¿Están dadas las condiciones para una nueva dictadura en Brasil?
El 22 de octubre, la firma Datafolha reveló que un 31% de los electores cree que “hay una gran posibilidad” de una nueva dictadura como la que existió entre 1964 y 1985.

BOGOTÁ
Por: Santiago Peña Aranza
Ahora que la victoria de Jair Bolsonaro es un hecho, surgen dudas sobre el futuro de Brasil en cuanto al talante que tendrá su gobierno. ¿Seguirá con el autoritarismo demostrado en la campaña o moderará sus posturas?
La incertidumbre sobre el futuro democrático del gigante suramericano hace pensar a muchos en la posibilidad de un régimen autoritario como el que existió entre 1964 y 1985. De hecho, hay algunas similitudes entre el contexto actual y el de la década del sesenta que pueden dar algunas pistas.
Ruptura democrática
La dictadura en todo el sentido de la palabra solo existió entre 1964 y 1967, luego hubo una institucionalización del régimen con una nueva Constitución autoritaria. Existía un partido de oposición aceptado pero sus posibilidades de llegar al poder eran nulas. Había elecciones a Congreso y el legislativo elegía al presidente.
Para el establecimiento del régimen militar en 1964 fue necesario un golpe de Estado que rompió con el orden constitucional. Eran los tiempos de la Guerra Fría, la Escuela de las Américas y la Operación Cóndor, así que Estados Unidos no tenía reparos en apoyar gobiernos afines a sus intereses así no sean democráticos.
Ahora, con el fin de la Guerra Fría y la amenaza del comunismo internacional conjurada, la intervención de los Estados Unidos en los asuntos de otros países es más difícil, por tanto una opción es fomentar acciones soterradas para generar cambios de gobierno que parezcan institucionales.
La victoria de Bolsonaro no es en sí una ruptura democrática, pero quizás el “impeachment” que sufrió la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), sí lo fue. Un 33% del país considera que la medida fue un golpe de Estado, según una encuesta de abril de 2016.
Ahora bien, podría haber una ruptura democrática si la amenaza de “autogolpe” de la fórmula vicepresidencial de Bolsonaro, el general Hamilton Mourao, se cumple.
El papel importante de los militares
Desde 1945, los militares brasileños han asumido un papel de intervención en la política del país en momentos puntuales. En este sentido, el golpe de Estado de 1964 tuvo un antecedente claro: en 1961 el presidente Janio Quadros renuncia y su vicepresidente, Joao Goulart, debía acceder al poder pero el Ejército se lo impidió en un principio.
Lo acusaban de comunista y solo le permitieron acceder al poder después de unas negociaciones donde le impusieron al país un sistema parlamentario, para controlar a Goulart, que duró hasta 1963, cuando mediante plebiscito la población decidió volver al presidencialismo.
Con esa relegitimación, Goulart empezó a promover reformas encaminadas a la mejor distribución de la riqueza, lo que no gustó mucho a la élite brasileña, a los militares y a Estados Unidos, que finalmente terminaron juntándose para evitar la profundización de las reformas.
Con el fin del régimen militar, el Ejército no terminó desprestigiado como sucedió en Argentina, de hecho le impusieron su propio estatuto a los constituyentes de 1988.
En 2011, el presidente Lula intentó crear una Comisión Nacional de la Verdad sobre la dictadura, pero contó con la oposición de las Fuerzas Militares. Dilma Rousseff, con modificaciones, logró hacerlo en 2012, pese a que la dictadura terminó en 1985. Lo que se ha conocido ha sido gracias a testimonios de víctimas porque los archivos del Ejército continúan protegidos.
En el gobierno interino de Michel Temer también se ha sentido el poder de los militares. En 2017 fueron convocados para controlar las manifestaciones en la capital, en 2018 se nombró a un militar como ministro de Defensa y el Ejército intervino la seguridad de Rio de Janeiro.
Bolsonaro proviene del sector castrense y ha sido un abierto defensor de la dictadura. Su fórmula vicepresidencial, otro militar, ha planteado la posibilidad de un “autogolpe” liderado por Bolsonaro, apoyado por los militares, ante una eventual “anarquía generalizada”, sin explicar concretamente lo que eso significa.
De la mano de su partido de extrema derecha, seis militares irán al Congreso como diputados, otros estuvieron en su equipo de campaña y probablemente harán parte de su gabinete ministerial.
Reacción a políticas progresistas
Tanto la dictadura militar de los años sesenta, como el gobierno de Bolsonaro fueron precedidos de gobiernos progresistas que buscaron la redistribución de la riqueza y la disminución de la pobreza.
El “impeachment” a Dilma, la prisión de Lula y el gobierno de Temer pueden considerarse el inicio de la reacción a estas políticas.
Si bien los militares de la dictadura controlaron la economía, lo que no le gustaría a los neoliberales de hoy, ahora Bolsonaro anuncia un paquete neoliberal que incluye la privatización de empresas públicas para pagar las deudas del Estado.
La reacción a las políticas progresistas en los años sesenta contó con el apoyo de Estados Unidos y seguro Bolsonaro también lo tendrá. El presidente de EEUU, Donald Trump, a través de su cuenta de Twitter, envió sus felicitaciones al presidente electo y ya ha manifestado que su gobierno y el de Brasil "trabajarán juntos muy de cerca en temas comerciales, militares y todo lo demás".
Estigmatización del enemigo político
En 1964, el empresariado, los terratenientes, la Iglesia, Estados Unidos y la prensa privada apoyaron el golpe. Los medios de comunicación difundían mensajes para convencer a la ciudadanía de que Goulart llevaría a Brasil al comunismo, tal y como sucedió durante esta campaña para tratar de decir que Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores, rival de Bolsonaro, instauraría un régimen como el venezolano.
Contexto geopolítico
En los años sesenta, Estados Unidos buscaba reafirmar su influencia en América Latina, tal y como sucede actualmente.
La Revolución Cubana había triunfado en 1959 y se consolidaba después del desembarco en Bahía Cochinos (1961) y la crisis de los misiles de 1962. Este contexto inspiró a los trabajadores y campesinos latinoamericanos que intentaron producir cambios en sus respectivos países.
En la segunda mitad del siglo XX, los estadounidenses apoyaron la conformación de dictaduras en varios países de América Latina para evitar posibles gobiernos comunistas.
En el siglo XXI, el gobierno del PT hizo parte de la ola de gobiernos progresistas en América Latina que bloqueó algunas de las iniciativas de Estados Unidos para la región (por ejemplo, el ALCA) y le restó influencia debilitando la Organización de Estados Americanos (OEA) con la creación, bajo el liderazgo de Hugo Chávez, de otros organismos regionales (Alba, Unasur, Celac) donde los estadounidenses no tenían presencia.
También esa ola de gobiernos progresistas buscó apoyo en China y Rusia y favoreció que aumentara su influencia en la región.
La victoria de Bolsonaro sin duda favorece la influencia de Estados Unidos en América Latina y debilita la posición del gobierno venezolano de Nicolás Maduro, que ya no está en condiciones de liderar una diplomacia anti-imperialista en la región, así cuente con el apoyo de Rusia y China.
Si bien históricamente puede haber similitudes, eso no asegura que pueda repetirse una dictadura. Será el talante y desempeño de Bolsonaro a la hora de enfrentar a sus críticos y definir sus políticas lo que determinará el grado de autoritarismo de su gobierno.
De todas maneras, una ruptura democrática, e incluso constitucional, a cargo del Ejército contaría con apoyo popular teniendo en cuenta que es la institución más respetada del país, con una imagen positiva de 56%, según un sondeo hecho en 2017 por la Fundación Getúlio Vargas y la Escuela de Derecho de Sao Paulo. Es más, la misma encuesta revela que el 43% de los brasileños apoyaría una intervención militar provisional.
*Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan la política editorial de la Agencia Anadolu.