Para la candidata brasileña Marina Silva, la tercera es la vencida
“Fue por no conformarme, por no desistir, que he llegado donde estoy”. Esta es la frase que Marina Silva, de 60 años, única mujer candidata a las elecciones presidenciales de Brasil, suele repetir a la prensa y a sus seguidores.

Brasil
Por: Joana Oliveira
“Fue por no conformarme, por no desistir, que he llegado donde estoy”. Esta es la frase que Marina Silva, de 60 años, única mujer candidata a las elecciones presidenciales de Brasil, suele repetir a la prensa y a sus seguidores.
Creadora del partido Red Sustentabilidad y con el 11% de las intenciones de voto, según las últimas encuestas, ha hecho de su biografía un ejemplo de su lucha política.
Fue la senadora más joven de la historia de la República brasileña (a los 36 años), María Osmarina Marina Silva Vaz de Lima nació en un Seringal del estado del Acre, en medio de la floresta amazónica.
Sus padres tuvieron once hijos, de los cuales solo ocho sobrevivieron. “Nuestra vida era difícil. Me despertaba siempre a las cuatro de la mañana, recogía madera, encendía el fuego, preparaba el café y una farofa de plátano con huevo, que era nuestro desayuno.
Después, junto con mis seis hermanas y mi único hermano, recorría un promedio de 4 a 5 kilómetros para cortar los árboles y retirar el caucho. Al final de la tarde, hacía el mismo recorrido”, cuenta.
A los 15 años, se quedó huérfana de madre. A los 16, sobrevivió a una hepatitis —su historial médico también incluyen cinco malarias, leishmaniosis y contaminación por mercurio. Migró del bosque a la capital de su estado para tratar la salud. Fue cuando, por fin, pudo aprender a leer y escribir, gracias a un programa de la dictadura militar para la alfabetización de jóvenes y adultos. Compaginó los estudios con el trabajo como limpiadora doméstica y con la vida religiosa —su sueño, entonces, era ser monja.
La candidata del medio ambiente
Todo cambió en 1975, cuando conoció al activista socioambiental Chico Mendes -que luchaba por la preservación de la Amazonía y de las comunidades indígenas, asesinado en 1988- de quien se hizo amiga rápidamente. Su historia personal y esa relación con Mendes convirtieron el medio ambiente en la principal bandera política de Silva. En 1997 ganó el Global Environmental Prize, considerado el Nobel del medio ambiente.
En 2008, cuando ocupaba el puesto de Ministra del Medio Ambiente del Gobierno de Luis Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores - PT), entró en la lista del diario británico The Guardian como una de las “50 personas capaces de salvar el planeta”. “Es la mujer más capaz de prevenir la total ruina de la Amazonia”, escribieron sobre ella.
Después de 24 años en el PT, Silva dejó el partido en 2009 por no estar de acuerdo con sus políticas medioambientales, sobre todo con la entonces ministra de Planificación, Dilma Rousseff. La cartera de Rousseff, responsable de algunos de los principales proyectos de infraestructura del país, exigía más agilidad del Medio Ambiente en la concesión de licencias.
Cuando abandonó el partido, Silva se presentó a su primera candidatura a la presidencia por el Partido Verde, donde estuvo entre 2009 y 2011. Quedó tercera en los comicios, con el 19% de los votos. Quedaría en tercer lugar también en 2014 (21% de los votos). La tragedia en ese entonces una vez más cruzó su camino.
Ella era candidata a la vicepresidencia de Eduardo Campos (Partido Socialista Brasileño - PSB), pero, dos meses antes de las elecciones, Campos murió en un accidente aéreo y Silva asumió la candidatura.
Después del trágico hecho, Silva decidió crear en 2015 su propia formación, con el apoyo —principalmente financiero— de una élite intelectual y económica (como la heredera de uno de los mayores bancos de Brasil) involucrada en el activismo ecológico.
Así nació la Red Sustentabilidad, a través de la cual Silva presenta sus propuestas para el país: combatir las privatizaciones, mantener programas sociales y de transferencia de renta como el Bolsa Familia (estrella del Gobierno Lula), proteger las poblaciones más vulnerables y combatir el impacto de los impuestos sobre los más pobres.
Es menos clara en temas de clamor social, como la legalización de drogas y del aborto. “Como evangélica, estoy en contra de esas cosas. Pero el Estado es laico, así que convocaría un plebiscito para que la sociedad decidiera”, sostiene.
“Marina no utiliza la política como un juego de poder. Ella es una persona extremadamente dulce, pero nunca me ha dado la sensación de que está jugando. Dice lo que piensa y no lo que quieren oír, como lo hacen los políticos”, afirma Tião Viana, quien fue su compañero en el Senado.
El mito de la candidata frágil
Con una rutina de vida simple, Silva es considerada como una persona que no para de trabajar y estudiar. La pasión por el estudio busca compensar el tiempo perdido por los difíciles primeros años de su vida, que llevaron al inicio tardío de su educación formal.
"Ella lee mucho en casa y duerme menos de lo que necesitaría, le encanta estudiar", comenta un antiguo asistente de la candidata, que pidió no ser identificado.
Las muchas enfermedades y los traumas que vivió dejaron sus marcas sobre su el cuerpo. De compleción muy delgada, con el largo pelo eternamente recogido en un moño y siempre con ropa sencilla y de colores claros, Marina Silva es considerada por muchos la personificación de una mujer frágil.
Nada más lejos de la realidad, garantiza. “Soy flaquita como algunos árboles de la Amazonía, que aunque les des con un hacha no se derrumban”, dice.