Así se adaptan los chilenos a un confinamiento más estricto tras el aumento de casos de COVID-19
Debido al crecimiento de los casos de coronavirus, el Gobierno se vio obligado a replantearse su estrategia de cuarentenas sectorizadas, mientras la población busca nuevas formas de trabajo en medio de la crisis económica.

SANTIAGO, Chile
Por: Andrea Aguilar Córdoba
La rápida expansión que está teniendo la pandemia de COVID-19 en el país sudamericano ha obligado a las autoridades a replantearse el modelo de cuarentenas sectorizadas que se empleó al principio de la emergencia sanitaria para tratar de bajar el nivel de contagios y la curva de fallecidos, en la que se han llegado a registrar más de 200 muertos al día.
A pesar de ser la segunda zona con mayor cantidad de muertos e infectados a causa de la COVID-19 después de Santiago, la región de Valparaíso se había mantenido sin cuarentena desde el mes de marzo, cuando se reportó el primer caso en Chile.
Sin embargo, en los últimos días las ciudades de Valparaíso y Viña del Mar entraron en un estricto confinamiento que ha reducido la movilidad en más de un 60% y ha tenido un impacto para el comercio y el transporte público, así como para los habitantes de los cerros y la zona costera.
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Aunque formalmente la cuarentena para ambas ciudades inició el 11 de junio, desde mediados de marzo muchas familias de las zonas costeras empezaron a adoptar una especie de autoaislamiento y a salir a las calles solo para lo imprescindible.
Rosa Velázquez trabaja en una panadería en la que han tenido que acortar los horarios y repartir los turnos entre los trabajadores para no despedirlos en medio del impacto de la crisis sanitaria. “Se ve muy poca gente, las personas están cumpliendo la cuarentena. El negocio ha estado malo, pero hay que vender al día para pagar los sueldos”, señala a la Agencia Anadolu.
Con una cifra de contagiados que asciende a 184.449 y con 3.383 fallecidos hasta este martes, la OCDE prevé que Chile tendrá la recesión más profunda desde 1982 a causa de la pandemia, la cual podría producir una caída de 5,6% de su PIB este año.
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El drama de los conductores de bus
Al igual que los comercios, el sector del trasporte ha sido otro de los más afectados por la pandemia en la Quinta Región. Mauricio Rosales pasó de tener un contrato con una de las compañías de transportes de Valparaíso a trabajar solo cada tres días, luego de haber sido despedido. Asegura que está sobreviviendo de su liquidación y de los ahorros.
“La gran mayoría de conductores fueron despedidos, están cobrando seguro de cesantía y la plata bajó considerablemente porque nosotros, como choferes, ganamos por porcentaje. Ya el viernes la cosa estaba mala, pero más movido que ahora, que no alcanzamos a hacer ni lo de la gasolina”, señaló Rosales a la Agencia Anadolu.
Por la misma situación pasa Luis Tapia, quien critica que las medidas de ayuda del Gobierno de Sebastián Piñera nunca los contempla, a pesar de que sus ingresos se han reducido en un 70% en los últimos meses.
“El Gobierno ha entregado distintas clases de bonos y una infinidad de beneficios a quienes trabajan por cuenta propia, pero, ¿qué hemos recibido nosotros los conductores? Absolutamente nada. Y con la cuarentena vamos a estar más perjudicados todavía”, señala.
Tapia es jubilado. Sin embargo, su pensión no le alcanza para cubrir los gastos básicos y por eso debe seguir trabajando como chofer de locomoción colectiva, una labor que, asegura, en las regiones no tiene la misma remuneración ni las condiciones laborales que hay en la capital.
Acostumbrados a la cuarentena
La realidad es distinta para los jubilados como Sara Rodríguez y José Antonio Ajuria, quienes aparte de su pensión reciben ayuda monetaria de su familia. Ellos viven, desde hace 32 años, en los cerros de Valparaíso y su confinamiento empezó desde que se declaró, a finales de marzo, la cuarentena obligatoria para mayores de 80 años.
“Estamos viviendo la cuarentena de manera obediente, sin salir a la calle, bailando, haciendo pastelería, escuchando linda música, jugando dominó. Ha sido para nosotros una semana más”, señala Rodríguez a la Agencia Anadolu.
Su esposo asegura que para él no es una cuarentena, ya que “siempre ha sido hombre de hogar” y disfruta de la compañía de Sara desde hace 58 años. “Para mí es una gran alegría tener a mi mujer y poder consentirla, cantarle, poner música. Al comer, le doy todos los gustos que quiere para que ella no trabaje tanto”.
Ambos admiten que prefieren no estar muy al tanto de la evolución de la pandemia en el país para evitar deprimirse. “No aceptamos problemas de afuera. Cuando está la televisión hablando del virus y de puras desgracias prefiero ponerme una película para no estresarme”, señala Ajuria.
Los desafíos de los más jóvenes
El estrés en medio de la pandemia también afecta a los estudiantes universitarios o recién graduados que han visto cómo sus proyectos de vida se han puesto en pausa ante la llegada del coronavirus, que los ha confinado en sus casas y los desafía a una convivencia familiar permanente.
“Nos apoyamos harto, entendemos que no todos los días son días buenos, así que tratamos de conversarlo, generar nuestros espacios en medio de la rutina y tener como el permiso de estar solo”, cuenta Andrés Chamorro, quien acaba de graduarse como abogado y vive con sus padres y su hijo de cuatro años en Viña del Mar.
Stefano Luvara aún es estudiante universitario y señala que la cuarentena ha cambiado sus rutinas de estudio y de relaciones sociales, haciendo que todo se reduzca al espacio virtual. “Tenemos la posibilidad de tener clases online; si necesito pagar o consultar, también lo hago por internet, hago videollamadas con familiares y con amigos”, señala a la Agencia Anadolu.
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Pero para Nicole Díaz, quien está a punto de graduarse como odontóloga, las clases online no compensan las prácticas con pacientes. Sin embargo, esto no es lo que más le preocupa. Sus padres padecen enfermedades crónicas, por lo que ella procura salir solo por las medicina y alimentos básicos para evitar el riesgo de contagiarlos. Además, ha perdido sus fuentes de ingreso desde que inició la pandemia.
“Actualmente me encuentro desempleada, antes de la pandemia tenía tres trabajos de forma esporádica, pero ahora para tener algo de ingresos estoy vendiendo productos de miel y tortas”, señala a la Agencia Anadolu.
Al igual que Nicole, sus vecinos han empezado a vender desde frutas hasta elementos de aseo para paliar la crisis económica que ha dejado el coronavirus, que mantiene en cuarentena a la mitad del país, en medio de una crisis económica que viene acentuándose desde las protestas del 2019 y que amenaza con tener efectos más duraderos tras esta emergencia sanitaria.
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