueron separados de sus funciones por prevención) desde que la pandemia llegó al estado, el pasado 13 de marzo, cuando se confirmó el positivo de una mujer de 39 años que aterrizó en Manaos el 11 del mismo mes, proveniente de Londres.
Amazonas es hoy el ejemplo de lo que muchos especialistas advirtieron cuando hablaban de “colapsos en el sistema de salud”
Manaos, la capital, tiene casi dos millones de habitantes entre los cuatro millones de amazonenses, y allí se encuentran casi todas las unidades de terapia intensiva del estado, que no son muchas, ya que la ciudad tiene el segundo peor índice de camas para pacientes en condiciones graves entre las 10 capitales de estado con más casos de COVID-19. De hecho, tiene 19 por cada 100 mil habitantes.
En Manaos, la secretaría estatal de Salud contabiliza 680 muertos por coronavirus y 7.198 casos confirmados.
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Sin embargo, la feria que vende pescados está abierta y las calles cercanas al puerto lucen repletas de personas deambulando, con y sin máscaras médicas.
Desde comienzos de abril, una imagen que se replica en la mayoría de los hospitales de la capital es la de personas en los corredores, otras muriendo antes de ser atendidas, ambulancias sin lugar para dejar a los pacientes y, sobre todo, mucha desesperación.
Además de las filas infinitas dentro de los hospitales, las unidades de terapia intensiva ya superaron el 90% de ocupación total.
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El caos también se refleja en el sistema funerario estatal. El cementerio municipal de Manaos, Nossa Senhora Aparecida, llamó la atención del mundo por una serie de fotos desoladoras en las cuales los fallecidos por coronavirus eran enterrados en fosas comunes.
Imágenes similares entregaba el cementerio Parque Tarumá, también en Manaos, donde podía verse a un grupo de sepultureros, casi sin protección, enterrando ataúdes en hoyos enormes, ante la mirada triste de un puñado de familiares.
Fueron los propios cercanos a los fallecidos que recibieron esta despedida tan poco digna quienes reclamaron ante las autoridades.
“Haremos un gran memorial en el cementerio de Aparecida para recordar a cada una de las personas que están siendo enterradas allí. Prometemos fosas separadas, identificadas con retratos, para que todos tengan el derecho a rendirle homenaje a sus muertos”, fue la respuesta que, tiempo después, dio el alcalde de Manaos, Arthur Virgilio Neto.
Antes de la pandemia, el promedio de entierros diarios en Manaos era de 20. Durante la primera semana de mayo, ese número escaló hasta 140.
“Apilan cuerpos, uno encima de otro, sin ningún tipo de identificación. Nosotros tuvimos que arriesgarnos dentro de los frigoríficos para encontrar el cuerpo de nuestro padre”, dijo Máximo, un joven manauara, en su testimonio desesperado a la televisión local.
La municipalidad de Manaos confirmó el caso, pero aclaró que se trataba de una “situación aislada”.
Sin embargo, también hubo otra denuncia que apuntaba que varios cuerpos de víctimas de COVID-19 fueron colocados a cielo abierto, bajo el sol, en la zona externa del Servicio de Primeros Auxilios del barrio Galileia, en la zona norte de la ciudad. Otra fotografía funesta que dio la vuelta al mundo.
La respuesta oficial del establecimiento en cuestión fue que estaban preparando el traslado de los cuerpos al cementerio en el momento de la imagen.
“Hacía mucho calor y dejaron los cuerpos afuera, el de mi mamá y el de la suegra de un joven que estaba conmigo allí. Nosotros lo vimos cuando vinimos a firmar los papeles de la defunción. No había casi nadie, y recién sacaron los cuerpos de ese lugar al sol después de nuestro reclamo y de las fotos que empezaron a sacar otras personas”, dijo aquel día Wilson Ribeiro, de 35 años.
Las imágenes aterran; los números asustan. No obstante, el escenario parece ser mucho peor de lo que marcan las estadísticas oficiales. “Aquí, como en todo Brasil, padecemos el fenómeno maléfico de la subnotificación”, asume Neto, alcalde de Manaos, ya que considera que no hay un registro de todos los muertos y contagiados, en parte debido a la baja capacidad para hacer test.
“A las muertes por neumonía, prefiero llamarlas de muertes por COVID-19. A las muertes por insuficiencia respiratoria grave, también prefiero llamarlas de COVID-19”, agregó.
Más allá de que científicos de todo el mundo indican que el aislamiento, el confinamiento obligatorio, es la medida más eficaz y necesaria para contener al coronavirus, el alcalde Virgilio Neto se resiste con sus argumentos.
Él considera que si en Manaos obligan a los ciudadanos a permanecer en sus casas, la situación se va a volver más compleja, porque si la población no tiene nada qué hacer ni nada qué comer, esto puede derivar en más violencia.
“Alguien va a arrojar una piedra a otro, o intercambian balazos de goma y ahí reaccionan todos, porque la gente está desesperada. Eso termina a los tiros, termina con más muertes”, explicó el alcalde de Manaos, una de las capitales más violentas de Brasil, novena entre los índices de homicidios, según el Atlas de la Violencia divulgado en 2019.
Virgilio Neto se hizo famoso mundialmente algunos días atrás por grabar videos en los cuales imploraba por ayuda internacional. A puro llanto y emocionado, el político amazonense se dirigía a 21 líderes mundiales, entre los que se destacaban Emmanuel Macron, presidente de Francia, Angela Merkel (Alemania) y Donald Trump (Estados Unidos).
“Soy una persona sensible, me emociono fácilmente. No fui criado en una familia donde los hombres no lloran”, explica el alcalde.
También elevó el pedido de auxilio a la joven activista medioambiental sueca Greta Thunberg. “Los pendejos mentales del equipo de Bolsonaro tratan a Greta de ‘pendeja’, y ella realmente está comprometida con nosotros. Peor es ser un ‘pendejo’ y estar al mando de un país como Brasil, ¿no?”, aseguró Neto.
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Durante los primeros días de mayo, el ministro de Salud de Brasil, Nelson Teich, visitó Amazonas junto con el secretario ejecutivo del ministerio, el general Eduardo Pazuello. Fue el primer estado que Teich visitó desde que asumió el cargo.
En una conferencia de prensa conjunta con el gobernador de Amazonas, Wilson Lima, Teich se refirió al programa “Brasil cuenta conmigo” que, entre otras cosas, enviará 270 profesionales de salud para paliar la crisis que se generó en el estado.
Junto a Teich y compañía arribaron a Manaus dos aviones del estado brasileño que llevaban insumos faltantes en la región, como productos médicos y ropas de seguridad.
Amazonas es el estado más grande de Brasil y de Sudamérica, y el noveno estado más extenso del mundo, con sus 1.559.159 km2; la mayor parte de ese terreno está cubierto por ríos y vegetación.
El acceso a los principales puntos habitados de Amazonas en general requiere de transporte fluvial o aéreo, por lo cual intervenciones en personas con un delicado estado de salud fuera de Manaos son una odisea, que muchas veces acaban con la muerte.
“Guerra” entre los poderes locales
La crisis por el coronavirus desnudó también una grave situación política dentro de Amazonas que pocos conocían afuera del estado. Desde septiembre del año pasado, el gobernador Lima y el alcalde de Manaos, Neto, están en “guerra”.
El motivo de la discordia fue el asesinato del ingeniero Flavio Rodrigues, de 41 años, ocurrido en la noche del 29 de septiembre de 2019 en la casa del hijastro del alcalde de Manaos, Alejandro Valeiko, hijo de Elizabeth Valeiko, actual esposa de Neto.
En el condominio de lujo que habitaba Valeiko, en el barrio Ponta Negra, Rodrigues fue acuchillado en medio de una fiesta donde, según investigación policial, “abundaban la cocaína y otras drogas”.
El policía militar Elizeu de Souza, que hacía parte de la seguridad del alcalde en ese momento, llegó al apartamento de Valeiko esa misma noche, conduciendo un carro del municipio y acompañado del luchador de artes marciales mixtas (MMA) Mayc Vinícius Teixeira Parede, según registraron las cámaras de seguridad del condominio.
De aquel lugar salieron 15 minutos después, solo que Teixeira Parede ya no estaba en el asiento delantero del acompañante, y sí en el banco trasero. La Policía entendió que el cuerpo de Rodrigues estaba allí.
Al otro día, el ingeniero fue encontrado muerto cerca de una carretera de tierra, en el barrio de Tarumá. Parede confesó haber matado a Rodrigues, pero la Policía no le creyó, descartando esa versión.
Tanto el luchador como Valeiko y otros dos amigos que participaban de la fiesta fueron detenidos preventivamente.
La esposa del alcalde dijo que su hijo es “dependente químico”, pero negó que pueda estar involucrado con el asesinato.
Virgilio Neto responsabilizó al gobernador Lima por usar la Policía en contra de él y de su familia, por lo cual creció la enemistad entre ambos.
Cuando se profundizó la crisis por el coronavirus en el estado, los dirigentes cruzaron mensajes en las redes sociales de forma respetuosa y anunciando una “tregua” entre ellos, pues la salud de los amazonenses “estaba en primer lugar”.
Sin embargo, la comunicación entre ambos se reduce al mínimo posible, aún bajo la angustiante situación.
A 95 kilómetros de Manaos se encuentra Manacapurú, la ciudad con mayor índice de contagios de coronavirus de Brasil por cada 100 mil habitantes. En la ciudad, que roza los 100 mil pobladores, había hasta el domingo 10 de mayo, 900 casos confirmados y 48 muertos por COVID-19.
Sin embargo, las calles de la ciudad están lejos de ofrecer un panorama desértico. Las ferias de frutos y pescados funcionaban normalmente, mientras largas filas compuestas por personas de todas las edades esperaban frente a los cajeros de los bancos.
“Es preocupante, porque solo hay Unidades de Terapia Intensiva y medicamentos lejos de aquí, en Manaos, y allí también la situación es de calamidad”, decía la inmunóloga Paola Dalmacio. “En Manacapurú no tienen ni lo básico”, agrega.
La microrregión del Alto Solimoes, al sudoeste de Amazonas (limítrofe con el departamento colombiano de Amazonas y la provincia de Loreto, en Perú), tiene el mayor número de comunidades indígenas de Brasil. Allí se confirmaron 40 casos de coronavirus y tres fallecidos.
Horas atrás, representantes de la etnia Kambeba denunciaron al Ministerio Público Federal de Amazonas que las comunidades indígenas de la región están atravesando muchas dificultades para ser atendidas por los sistemas de salud municipales locales y por el Distrito Sanitario Especial Indígena.
Según esta denuncia, les estarían negando u omitiendo prontuarios médicos, reportes y certificados de defunción a los indígenas que viven en aldeas, privilegiando a aquellos que residen en áreas urbanas.
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