La noche en que la izquierda ganó la presidencia en México
Luego de que se declarara la victoria de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones, decenas de miles abarrotaron el Zócalo de Ciudad de México, que alcanza una capacidad de medio millón de personas.

CIUDAD DE MÉXICO
Las calles de Ciudad de México se convirtieron en un festín inundado con miles de personas, cierres de vías y serenatas de mariachis, una vez que se publicaron los resultados preliminares de las elecciones presidenciales de este domingo que favorecían al candidato de izquierda Andrés Manuel López Obrador, de 64 años.
Apenas pasaban las 8 de la noche, cuando afuera de la casa de campaña de la coalición “Juntos Haremos Historia”, conformada por los partidos Morena-PES-PT, comenzaban a arremolinarse los ciudadanos con banderas marrones que gritaban: “¡Presidente, presidente, presidente!”. Sonaban los tambores y las trompetas.
A esas horas, antes de las 9, uno por uno, sus tres adversarios reconocieron la derrota, a pesar de que a las 11 sería el conteo rápido oficial del Instituto Nacional Electoral (INE). Parecía un anuncio temprano y cada vez más agudo, pues se trataba del primer presidente con agenda social y progresista en muchas décadas.
En la casa de campaña de Morena, ubicada dentro del Hotel Hilton, se respiraba la tensión, el silencio, al tiempo que los colaboradores y miembros del gabinete comenzaban a arribar tomando asiento en las dos primeras filas. Se trataba de académicos, dirigentes sociales y políticos comúnmente ligados a la oposición.
Medios de comunicación de todo el país y el mundo esperaban ahí desde la tarde y los reporteros empezaron a abandonar las casas de campaña de los otros partidos, los cuales se llenaban de vacíos y conferencias con sus dirigentes, que mostraban gesticulaciones de preocupación. Ya no respondían a las preguntas.
“Va a llegar a las 11. Esperará el anuncio de Lorenzo”, decían entre sí, en voz baja, los cercanos de López Obrador, aludiendo al mensaje que emitiría el presidente del INE, Lorenzo Córdova. “No les quedaba de otra, tenían que reconocer su derrota”, decía a la prensa el investigador John Ackerman, cuya esposa Irma Sandoval, pertenece al gabinete.
“La gente tomó una decisión en las urnas. Y eligió a los candidatos de Morena”, declaró a los medios la senadora Gabriela Cuevas, una de las políticas que renunció a su partido, el democristiano Acción Nacional, para unirse a Morena. Todos ellos se abrazaban entre sí con cara de incredulidad.
Su llegada
Al transmitirse los resultados que colocaban a López Obrador con el 53%, la sala se llenó de vítores, los cláxones de los autos se sincronizaban como cuando la selección mexicana de fútbol gana un partido. La razón era simple: desde los tiempos del expresidente Lázaro Cárdenas, quien impulsó la expropiación petrolera en 1937, México no había tenido un mandatario con visión izquierdista y con una historia como dirigente social.
El furor desatado cuando ganó Vicente Fox en el 2000, sacando al oficialista PRI, quedó minimizado.
Minutos después, se apagaron las luces alumbrando al estrado, y acompañado de aplausos, ingresó el candidato tomado de la mano de su esposa, la doctora en historia Beatriz Gutiérrez, así como sus hijos. Subieron y sin perder un segundo, dijo: “Una mayoría importante de ciudadanos ha decidió iniciar la cuarta transformación de la vida pública de México”.
Más olas de aplausos seguían. De traje negro, camisa blanca y corbata marrón, agregó: “Llamo a todos los mexicanos a la reconciliación y a poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el interés superior, el interés personal. Como dijo Vicente Guerrero: la patria es primero”.
“El nuevo proyecto de nación buscará establecer una auténtica democracia, no apostamos a construir una dictadura, abierta ni encubierta. Los cambios serán profundos, pero se darán con apego al orden legal establecido. Habrá libertad empresarial, libertad de expresión, de asociación y de creencias. Se garantizarán todas las libertades individuales y sociales”, dijo.
Atrás de él, había una pantalla que transmitía una bandera mexicana con la frase “No les voy a fallar”. A cada frase que terminaba, venían los alaridos y aumentaron cuando mencionó que el combate a la inseguridad y la violencia solo se lograrían atacando las causas: la desigualdad y la pobreza. “La paz y la tranquilidad son frutos de la justicia”, añadió.
En su discurso, el tres veces candidato presidencial -2006, 2012 y 2018- continuó con lo que había prometido días atrás en campaña: “A partir de mañana convocaré a representantes de derechos humanos, a líderes religiosos, a la ONU y otros organismos nacionales e internacionales para reunirnos las veces que sean necesarias y elaborar el plan de reconciliación de México”.
A sus propuestas, sumó que en materia económica se respetaría la autonomía del Banco de México y se mantendría una “disciplina financiera”, y libertad empresarial, así como mantener una relación amistosa con otros gobiernos, especialmente con el de Estados Unidos, con el que actualmente se vive una tensión diplomática.
“No voy a traicionar al pueblo. Confieso que tengo una ambición legítima: quiero pasar a la historia como un buen presidente de México. Deseo, anhelo con toda mi alma, poner en alto la grandeza de nuestra patria, ayudar a construir una sociedad mejor y conseguir la dicha y la felicidad de todos los mexicanos”.
“¡Qué viva México!”, dijo tres veces, al tiempo que el público coreaba “¡Viva!”.
Hacia el Zócalo
Al término de su discurso, le hizo la señal con las manos a su equipo, para dirigirse hacia el Zócalo de Ciudad de México, la plaza pública más importante del país. El corazón donde nació la antigua Tenochtitlán del imperio Azteca. Ya pasaba la medianoche y se posicionaba una luna llena en el cielo.
Desde todas las avenidas venían grupos de personas de todas las edades y estratos sociales caminando, también a bordo de motocicletas, bicicletas, patinetas, sillas de ruedas, muletas; algunos venían enyesados, mujeres embarazadas o con sus hijos a los hombros.
Todas las vías para llegar a la plancha estaban abarrotadas y en las calles se escuchaba: “¡Sí se pudo, sí se pudo!”. Los asistentes avanzaban lentamente acompañados de un tigre realizado con artesanía china, el cual cargaban, haciendo alusión a la advertencia que soltó López Obrador días atrás: "Si hay fraude, yo no voy a agarrar al tigre”.
En el escenario ya estaba arriba López Obrador platicando su proyecto de nación a todos los ciudadanos presentes. “Para el bienestar de todos, los pobres primero”, dijo con un tono de voz ya desgastado, con ojeras remarcadas y un cansancio visible. La gente se subía a la valla, intentaba cruzarla para poder saludarlo, las matracas resonaban.
“#AMLO A partir de hoy rescatamos a México juntos”, se leía un cartel. “Ganamos. La esperanza de México”, decía otro más. “Hemos triunfado”, rezaba otra.
Entre los asistentes se abrazaban, derramaban lágrimas y se dibujaban sonrisas de incredulidad. Había amigos celebrando con cervezas en medio de la vía pública, familias enteras con sus cobijas sosteniendo a sus bebés en primera fila, mercantes con todo tipo de productos del político originario de Tabasco.
La señora Angélica Lizardi Reyes de 55 años, una ciudadana que siempre ha seguido a López Obrador, levantaba un peluche del candidato y lo movía de derecha a izquierda. “Se lo debía a México, se lo debía, y lo logró con el apoyo del pueblo. Me siento contenta, siempre lo hemos seguido, siempre hemos estado con él y sabemos que íbamos a ganar”, dijo a la Agencia Anadolu.
Para ese momento, López Obrador ya se había retirado, el escenario lo comenzaban a desmontar, pero la verbena continuaba en todas las calles de Ciudad de México y otras metrópolis importantes del país. Pasaban las dos de la madrugada y miles de banderas tricolores de todos los tamaños hondeaban en cualquier esquina. La catarsis iba en aumento.
Vestida de color marrón y con el cabello pelirrojo teñido, la militante narró: “Nadie lo creía y lo logró, con el apoyo de nosotros lo logró. Va a acabar estos 12 años de frustración y dolor. Siguió adelante, no se cayó nunca, y va a pasar a la historia como un buen presidente y luchador social”.
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