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'Me arrancaron las uñas y me electrocutaron', el relato de una mujer torturada en Siria

Una mujer siria, cuyo hijo fue torturado hasta la muerte y de cuyo esposo no tiene noticias desde que fue encarcelado por las fuerzas del régimen de Bashar al-Assad, explicó las torturas que vivió durante los seis meses en los que estuvo detenida.

Ramazan Kaya  | 01.07.2019 - Actualızacıón : 02.07.2019
'Me arrancaron las uñas y me electrocutaron', el relato de una mujer torturada en Siria Munira Lahlah, una mujer siria de 45 años, fue detenida por el régimen de Bashar Al-Assad durante cerca de seis meses, durante los cuales fue víctima de torturas. (Ramazan Kaya - Agencia Anadolu)

KAYSERI, Turquía

La vida de Munira Lahlah, una mujer siria de 45 años, se desmoronó luego de participar en las manifestaciones contra el régimen de Bashar Al-Assad en 2011.

Munira Lahlah, quien perdió a su hijo Abdulfettah en la cárcel, todavía no sabe si su esposo, Ayman, quien fue detenido por las fuerzas del régimen, sigue con vida.

Según le contó al corresponsal de la Agencia Anadolu, antes de la guerra civil en Siria vivía con sus dos hijos en Hama, su esposo trabajaba en la industria y ella era ama de casa.

Cuando estalló la guerra civil en el país, ellos participaron en manifestaciones organizadas en contra del régimen de Assad: "Estábamos desarmados, pero Assad nos recibió con armas y comenzó a matar a todos. Salimos juntos, mi esposo iba al trabajo, se lo llevaron. Después de eso, los soldados de Assad comenzaron lentamente a entrar en la ciudad y a llevarse a la gente sin razón. No podíamos hacer nada, ni siquiera podíamos hacer preguntas porque si preguntábamos, nos llevaban. No sé si mi esposo está vivo o muerto, no tengo ninguna noticia de él", aseguró.

Lahlah también relató que su hijo fue detenido en 2012 y que cinco meses después se lo devolvieron diciendo que había muerto. "Fue torturado mucho. Torturaron a todos. Les arrancaron las uñas, los electrocutaron, les apagaron cigarrillos en las manos. Después de que lo torturaron, lo pusieron en una rueda de un neumático y lo dejaron allí por tres días para que muriera. Cuando pensaron que mi hijo había muerto, nos lo entregaron para que lo enterráramos. Unos días después se dieron cuanta de que vivía y se lo llevaron de nuevo. Más tarde dijeron que había muerto y entregaron su tarjeta de identidad", dijo.

En 2014 ella también fue detenida debido a que se oponía al régimen de Assad: "Fui encarcelada por cinco o seis meses. Me dejaron en el baño durante un mes. Me torturaron de la forma en la que torturaron a mi hijo. La tortura que nos infligieron fue horrible; que Dios no permita que se la hagan a nadie más. Mataban personas frente a nuestros ojos para que nos asustáramos y habláramos. Me llevaron a otra ciudad. Si contara las torturas que me hicieron, no terminará hasta mañana. Me quitaron las uñas, me electrocutaron, apagaron cigarrillos en mi cintura, manos y pies. Le hacían las mismas torturas a las mujeres que a los hombres. Cuando llegaban, se ponían unos cuantos anillos para golpearnos. Me pegaron hasta que me tumbaron los dientes".

Cuando estaba en prisión también le llevaron a su hijo, para que viera cómo lo torturaban. "Trajeron a mi hijo para mostrarme cómo lo torturaban. Tenía 17 años, pero como lo torturaron tanto, parecía un niño de 6 años, no podía mantenerse de pié ni caminar. Le daban comida cada 24 horas, lo llevaban al baño una vez al día. Lo vi todo con mis propios ojos. Perdí el juicio de tantas torturas que recibí. Me llevaron al hospital. Me ataron con los brazos y las piernas abiertas. Me dejaron de esa manera sin comida ni agua durante una semana. Las personas como yo morían, las levantaban y las tiraban afuera. Alguien llamado Azrael vino y dijo: 'Te acabaremos'. Le golpeaban la cabeza a la gente con una barra de hierro hasta morir. Luego me llevaron a otro lugar y allí me dejaron libre. Escapé y vine a Turquía".

Actualmente Lahlah vive en Turquía junto con su hija, Ghadir, de 21 años, quien es estudiante de ingeniería biomédica en la Universidad de Erciyes, en Kayseri.

Según dice, está agradecida con Turquía por abrirle sus puertas y espera la ayuda de gente benefactora, debido a que se encuentra enferma.

*Aicha Sandoval contribuyó con la redacción de esta nota.


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