Se necesita más que una resolución para frenar el genocidio rohinyá en Birmania
Se debe crear una coalición de Estados a nivel internacional para hacer una verdadera presión sobre el gobierno birmano y así obligarlo a detener el genocidio contra los rohinyá.

LONDRES
La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó este jueves, de manera abrumadora, una resolución que califica los crímenes cometidos por las fuerzas de seguridad de Birmania contra los musulmanes rohinyá como un genocidio. Una acción correcta que debía ser tomada.
Los legisladores de EEUU merecen ser aplaudidos por tratar de convertir "¡Nunca más!" en una política gubernamental del país luego de la declaración en el Museo en Memoria del Holocausto. En ese sentido, es válido que EEUU señale que Birmania está cometiendo un genocidio y crímenes de lesa humanidad.
La resolución de la Cámara establece que "todos los gobiernos y organismos multilaterales (en el mundo) deben llamar a tales atrocidades (contra la minoría rohinyá) por sus nombres legítimos de" crímenes de lesa humanidad ","crímenes de guerra" y "genocidio".
A pesar de la disminución notoria del poder de Estados Unidos a nivel mundial, la nación norteamericana aún conserva una influencia y un alcance sin precedentes, militar, institucional, económico e ideológico con respecto a Rusia y China.
En este contexto, la postura inequívoca que tomaron los legisladores estadounidenses contra el genocidio de Birmania tiene un enorme potencial para acabar realmente con la miseria inimaginable que experimentan los cerca de 1,5 millones de rohinyás, tanto en los campamentos de refugiados en Bangladés como en sus propios lugares de origen dentro del estado occidental de Birmania, Rakáin.
Sin embargo, los llamados para que el Consejo de Seguridad de la ONU remita el asunto a la Corte Penal Internacional o a un Tribunal Penal Internacional especial sobre Birmania, o incluso solo a sanciones económicas, no tendrá un impacto apreciable ni en el Ejército birmano, que ha institucionalizado la intención de la destrucción de los rohinyás como una población objetivo desde la década de 1970, ni en la mayoría del público en Birmania, a quienes se les ha lavado el cerebro para creer que la ONU o las alegaciones internacionales de atrocidades son “noticias falsas, inventadas por occidente y una conspiración musulmana financiada y coordinada por la Organización para la Cooperación Islámica (OCI)".
Opción poco realista
La idea de una acción militar por parte de EEUU en Birmania, bajo la premisa de una intervención humanitaria, no tiene precedentes.
Llevar a cabo un ataque quirúrgico orquestado por la Flota del Pacífico de EEUU con misiles sobre Naypyidaw, la capital del país, donde viven los máximos generales de las Fuerzas Armadas birmanas, es una opción poco realista por varias razones.
En primer lugar, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no ha mostrado ninguna preocupación por las noticias de que las tropas de Birmania están quemando vivos a bebés rohinyá, mujeres y ancianos. De hecho, Trump ni siquiera ha twitteado la palabra "rohinyá", y mucho menos ha llamado la atención sobre las condiciones infernales en las que viven.
Además, una acción militar estadounidense con misiles y drones sobre Birmania, una nación ubicada entre China e India, quienes compiten por imponer su influencia sobre la nación asiática a través de estrategias militares y económicas, puede no ser ideal. Dichos ataques atraerían la atención de estos dos rivales y los llevarían a una acción militar, un panorama poco deseable para EEUU y sus aliados.
Con respecto al impacto de las sanciones económicas totales, en el improbable caso de que Estados Unidos las imponga, los cuatro mayores inversores en Birmania son China, Tailandia, Singapur y Hong Kong, seguidos por Reino Unido. Los impactos de dichas sanciones sobre los objetivos, los generales y la economía nacional se verían significativamente mitigados por estos países.
Es muy probable que ninguno de estos gobiernos siga el liderazgo de EEUU en las circunstancias actuales. China considera a Birmania, un país en su patio trasero, como una parte integral de su gran proyecto One Belt, One Road, un proyecto por el cual está tratando de crear un nuevo orden mundial, con Pekín como su centro imperial.
Cualquier diálogo con la intención de persuadir a China o Rusia, naciones con profundos lazos militares con Birmania, para que apoyen medidas punitivas dentro del marco de los mecanismos de justicia y gobernanza globales, incluyendo el Consejo de Seguridad, no son más que delirantes.
Por su parte, Gran Bretaña, desesperado por encontrar acuerdos comerciales bilaterales fuera de la UE en medio del brexit, persigue sus propios intereses, mientras sirve como “titular” de las resoluciones de Birmania en los organismos multilaterales en virtud del hecho histórico de que fue su antiguo gobernante durante la época colonial.
En una larga entrevista del 12 de diciembre con el grupo local de noticias Mizzima, el embajador británico, Daniel Chugg, habló muy poco y con mucho sigilo sobre el genocidio, resaltando muy bien su rol como embajador.
Según las propias palabras de Chugg, "somos el quinto inversionista más grande en Birmania, nuestro stock total de inversión aquí es de más de USD 4 mil millones, y nuestro comercio el año pasado fue de alrededor de USD 500 millones, que fue un 20% más que el año anterior. Por lo tanto, está creciendo, pero aún es relativamente pequeño en términos globales, por lo que espero que esas cifras mejoren mientras esté aquí".
Sin importar qué tan poderoso pueda ser Estados Unidos, las medidas tomadas no serán las suficientes para terminar con el genocidio en Birmania.
Pasos a seguir
Si el gobierno de Trump toma la determinación legal, como lo exige la Resolución de la Cámara de los Estados Unidos, de que Birmania está cometiendo crímenes de genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, no solo contra los rohinyá sino también contra otras comunidades étnicas y religiosas como la de Kachin, Shan y Ta'ang, esto no generará las consecuencias necesarias y suficientes que ameritan el caso.
El verdadero primer paso para poner fin al genocidio en Birmania tendrá que ser una conferencia internacional de Estados que haya expresado sus preocupaciones de forma oficial sobre la naturaleza de los delitos que la nación asiática está cometiendo.
Hay 47 Estados miembros que votaron sobre la Resolución del Consejo de Derechos Humanos de la ONU que exige la rendición de cuentas a los perpetradores de crímenes de Estado internacionales en Birmania.
Pese a que EEUU ya no es miembro del Consejo y teniendo en cuenta la preocupación sobre el genocidio en Birmania que quedó en evidencia en la votación de la Cámara de Representantes, el Gobierno norteamericano está en la mejor posición para organizar una conferencia de este tipo en Washington.
El Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos, que ha realizado un trabajo extraordinario en el monitoreo del genocidio e investigación sobre la situación de los rohinyá, sería un socio ideal de la sociedad civil para facilitar dicha conferencia.
Un objetivo primordial de la conferencia debería ser forjar una coalición de gobiernos que estén preparados para unir sus recursos, influencias estratégicas e incluso activos militares para ejercer suficiente presión sobre el Ejército de Birmania y sobre de Aung San Suu Kyi.
Sin la presión suficiente, Birmania, es decir, el gobierno civil y el Ejército, no aceptarán a los rohinyás como ciudadanos plenos e iguales ni proporcionarán ninguna garantía para la seguridad de las comunidades sobrevivientes.
De hecho, la resolución del genocidio de Birmania establece acertadamente que "el gobierno civil de este país, dirigido por la consejera estatal Aung San Suu Kyi y el presidente Win Myint, aún no ha tomado las medidas necesarias para abordar la violencia dirigida contra los rohinyás y no ha logrado crear las condiciones necesarias para los retornos. Así mismo, tampoco han permitido el ingreso de las organizaciones humanitarias como ACNUR o PENUD, de la ONU, o de los periodistas al estado de Rakáin, donde se han cometido los crímenes.
Frente a este escenario, solo una contra-alianza de Estados ampliamente apoyada por la sociedad civil y los movimientos de derechos humanos pueden ejercer suficiente presión concreta sobre el régimen perpetrador y la sociedad genocidamente racista para permitir que la minoría rohinyá viva en paz en su propio terreno ancestral: el estado de Rakaín.
*Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de la Agencia Anadolu.
*Maung Zarni es coautor de "El genocidio de quema lenta de rohinyá de Birmania" (Pacific Rim Law and Policy Journal, 2014) y coordinador de la Coalición Rohinyá Libre.
**Juan Felipe Vélez contribuyó con la redacción de esta nota.
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