Programas de inclusión social, la clave para que Brasil haya roto su récord de medallas en Tokio 2020
Con 21 medallas, la delegación brasileña batió su mejor marca histórica, obtenida en Río de Janeiro 2016. Y buena parte de los atletas que se subieron al podio olímpico surgieron de programas sociales o tienen algún vínculo con ellos.

SAO PAULO, Brasil
Por: Federico Cornali
Con un total de 21 medallas ganadas (7 de oro, 6 de plata y 8 de bronce) durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, Brasil superó su récord histórico de conquistas, que había alcanzado en Río de Janeiro 2016.
De todos esos podios, buena parte tienen su raíz en programas sociales de inserción al deporte que se desarrollan en zonas humildes del país. La mala noticia es que algunos de esos programas hoy corren riesgo de extinción. La buena es que otros planes similares se están generando gracias a deportistas aún en actividad.
Por otro lado, atletas de modalidades en teoría más elitistas, como el yachting (navegación a vela), por ejemplo, también tienen relación con los programas de inserción al deporte, en el rol de ejecutores o creadores, con la intención de acercar a los niños o jóvenes a esas actividades, que sin subsidios o incentivos requerirían de mucho dinero para ser practicadas.
Ante la renuncia de la estadounidense Simone Biles para participar de la mayoría de las pruebas en las que estaba inscrita dentro de la gimnasia artística, todos los ojos de los especialistas en la modalidad apuntaron hacia la brasileña Rebeca Andrade, de 22 años, a quien se le abrían grandes chances de ser la primera mujer de su país en conquistar un podio olímpico en la disciplina.
La atleta paulista no solo consiguió esa marca, sino que además se convirtió en la primera representante femenina brasileña en llevarse dos medallas en una misma edición de los Juegos. Fue plata en la prueba Individual General y fue oro en Salto.
“Sinceramente, no sabía de este dato, no sabía que podía entrar en la historia de esa manera. Pero me siento orgullosa de mí porque, más allá de las medallas, siento que representé de la mejor manera toda la fuerza que tenemos las mujeres. Todo el mundo sabe lo difícil que es llegar hasta aquí, y aún más difícil es ganar dos medallas. Son años de esfuerzo, años de mucho trabajo en conjunto”, dijo emocionada Andrade, después de consumar el hecho histórico.
Cuando Rebeca se refiere a “muchos años” es porque, a pesar de su corta edad, realmente son casi dos décadas de entrenamiento. La gimnasta que portará la bandera de Brasil en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Tokio comenzó en la modalidad a los cuatro años, y casi de casualidad.
Fue su tía, una empleada pública, quien le dio inicio a su historia al aceptar un cargo en el gimnasio municipal de Guarulhos, ciudad de la región metropolitana de Sao Paulo, de donde es oriunda la doble medallista.
“En su primera semana de trabajo mi hermana se enteró de que se abrían las inscripciones para anotar a niñas gimnastas en las clases gratuitas del gimnasio y me avisó. A mí me pareció una linda actividad y decidí llevar a Rebeca para hacer una prueba, nada más que eso”, cuenta Rosa Rodrigues, madre de Andrade.
“Recuerdo que agarré su mano y le pregunté: ‘¿Quieres hacer la prueba?’. Ella respondió que sí, y le pedí que diera un salto simple sobre las tablas del gimnasio. Un poco en broma y otro poco en serio le dije que sería una campeona. Luego le pedí cosas básicas, como aferrarse a una barra, hacer una estrellita. Yo trabajaba desde hace mucho con gimnastas y vi que Rebeca tenía el biotipo perfecto, ya que a pesar de su edad era veloz, explosiva y tenía una musculatura muy definida”, recordó Mónica Barroso dos Anjos, técnica del equipo de gimnasia de Guarulhos, en entrevista al canal deportivo SporTV.
Inmediatamente, Rebeca Andrade fue registrada en el plantel de alto rendimiento de la ciudad, por medio de un proyecto social del municipio que, hasta hoy, subsidia las actividades de niños y adolescentes de entre 7 y 17 años.
La gimnasta permaneció en el programa hasta 2010, cuando tuvo que detener su meteórica carrera porque su familia sufría problemas financieros y ni siquiera podían pagar el transporte hasta el gimnasio o hacia los lugares donde se desarrollaban las distintas competencias.
Fueron casi dos años de esfuerzos entre diferentes entrenadores de la ciudad, que recogían a Rebeca en su casa o en la escuela, para que la prometedora atleta no abandonara la actividad. Solo hasta 2012 la ahora doble medallista olímpica pudo concentrarse definitivamente en su carrera, al ser contratada por el club Flamengo, de Río de Janeiro. A partir de allí, los triunfos no se detuvieron hasta su conquista histórica en Tokio.
De la timidez a bailar en las pistas
Un accidente doméstico que le quemó parte de la cabeza cuando era un bebé convirtió a Alison dos Santos en un niño muy tímido, que casi no se relacionaba con personas de su edad y siempre usaba una gorra. Por esa razón, rechazó la primera invitación que le hicieron para que conociera el proyecto social de atletismo de su ciudad natal, Sao Joaquim da Barra, en el interior del estado de Sao Paulo.
“Era demasiado introvertido, le daba miedo ir solo y tenía vergüenza”, recordó Ana Fidelis, primera entrenadora del ahora atleta de 21 años que se colgó la medalla de bronce en los 400 metros con obstáculos, en Tokio.
Fue en una visita de los profesores del proyecto social del Instituto Edson Luciano Ribeiro a la escuela de Alison cuando se produjo el “descubrimiento”. A los 14 años, el tímido adolescente se destacaba en el judo, pero impresionó a los visitantes por su 1,85 de altura y sus largas piernas. “Cuando vieron a Alison sentado, alto, flaco y de gorra, me dijeron: ‘Tenemos que llevarlo al atletismo’”, sostuvo Fidelis. En esa ocasión, Alison no se negó a la invitación, pero tampoco se presentó a la cita que le habían propuesto.
Los profesores estaban empecinados, no querían dejar escapar el talento de Alison, por lo que volvieron a la carga meses después. Allí sí, el jovencito venció la timidez, ayudado por uno de sus pocos amigos, Alexandre Inocencio, que ya formaba parte del programa y lo convenció a sumarse.
En su primera competencia, Alison dos Santos usó una gorra amarilla. A los 21 años, el paulista tiene dos metros de altura y emerge como una de las grandes figuras mundiales de la especialidad. Ya no esconde sus cicatrices, se divierte en la pista y baila frente a las cámaras antes de cada carrera.
El boxeo
Un deporte que le está dando muy buenos resultados a Brasil en Tokio es el boxeo, una actividad vinculada como pocas a los programas sociales que luchan por alejar a los niños de los peligros de la vida callejera y darles un futuro a través de la actividad física.
En la categoría peso pesado, Abner Teixeira se quedó con la medalla de bronce, mientras que Bia Ferreira obtuvo la plata en peso liviano femenino y Hebert Conceição se quedó con el oro en la categoría de peso medio masculino.
Creado en 2004, el proyecto “Boxeo - Manos para el Futuro” cambió la vida de Teixeira, que estuvo muy cerca de pasar a la final, pero debió conformarse con el bronce. Según Vladimir Godoi, fundador del programa social que ya albergó a más de 700 niños de bajos recursos, la continuidad de su proyecto pende de un hilo y apenas se mantiene con el poco dinero que él mismo puede aportar, ya que no recibe más apoyo financiero, ni estatal ni privado.
“La responsabilidad es enorme. Comencé con esta iniciativa solo, porque me apasiona esto. A mí también se me abrieron las puertas por medio del deporte, ya que gracias al boxeo me convertí en un profesional respetado. Por eso lo hago, para retribuir un poco de lo que yo recibí. Pero la situación es muy difícil”, explicó Godoi, quien además comentó que “Manos para el Futuro” ahora solo cuenta con un puñado de jóvenes que van camino al profesionalismo y no mucho más.
“A Abner lo conocí cuando él tenía 13 años, era muy jovencito. Está claro que en el proyecto social nos basamos en la formación del atleta, pero tal vez lo más importante es el hecho de rescatar al ciudadano y darle perspectivas de vida. Cuando noté que Abner tenía potencial para ser medallista olímpico, mi único objetivo fue contribuir a darle esa posibilidad, a que nada ni nadie le quite esa chance”, agregó el entrenador radicado en Sorocaba, interior de Sao Paulo.
Nacida y criada en Nova Brasilia, en la periferia de Salvador, capital del estado de Bahía, en el nordeste brasileño, Beatriz Ferreira, actual campeona del mundo y finalista de los Juegos Olímpicos de Tokio, comenzó en el boxeo a los cuatro años, en el programa social que su padre, Raimundo Ferreira (bicampeón brasileño), desarrolló en su propio garaje para “salvar de la violencia” a más de 100 niños del barrio.
“Cuando yo era muy chica quería pegarle a todo, quería levantar las pesas, pero mi papá no me dejaba. Cansado de mi insistencia, supongo, un día cortó una botella de plástico al medio, la rellenó con arena y me la entregó para que la usara como herramienta de entrenamiento. Y ahí empezó todo, en medio de un montón de chicos que buscaban su destino en el boxeo”, cuenta Bia, de 27 años, que se quedó con la medalla plateada al perder la final frente a la irlandesa Kellie Anne Harrington.
Por su parte el boxeador brasileño Hebert Conceição ganó oro ante el ucraniano Oleksandr Khyzniak. Al igual que Bia Fereira, Hebert es de Salvador, de Bahía, y comenzó a practicar el boxeo a los 15 años en el programa social “Academia Champion”, que hasta hoy recibe en sus instalaciones a niños y adolescentes que quieren mejorar sus vidas por medio del deporte.
“A mí me gustaba el boxeo desde antes de empezar. Solo que era medio gordito y no tenía condiciones de pagar por las clases. Fue allí que descubrí el programa Academia Champion, al que le debo la vida”, cuenta el atleta de 23 años que actualmente reside en Sao Paulo y quiere darle otra medalla dorada a su país.
“Estoy feliz por llegar a la final, por representar a mi estado, a otros compañeros que quedaron en el camino. Pero ahora no me puedo dejar vencer por la emoción, tengo que concentrarme y descansar, porque la medalla de oro nunca estuvo tan cerca de mis manos”, dijo Conceição segundos después de su victoria en semifinales ante el ruso Gleb Bakshi, actual campeón mundial de la categoría.
Cabe destacar también la participación de Wanderson de Olivera, un boxeador brasileño de 24 años que cayó derrotado en los cuartos de final. El atleta nacido en Nova Holanda, una de las favelas más populares del Complejo de Maré, en Río de Janeiro, comenzó en el deporte de la mano del proyecto social “Lucha por la Paz”.
“Empecé a boxear a los 12 años, a pesar de que entré al proyecto para jugar al fútbol. Pero un día, casi sin querer, entré a un salón donde había una bolsa de boxeo y algunos conocidos le pegaban. Salí corriendo y llamé a otros amigos para que me acompañaran a boxear. Con el tiempo, mis amigos se fueron alejando del deporte, perdiéndose entre el trabajo, el crimen y algunos vicios, pero yo sabía que quería que esa actividad fuera para mí, que nunca lo iba a dejar”, recordó Wanderson.
Otro de los deportes que le dio muchas alegrías a Brasil en Tokio fue el skate, modalidad que hizo su estreno en Juegos Olímpicos en sus diferentes versiones, el Street (maniobras callejeras) y el Park (circuito). En total, los skaters brasileños se llevaron tres medallas plateadas. En Street, la pequeña Rayssa Leal, de 13 años, y Kelvin Hoefler, quedaron en la segunda posición. En Park, el multicampeón Pedro Barros también se subió al segundo escalón del podio.
Ver también: Rayssa Leal, la skater de 13 años que le dio una medalla olímpica y logró unificar un Brasil polarizado
“Esas medallas de plata tienen sabor a oro para nosotros, por lo que representa el skate brasileño. Esos premios son la esperanza de muchos chicos de la periferia, el sueño de que es posible vivir del deporte y alcanzar lugares antes inimaginables, apenas con una tabla de madera. Un deporte tan popular en nuestro país, muchas veces mirado de reojo, ahora parece causar otra impresión”, reflexionó Anderson Lucas, skater profesional y coordinador del Colectivo Love CT, un programa social que enseña el deporte en Cidade Tiradentes, periferia del extremo este de Sao Paulo. “Somos un proyecto que va mucho más allá del skate, ya que además brindamos clases de informática, de guitarra, de inglés y de composición de rap”, agregó Lucas.
Otro de los brasileños que marcó historia en Japón fue Italo Ferreira, que se convirtió en el primer campeón olímpico de surf, modalidad, al igual que el skate, que hizo su presentación en estos Juegos. Nacido en Baía Formosa, la ciudad más oriental del estado de Río Grande do Norte, Ferreira comenzó a deslizarse sobre las olas en una tapa de telgopor que rescató de las cajas que su padre usaba para guardar el pescado fresco que vendía.
Para retribuir todo el apoyo que recibió de vecinos de su ciudad, uno de los mejores surfistas del circuito mundial (está 2° en el ranking, detrás de Gabriel Medina, también brasileño) decidió crear en Baía Formosa el Instituto Italo Ferreira, donde se le dará contención y le enseñarán a surfear a niños y jóvenes de la región. “Quiero darle a los más chicos las oportunidades que se les suelen negar porque sus familias tienen dificultades financieras”, dijo el flamante medallista dorado.
“El protagonismo de Italo en todo el mundo y sus éxitos en los Juegos Olímpicos cambiaron la realidad de Baía Formosa. Este proyecto albergará a más de 70 jóvenes que tendrán una inmersión privilegiada al deporte, alejándose de otros peligros. Y tal vez mañana, al igual que Italo Ferreira, serán destacados en el circuito mundial y en los Juegos Olímpicos”, sostuvo Fátima Bezerra, gobernadora de Río Grande do Norte. “Además de las clases de surf, estos jóvenes aprenderán inglés, francés y hasta serán guiados sobre nutrición”, agregó.
La principal nadadora de fondo de la historia brasileña
Otra medallista dorada en la delegación brasileña fue Ana Marcela Cunha, que ganó la Maratón Acuática (10 kilómetros de natación en aguas abiertas). “Hace 15 años yo ya sabía que Ana Marcela sería la principal nadadora de fondo de la historia brasileña”, asegura el entrenador Sergio Silva, que durante décadas llevó adelante el proyecto social Fonte Nova, en Salvador de Bahía, que funcionaba en el predio del principal estadio de fútbol de la ciudad.
“Dentro de ese programa nadaban los niños bahianos que no tenían acceso a las piscinas de los clubes ricos, donde ni siquiera podían entrar. Cuando reformaron el estadio para la Copa del Mundo de fútbol, en 2014, destruyeron la piscina. Fue una gran pena, porque 2.000 chicos dependían de ese proyecto social; entre ellos, Ana Marcela”, explica Silva, que actualmente se desempeña como director de Maratones Acuáticos de la Confederación Brasileña de Deportes Acuáticos (CBDA).
“Ana Marcela empezó a nadar con seis o siete años. Era un poco gordita y no se destacaba en las pruebas de velocidad en piscina, pero sí mostraba una gran resistencia en largas distancias, por lo que se empezó a conseguir notoriedad primero a nivel regional y después a nivel nacional. Ahora, mucho tiempo después, culminó en Tokio lo que ya merecía desde hace años: la medalla dorada. Además, hizo una carrera perfecta”, aclaró Silva.
Como retribución al proyecto Fonte Nova, donde todo comenzó para Ana Marcela Cunha, la nueva campeona olímpica inició un programa llamado “Sucesores Acuáticos”, una iniciativa para popularizar la natación de largas distancias entre niños y jóvenes de todo el país. “Ana Marcela, de alguna manera, sintió la necesidad de devolverle algo al deporte. Además de la inclusión social de los jóvenes, pensamos que pueden salir del programa nuevos campeones, manteniendo a Brasil como una potencia olímpica en la modalidad”, sostuvo George Cunha, gerente del proyecto y padre de Ana Marcela.
El yachting
Uno de los últimos oros para la delegación brasileña en Japón llegó de la mano del yachting (o navegación a vela), con la dupla Martine Grael y Kahena Kunze, quienes ya habían sido campeonas olímpicas en Río de Janeiro 2016. A simple vista, por el costo de los implementos y las dificultades para practicarlo, este deporte parece no guardar ningún tipo de relación con programas sociales.
Sin embargo, el Proyecto Grael, creado y desarrollado por la familia de Martine, recibe anualmente a 700 niños de la red pública de educación para que aprendan a nadar, para que sepan cómo preparar una embarcación y hasta para navegar. Este programa es 100% financiado por entidades privadas.
Vale mencionar que deportes colectivos muy populares en Brasil, como el fútbol y el voleibol, que aún están en el camino hacia la medalla dorada, también cuentan con talentos que fueron descubiertos en programas sociales. El récord de medallas obtenidas en Tokio, la atención de millones de seguidores y las exitosas campañas comerciales que se dispararon alrededor de las conquistas brasileñas en estos Juegos Olímpicos puede ser una excelente noticia para el futuro de estos proyectos de inserción, sobre todo para aquellos que se encuentran en terapia intensiva.
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