Análisis

Myanmar, Guatemala y Bosnia: tres casos del uso de la violencia sexual como una forma de limpieza étnica

En entrevista con la Agencia Anadolu, la politóloga guatemalteca Andrea Tock explicó cómo la 'violencia sexual es usada como un arma sistemática en diferentes conflictos que van desde los más pequeños hasta los que llegan a la escala de genocidio'.

Daniela Alejandra Mendoza Valero  | 09.07.2021 - Actualızacıón : 13.07.2021
Myanmar, Guatemala y Bosnia: tres casos del uso de la violencia sexual como una forma de limpieza étnica Imagen donde se lee en un cartel, "este cuerpo tiene derechos", durante una manifestación contra la violencia sexual en París, Francia, el 23 de noviembre de 2019. Archivo (Mustafa Yalçın - Agencia Anadolu)

Colombia

Por: Daniela Mendoza Valero

“Me sujetaron seis hombres y cinco de ellos me violaron. Primero, mataron a mi hermano. luego me tiraron a un lado y un hombre (…) me agarró por la boca y me mantuvo quieta. Me clavó un cuchillo en el costado y lo mantuvo allí mientras los hombres me violaban. Así fue como me mantuvieron en mi lugar. Trataba de moverme y (la herida) sangraba más. Amenazaban con dispararme”.

Así relata Fatama Begum, una refugiada rohinyá, lo que le pasó en 2017 en una entrevista a Human Rights Watch desde un campamento en Bangladés. Su historia no es muy diferente a la de unas 18 mil mujeres y niñas que fueron violadas durante varios meses en 2017 en el estado de Rakáin, en Myanmar, según la Agencia de Desarrollo Internacional de Ontario (OIDA).

Pero lo que le pasó a Fatama no fue un caso aislado. Tanto en Myanmar como en muchos otros lugares donde se experimenta un conflicto la violencia sexual es vista no solo como un fenómeno individual sino como una táctica de guerra sistematizada para vulnerar específicamente a un grupo en diferentes dimensiones.

Andrea Tock, politóloga y magíster en estudios sociales de Género de la Universidad de Lund, en Suecia, lo explica en entrevista con la Agencia Anadolu, en la que indica que la “violencia sexual es una forma sistemática que ha sido definida en diversos instrumentos internacionales, que está regulada y que es usada como un arma en diferentes conflictos que van desde los más pequeños hasta los que llegan a la escala de genocidio”.

Aunque la violencia sexual afecta tanto a mujeres como a hombres, niños y la comunidad LGBTI, estadísticamente las mujeres son las que llevan la peor carga en los conflictos, según Tock, porque las mujeres llevan el papel de “guardianas de la cultura” en muchos casos, así que atentar contra ellas es también un atentado contra las culturas mismas.

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De esta manera, “la violencia sexual es esta forma intensificada de genocidio en el cual no únicamente se mata físicamente los cuerpos de las personas sino también se trata de matar la cultura”, explica la politóloga.

Para Tock, la violencia sexual en los conflictos en muchas ocasiones no se trata de excesos, “sino que son planes que vienen desde altos mandos militares porque saben que tienen una gran eficacia al momento de usarlos en la guerra para combatir a los oponentes, especialmente cuando vienen de parte las fuerzas del Estado, que tienen un poder muchísimo más grande”.

Para explicar mejor los aspectos de la violencia sexual en los conflictos estos casos arrojan luz sobre el carácter sistemático de estos crímenes:

Genocidio de los musulmanes rohinyá en Myanmar de 2017

Aunque la represión que vive la comunidad musulmana rohinyá se remonta a décadas, la limpieza étnica que se registró desde agosto de 2017 es una de las más fuertes que ha sufrido la minoría en los últimos tiempos.

El éxodo de este pueblo ha llenado los titulares de los principales medios internacionales, que han retratado las atrocidades que se han cometido contra esta comunidad: más de 34.000 personas fueron quemadas, otras 114.000 fueron golpeadas y cerca de 17.718 mujeres y niñas rohinyá fueron violadas por el Ejército y la Policía de Birmania.

Las operaciones también han dejado más de 24.000 muertos y otros 750.000 desplazados, según un reporte publicado por la OIDA.

Sobre el genocidio (y la violencia sexual) perpetrada en Myanmar en 2017 varias organizaciones de derechos humanos y órganos mundiales han condenado la conducta del Ejército (Tatmadaw). Incluso misiones de la ONU aseguraron que la violencia sexual se ha usado en este contexto como arma de guerra que “refleja una cultura generalizada de tolerancia a la humillación”.

Además, en el informe de Human Rights Watch, llamado "Todo mi cuerpo era dolor: violencia sexual en contra de mujeres y niñas rohinyá en Birmania”, se revelaron los crudos testimonios de 52 mujeres y niñas rohinyá que relataron historias de violaciones sexuales, pero también el asesinato de sus hijos, esposos y padres.

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En el caso de Myanmar, donde hubo una negación de las violaciones sexuales, la politóloga explica que en estos casos los perpetradores tienen la “excusa” de decir que sienten tal rechazo a las sociedades a las que están perpetrando el crimen que argumentan que no tendrían el deseo de realizar violencia sexual a mujeres de la otra etnia.

“Sin embargo, no es porque genere un placer como tal sexual o amoroso, sino que es precisamente realizada para perpetrar este genocidio o esa limpieza étnica. Tiene un componente de violencia que está dentro de todo”, asevera Tock.

Caso Sepur Zarco, en Guatemala

Los cerca de 200 mil muertos que dejó la cruenta guerra civil guatemalteca, que se extendió desde 1960 hasta 1996, no son la única cifra escalofriante de este conflicto. Según informes de Memoria Histórica, unas 30 mil mujeres fueron violadas sexualmente en este periodo, de las cuales el 88,7% eran indígenas mayas, y el 98% de estos crímenes fueron cometidos por agentes del Estado.

Según explica ONU Mujeres, las mujeres afectadas por lo que se conoce como el caso Sepur Zarco fueron usadas por el Ejército guatemalteco como “sirvientas, violadas y obligadas a vivir en condiciones de esclavitud. Sus maridos, que reclamaban la tierra, habían sido desaparecidos, detenidos o asesinados”.

Tock sostiene que en este conflicto “los planes militares delimitaron la forma en la cual se tenía que llevar a cabo el genocidio, que específicamente fue contra las poblaciones mayas, indígenas”.

Para la comunidad maya en Guatemala, las mujeres son consideradas aquellas que guardan la cultura. “Por lo tanto, atentar contra ellas es un atentado a la cultura”.

Violaciones masivas en Bosnia

Uno de los casos más conocido tal vez es el de las violaciones masivas ocurridas en el contexto de la guerra bosnia entre 1992 y 1995 en el que se estima que entre 20 mil y 40 mil mujeres fueron violadas.

Aunque las violaciones se produjeron de parte de hombres de todas las etnias, la mayoría fueron perpetradas por el Ejército de la República Srpska, que usó las violaciones sexuales como parte de su programa de limpieza étnica.

Las fuerzas serbias establecieron “campamentos de violaciones” en los que las mujeres vivían en condiciones infrahumanas y solo eran liberadas después de que quedaban embarazadas. Era común, además, las violaciones en grupo y públicas.

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Después de la guerra, varios políticos y militares como Radovan Karadžić, Hazim Delić, Zejnil Delalić, Zdravko Mucić y Esad Landžo, entre otros, fueron juzgados y condenados por cargos de violaciones sexuales como crímenes contra la humanidad.

Aunque en su momento se procesaron estos crímenes, y en la actualidad los grupos feministas presionan aún más para que se haga justicia al respecto, Tock asegura que “a las víctimas se les sigue poniendo el dedo de la culpabilidad y muy pocas veces se les cree”.

En vista de que en muchos casos los perpetradores pertenecen a círculos de poder, “las mujeres no sienten que pueden hablar de esto porque van a ser ellas vistas como las malas y se sigue creando esta cultura de silencio que los movimientos feministas hemos empezado a romper, pero todavía queda bastante camino por recorrer”.

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