El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tiene índices de aprobación sin precedentes en Israel, mucho más altos que en su país.

Sus calificaciones se han disparado especialmente después de que reconoció a Jerusalén como la capital de Israel en 2018, y se volvieron a disparar con su decisión, esta semana, de reconocer los Altos del Golán, ocupados por Israel, como territorio israelí soberano. 

Ambas acciones unilaterales fueron rechazadas por la comunidad internacional, los órganos de gobierno, la ONU y la Unión Europea. 

Los grupos de presión israelíes en Estados Unidos fueron cautelosos en el periodo previo a las elecciones de 2016. Sin embargo, inmediatamente después de la elección de Donald Trump como el presidente número 45 de Estados Unidos, quedó claro que rápidamente se convertiría en el tan esperado defensor de los israelíes. 

Resultó también visible que Trump estaba empujado por los profundos vínculos pro-sionistas de su yerno y asesor, Jared Kushner, y por un esfuerzo de búsqueda de equilibrio político ante la implacable presión demócrata para impugnarlo por cargos de colusión con Rusia y de obstrucción de la justicia en un caso legal en curso.

Al final de una extenuante campaña de dos años dirigida por los demócratas para derrocar a Trump, la investigación del asesor especial Robert Mueller concluyó este domingo que no hubo colusión en las elecciones de 2016, lo que le dio un alivio al presidente estadounidense. 

Muchos de los altos funcionarios de Trump están en una carrera para mantener buenas relaciones con Israel, por lo que han pasado por alto los asentamientos ilegales israelíes en Cisjordania o el asesinato de civiles en Gaza.

En 2018, la administración Trump decidió trasladar la embajada de Estados Unidos en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, y cortó la financiación de USD 65 millones para la Agencia de Obras Públicas y Socorro de la ONU, que proporcionaba ayuda a cinco millones de refugiados palestinos en toda la región.

Estados Unidos continuó en esta dirección y a principios de febrero de este año cortó toda la ayuda a Cisjordania y a la Franja de Gaza ocupadas, en otro gesto a favor de los grupos de presión israelíes.

Además, el Departamento de Estado de Estados Unidos cerró la oficina en Washington de la Organización de Liberación de Palestina (OLP) al considerar que "no había tomado medidas para avanzar en el inicio de negociaciones directas y significativas con Israel", hecho que fue considerado por los palestinos como “una declaración de guerra”. 

Al aceptar una larga demanda de Tel Aviv, Trump rompió un acuerdo de 2015 con Irán e impuso nuevas sanciones económicas a ese país. 

La retórica antimusulmana de Trump y la polémica prohibición musulmana de su administración en 2017 fueron bien vistas en los círculos israelíes.

Los grupos de presión israelíes han utilizado este discurso para reprimir la libertad de expresión en las universidades estadounidenses y silenciar a las congresistas musulmanas en Estados Unidos que cuestionan la política israelí. 

Con el fin de detener el crecimiento del movimiento 'Boicot, Desinversión, Sanciones' (BDS), que trabaja para poner fin al apoyo internacional en pro de la opresión de los palestinos por parte de Israel y presiona a Israel para que cumpla con el derecho internacional, Israel usa el argumento del antisemitismo, de modo que cualquier crítica hacia el gobierno israelí es aplastada bajo el argumento de que es "antisemita".

Además, Trump ha impulsado sus estrechos vínculos con los Estados árabes del Golfo para impulsar la estrategia del gobierno israelí de construir un bloque pro-Israel en la región. 

En este sentido la última decisión de Trump fue la de, este lunes, reconocer formalmente la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, en Siria, considerados por la comunidad internacional como territorios ocupados. 

Alentado por la rápida consecución de sus objetivos durante la administración de Trump, Israel yo no menciona en su discurso una solución de dos Estados. 

*Carolina Zúñiga contribuyó con la redacción de esta nota