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Las heridas que aún siguen abiertas entre los chilenos a un año del estallido social

Manifestaciones multitudinarias, disturbios y saqueos se presentaron a una semana de que el país vaya a las urnas para decidir si cambia su Constitución.

Andrea Aguilar Córdoba  | 20.10.2020 - Actualızacıón : 22.10.2020
Las heridas que aún siguen abiertas entre los chilenos a un año del estallido social Miles de manifestantes se tomaron las calles de Santiago, Chile, el 18 de octubre de 2020, para conmemorar el primer aniversario del llamado estallido social en el país en contra de la desigualdad económica y el Gobierno del presidente, Sebastián Piñera. (Cristóbal Saavedra Vogel - Agencia Anadolu)

CHILE
Por: Andrea Aguilar Córdoba

El aniversario del estallido social del 18 de octubre estuvo marcado por manifestaciones multitudinarias, el incendio de iglesias, violentos disturbios y saqueos a comercios en varias zonas del país, que dejaron 580 detenidos y más de un centenar de carabineros heridos.

El monumento del general Baquedano, que durante meses se convirtió en el punto de encuentro de los manifestantes antes de la pandemia, se convirtió en un objeto de disputa entre las autoridades y quienes protestan.

Mientras los manifestantes pintan de rojo y llenan de grafitis la estatua durante el día, las autoridades la pintan de blanco en la noche y amanece como si la intervención nunca hubiese existido. Una práctica que retrata la polarización de un país que en menos de una semana votará para cambiar la Constitución legada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

El aniversario de las protestas que sacudieron Chile en 2019, que iniciaron por un alza de 30 pesos (0,03 centavos de dólar) en el transporte público y terminaron con millones de personas en las calles exigiendo mejores condiciones de vida, ha disparado las tensiones entre quienes votarán por el Apruebo para cambiar la Constitución y quienes apoyarán el Rechazo para conservar la actual carta magna.

Pero también ha abierto las heridas de quienes quedaron mutilados por la represión de las autoridades, quienes vieron sus negocios destruidos por el vandalismo de manifestantes violentos y los vecinos de la emblemática Plaza Baquedano, cuyas vidas perdieron la tranquilidad desde el 18 de octubre del año pasado.

La “Zona Cero”

Los barrios que circundan la emblemática Plaza Baquedano, también conocida como Plaza Dignidad, pasaron de ser una zona comercial y turística que dividía la acomodada zona oriental de Santiago de los barrios obreros, y se convirtieron en una “zona cero” en donde los enfrentamientos, a diario, entre carabineros y manifestantes destruyeron decenas de negocios, contaminaron con gases lacrimógenos los complejos residenciales y les dejaron una huella de zozobra con la que aún viven.

Héctor Vergara, presidente de la junta de vecinos de Parque Forestal, recuerda con nostalgia que antes del 18 de octubre Plaza Italia era el centro de reuniones para manifestaciones políticas y celebraciones de triunfos deportivos de los santiaguinos, pero sostiene que la violencia que se tomó la zona con las protestas del año pasado destruyó la vida vecinal del sector.

“En la medida en la que estas manifestaciones fueron muy masivas y muy violentas, nos cambió la vida. De tener un barrio en el que podíamos pasear, pasamos a estar encarcelados en nuestras casas. Una violencia que no tiene una sola cara. Por un lado están los métodos represivos, y por otro son las manifestaciones. Lo hemos vivido de la peor forma”, señala Vergara a la Agencia Anadolu.

El líder de esta agrupación, en la que participan 850 vecinos, asegura que el impacto de los meses de violencia ha dejado traumas psicológicos en los residentes de la llamada “zona cero”, en la que fueron quemados teatros, museos, cines, bancos y lugares de culto en medio de manifestaciones violentas en las que las fuerzas del orden han sido acusadas, por organismos nacionales e internacionales, de haber cometido violaciones de derechos humanos.

La protesta que costó un ojo de la cara

Para Nelson Iturriaga los recuerdos del estallido social aún son vívidos. La lesión ocular que le dejó un perdigón disparado por carabineros el 21 de octubre del 2019, cerca de Plaza Italia, le arrebató no solamente su visión, sino la posibilidad de recuperar el empleo que tenía como supervisor de obras.

“Tuve que reinventarme y apelar a conocidos. Finalmente conseguí un espacio para trabajar en un taller textil. Compré mis máquinas y hago estampado de ropa. Totalmente diferente a lo que antes hacía, pero me ha ayudado a sostenerme en el año”, señala Iturriaga a la Agencia Anadolu.

Pese a su situación económica, asegura que las protestas que sacudieron Chile y en las que él perdió uno de sus ojos despertaron a un país que era considerado como un modelo económico a seguir en América Latina. “Creo y espero que valga la pena todo el sacrificio que hizo mucha gente en las calles, mucha gente que resultó herida, torturada, gaseada por intentar cambiar lo que éramos hace un año. Éramos el oasis de Sudamérica, pero el oasis para unos pocos. El resto seguía con las desigualdades más grandes del mundo”, asegura Iturriaga.

Su caso se suma a las estadísticas de los de 460 chilenos que tuvieron traumas oculares entre el 18 de octubre del 2019 y el 20 de marzo del 2020, según las cifras del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH).

La pandemia que frenó el estallido

La crisis sanitaria por la COVID-19 marcó un alto en los niveles de violencia no solo en esta zona, sino en el resto de Chile, que tuvo que enfrentarse a un confinamiento durante varios meses, el cual puso entre paréntesis las manifestaciones, que amenazaban con volver con más fuerza en el mes de marzo, con el retorno de los estudiantes a clases, y que ya habían afectado a más de 25.000 locales comerciales durante las primeras semanas del estallido.

La Fuente Alemana, uno de los restaurantes más queridos por los santiaguinos, no pudo escapar los disturbios que se instalaron por meses en Plaza Italia. “Aquí nunca habíamos experimentado un nivel de violencia como el que vivimos cuando fue el estallido social. Estuvimos en esa dinámica hasta el 20 de marzo del 2020, cuando cerramos por la pandemia. A todos los que operábamos en la zona, de un 100% de las ventas, con suerte se lograba un 20%”, señaló a la Agencia Anadolu, Carlos Siri, socio de la popular fuente de soda.

Siri cuenta que, durante el estallido, tuvieron que enfrentar a las turbas que se acercaban al local, al que le rompieron los cristales, rayaron las paredes exteriores y destruyeron el letrero. Reconoce que, un año después, se han tenido que adaptar a las dinámicas del delivery por la pandemia, pero señala que sus ganancias ni siquiera se acercan a lo que vendían antes de las protestas, que temen que se reaviven con el desconfinamiento.

“Es un peligro latente. Todo el Estado, los tres poderes, han sido incapaces de resolver este problema. No han podido entregar orden a la ciudadanía. Aquí lo que pasa en la zona es que civiles pisotean los derechos humanos de otros civiles. Ejercen la misma violencia que quizás se le critica a la Policía”, asegura.

Un plebiscito a la vuelta de la esquina

Héctor, Nelson y Carlos tienen opiniones diametralmente opuestas sobre el plebiscito en el que el próximo 25 de octubre Chile decidirá un cambio en su Constitución, pero coinciden en que el país necesita ver cambios concretos para poder avanzar, a un año de las protestas que cuestionaron su modelo social y económico.

“Muchos vecinos creíamos que con el tema plebiscitario, en el que todos los chilenos vamos a decidir nuestro futuro y vamos a decidir una nueva Constitución con los deseos ciudadanos iba a bajar el tema violento, pero nos dimos cuenta que no es así. Las heridas están muy abiertas, hay muchas personas que creen que son los métodos violentos los que nos pueden permitir hacer cambios”, asegura el líder vecinal Héctor Vergara.

Carlos Siri señala que la gente lo que quiere son cambios reales y no una nueva Constitución. “Cuando se produjo el estallido lo que se exigía era una mejor salud, educación, pensiones dignas y, como en quinto lugar, alguien hablaba de la Constitución, y no sé cómo, de un momento a otro, la clase política puso la Constitución en primer lugar”.

Sin embargo, para Nelson Iturriaga la actual Constitución necesita ser cambiada porque está “hecha por genocidas”, pero espera que tras el plebiscito el país pueda superar la polarización. “Espero que alguna vez podamos mirarnos todos los chilenos. El legado que nos dejó la dictadura fue terrible tanto para civiles como militares. Espero que algún día tengamos una sana convivencia entre ambas partes”.
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