Mujeres sobrevivientes de las prisiones de Assad cuentan su historia
Las mujeres fueron las principales víctimas de la guerra civil en Siria, la cual ya lleva siete años.

IDLIB, Siria
Las mujeres que estuvieron recluidas ilegalmente en las prisiones del régimen de Bashar al-Assad en Siria, donde estuvieron sujetas a torturas y violaciones, le narraron a la Agencia Anadolu sus sufrimientos y los horrores que presenciaron.
Las mujeres fueron las principales víctimas de la guerra civil en Siria, la cual ya lleva siete años.
Según la lista de detenciones registradas por la Red Siria para los Derechos Humanos (SNHR por sus siglas en inglés), por lo menos 8.633 mujeres están detenidas en centros penitenciarios de las diferentes partes del conflicto.
Por lo menos 7.009 de ellas están detenidas en cárceles del régimen sin derecho a un juicio.
Según las cifras de la SNHR, las fuerzas del régimen son responsables de 7.699 casos de violación en los centros carcelarios, los cuales involucran a 864 mujeres y 432 niñas menores de edad.
Sin embargo, el número de mujeres violadas en los centros puede ser más alto, ya que la mayoría de arrestos se llevan a cabo sin ser registrados y las víctimas de violación son obligadas a guardar silencio.
‘Estudiante de noveno es violada por seis personas en frente de todos’
Um Mohammad, quien reside en Guta Oriental, dijo que mientras iba camino al trabajo en el 2012, las fuerzas del régimen la obligaron a subir a un vehículo, la llevaron a un centro de detención y allí fue golpeada.
Tras ser interrogada tres veces y ser puesta en una celda con otras siete mujeres, Mohammed dijo que le quitaron su velo a la fuerza.
“Se podía ver en la cara de las personas en la celda que estaban siendo torturadas. Había una estudiante de noveno año. Fue violada por seis personas en frente de todos. La niña provenía de una familia muy religiosa. Se la llevaron a otro lugar, pero nunca regresó. Si estuviera viva habría regresado”, dijo Mohammad.
‘Incluso una mujer de 55 años fue violada'
Um Mohammad dijo que resistió cuando su velo fue arrancado violentamente. “Por este motivo fui torturada. Fui violada, incluso una mujer de 55 años fue violada”.
Cinco o seis días después ser arrestada, Mohammad dijo que fue enviada a reclusión solitaria, pasó dos meses y medio con un poco de pan y queso que le era entregado cada 10 días. Enfermó demasiado y su sistema nervioso colapsó debido a lo que le tocó atravesar.
Mohammad dijo que una persona fornida entraba a su celda y la golpeaba hasta que perdía la conciencia.
“Había otra persona en mi situación. Era una maestra de 30 años. Fue torturada mucho peor que yo”.
‘Uno entra con dignidad, pero sale sin ella’
Enfatizando que todas las mujeres recluidas en las cárceles del régimen de Assad eran sujetas a violaciones y maltratos, Mohammad dijo: “uno entra con dignidad, pero no puede salir con la dignidad intacta. Las mujeres fueron violadas y torturadas varias veces. Yo estaba en una celda, pero podía oír a la gente gritando por las torturas. Todavía oigo sus voces. Es imposible olvidar”.
Mohammad dijo que después de salir de la prisión, siguió siendo tratada injustamente. Su familia la rechazó, ya que se había casado con un primo quien la divorció tras enterarse que fue violada.
‘Me caía cada vez que me golpeaban, pero me hacían parar para golpearme de nuevo".
Sayha Al-Barudaya, madre de dos, expuso la tortura a la que fue sometida en una cárcel del régimen. Ella fue detenida en un retén cuando se dirigía a Beirut, Líbano, con su esposo.
Barudaya dijo que fue arrestada por tener la licencia de caza de su esposo en su bolso. Dijo que fue torturada e interrogada durante cuatro horas en un centro de detención por “ayudar al terrorismo”.
Barudaya dijo: “me caía cada vez que me golpeaban, pero me hacían parar para golpearme de nuevo”. Después de todo esto, fui interrogada de nuevo en un puesto militar. Después, me esposaron y me vendaron los ojos, y me metieron en una celda. Tras 48 horas, abrieron la puerta y tiraron un pedazo de pan y tres aceitunas.
Dos opciones: admitir crímenes que nunca se cometieron o seguir resistiendo
Barudaya dijo que, debido al shock causado por las torturas, uno debía admitir haber cometido todos los crímenes que se le imputaban o seguir resistiendo.
“Decidí resistir y juré resistir independientemente de que fuera liberada o permaneciera detenida. Fui voluntaria en la Media Luna Roja. Ayudaba a todas las personas heridas o con necesidades sin importar quienes fueran. Pero estos tiranos nos acusaron de ayudar al terrorismo”.
Dijo que había tres mujeres más en su celda, ellas fueron acusadas de crímenes similares a los suyos.
“La persona que me interrogó durante ocho horas con mis ojos vendados, manos esposadas y piernas amarradas era casi de la edad de mi hijo”, añadió.
“Cadáveres andantes con huesos visibles debido al hambre”
Explicando que su velo fue arrancado y la parte superior de su cuerpo fue expuesta y golpeada en los interrogatorios, Barudaya dijo que cuando rechazó las acusaciones, fue llevada a una habitación con agua hasta sus tobillos y colgada del techo con sus esposas.
“Me torturaron de diferentes maneras. Cuando me desmayaba, me electrocutaban mediante el agua para hacerme reaccionar. Nosotras, 66 personas en total, fuimos transferidas a la prisión central de Homs. Estuvimos recluidos en el mismo lugar que los acusados de distribuir drogas, violadores y asesinos. Ver a niñas de 18 años, sobrevivientes de la masacre de Baniyas, retenidas en prisión como si fueran criminales, me traumatizó. Llegué a la conclusión de que todas las mujeres en Siria están encarceladas".
‘Solo podía oler la muerte y los cadáveres’
Barudaya dijo que cuando fue transferida a la sección palestina de la prisión Banon, la presencia de chiitas iraníes llamó su atención. “Solo podía oler muerte y cadáveres cuando bajaba las escaleras para llegar a mi sección. Todas las celdas olían a muerte”.
En su sección había otras 43 mujeres y a pesar de que varias reclusas sufrían de infecciones, no había ventilación.
“Se acercaban a mí como si fuera una salvadora enviada del cielo y me preguntaban qué estaba ocurriendo afuera. Estaban agitadas, como si el régimen de Assad se fuera a caer el día después y ser liberadas”.
Dijo que después de tres días sin comida les entregaron una papa cocida para ser compartida entre cuatro reclusos.
“No me dieron comida porque mi nombre no estaba en la lista. Las mujeres al lado mío compartieron su porción conmigo. Eso me hizo llorar, algo que me alivió un poco. No podíamos dormir debido a los ruidos de las reclusas más jóvenes. Teníamos descansos de 15 minutos a las 9 a.m. y a las 5 p.m.”, dijo Barudaya.
‘Me arrastraron por el suelo en frente de todo el vecindario tras exponer mi pelo y la parte superior de mi cuerpo’
Maryam, una madre de cuatro hijos de la ciudad de Homs, es una de las muchas mujeres que fueron violadas y torturadas en las prisiones del régimen de Assad.
Al inicio de la guerra civil, Maryam dijo que participó en las manifestaciones lideradas por dos de sus primos en Hama. Después de que el régimen empezó a usar la violencia, el grupo de manifestantes abrió un hospital de campaña y Maryam trabajó allí como voluntaria.
Maryam dijo que cuando las fuerzas del régimen entraron a Hama, fueron denunciados por un informante del régimen de Assad que trabajaba en el hospital.
“Mi esposo era oficial del Directorado de Agricultura y Ganadería. Lo atraparon y le preguntaron sobre mí durante el interrogatorio. Cuando les dijo que era su esposa, intentaron obtener más información. Mientras tanto, mis amigos me dijeron que escapara, pero echaba de menos a mis hijos. Llegué a la casa de mis padres a las 6:00 a.m. cuando el régimen intentaba suprimir las manifestaciones en Hama”, afirmó.
Las fuerzas del régimen derribaron la puerta y allanaron el hogar mientras Maryam abrazaba a sus niños. Dijo que cogieron a su hija de cuatro años y le preguntaron "¿dónde está tu mamá?", mientras la sacudían fuertemente.
“Mi hija se orinó ese día. Desde entonces ha tenido problemas de incontinencia. Los militantes Shabiha me arrastraron por el suelo en frente de todo el vecindario tras exponer mi pelo y la parte superior de mi cuerpo. Me obligaron a subir a un vehículo armado y vi que había otras cuatro niñas jóvenes ahí.
“Donde nos llevaron comenzaron a gritarnos: ‘¡los terroristas llegaron!’. Entramos a la habitación de un comandante llamado Sulaiman, estaba comiendo maní y maldiciendo nuestro orgullo y honor a la vez. Desde entonces, no he comprado ni comido maní. En prisión nos tomaron fotos y nos asignaron un código, el mío era 581 o 518. También, el concepto de ‘las mujeres son requisadas por policías mujeres’ es una mentira. Un oficial hombre me requisó después de quitarme la ropa”.
"Ellos respondían ‘Alá no existe"
Maryam dijo que solo había una cama en el cuarto de interrogación.
“No había fin a sus torturas. No se imaginan lo que ocurría después de medianoche”. Sulaiman escogía a las niñas más hermosas y las llevaba a su habitación. Había dos habitaciones en su oficina. El frente era la oficina, la parte de atrás era un cuarto de violación.
Yo decía: ‘¡no hagan esto por amor a Alá!’, ellos respondían ‘Alá no existe".
“Una de las niñas que violaron quedó embarazada. Siguió siendo violada mientras estaba en embarazo. Al sexto mes dio a luz. Le dispararon al niño al frente suyo. La niña enloqueció. Hoy en día sus padres tienen que atarla con una soga para contenerla. Una de mis amigas estaba cursando su tercer año en la escuela de medicina. Estaba soltera. También fue violada. Había un hombre joven llamado Ahmad, de la región de Safira. Él lloraba cada vez que oía nuestros gritos. Torturas cada mañana, violaciones en la tarde. A nadie le importaba, nadie escuchaba. ¿Cuál fue nuestro crimen? Ayudamos a los heridos. Enviamos comida a las familias afectadas por la guerra”.
‘Solo pido a nuestro padre Recep Tayyip Erdogan hacer que nos escuchen’
Maryam dijo que entró en shock tras salir de la prisión porque la sociedad entera la insultaba y la rechazaba por haber sido violada.
“Esperábamos ser recibidas con sonrisas por doquier… ahora ni siquiera puedo ir al mercado”.
Maryam dijo que su esposo la divorció, toda su familia la hizo a un lado y ni siquiera contestan el teléfono durante festivales religiosos. Incluso su hermano amenazó con matarla.
A pesar de lo que sufrió, Maryam dice estar preocupada por sus amigas que permanecen detenidas.
“No deberían ser olvidadas. Solo pido a nuestro padre, Recep Tayyip Erdogan, hacer que nuestras voces sean escuchadas. Hemos intentado llegar a todos: los Estados Unidos, organizaciones defensoras de los derechos humanos… pero sin éxito alguno. Erdogan debería extender su mano a las mujeres que fueron liberadas tras estar en prisión".
*Ahmed Fawzi Mostefai contribuyó con la redacción de esta nota.
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