La particular manera en la que los bolivianos se preparan para recibir a los Reyes Magos
Cada 6 de enero, en conmemoración a los Reyes Magos, miles de personas visten, adornan y llevan consigo a sus Niños Jesús a las iglesias para que, según la creencia popular, “escuchen la misa” y reciban la bendición.

LA PAZ, Bolivia
Por: Patricia Cusicanqui Hanssen
De tanta práctica, Ingrid Crespo ha desarrollado una cualificada técnica para la restauración y elaboración de piezas del arte sacro, en particular de representaciones del Niño Jesús. Con pequeñas espátulas, estiletes, pintura, masilla y cuidadosos trazos devuelve a cada efigie su esplendor original.
La época navideña es de ardua labor. Las imágenes deben estar listas no solo para armar el pesebre, sino para la epifanía de Reyes, porque la costumbre manda a los fieles católicos a llevar a sus Niños a misa, en sus mejores galas y bien acicalados.
Cada 6 de enero, en conmemoración de la adoración de los Reyes Magos, miles de bolivianas y bolivianos que profesan el catolicismo se dan cita en los templos, en especial del occidente y el sur del país, para participar de la eucaristía. Llevan consigo a sus Niños Jesús, que —según la creencia popular— “escuchan la misa” y al término de esta habrán de recibir la bendición sacerdotal con agua bendita.
Esta singular tradición se celebra hace décadas y dada la afluencia de devotos, la Iglesia Católica suele disponer de servicios religiosos desde las primeras horas del día. Este año, debido a las restricciones para contrarrestar la segunda ola del COVID-19, se espera menos gente en las parroquias, cuyas actividades fueron autorizadas hace cuatro meses por el Gobierno central con aforo reducido y respetando las medidas de bioseguridad.
Wilma Linares Oblitas, su hermana y su prima acostumbran mandar a oficiar una misa especial para sus Niños Jesús. Hace más de 10 años que cada 6 de enero convocan a las integrantes de su grupo, llamado “Amigas por siempre”, para participar de la eucaristía en el templo La Asunción, de la zona de Villa Victoria, en la ciudad de La Paz.
“Es una celebración linda, con villancicos interpretados por colegiales del barrio, lo hacemos con mucha fe, invitamos a nuestras amigas y cada una se ofrece a realizar un agasajo una vez terminado el culto, por lo general es una comida o una chocolatada. Somos unas 20 y cada una lleva a sus Niños; de regalo les ofrecemos juguetes en miniatura, cual si los Reyes Magos se los hubieran traído. El mío tiene los suyos guardados en una especie de cofrecito”, cuenta Wilma con entusiasmo.
Debido al incremento de casos del nuevo coronavirus, esta vez se saltarán la tradición, “incluso por recomendación del sacerdote, ya que podría ser peligroso para nuestra salud”, afirma. Pero ello no es impedimento para que su Niño Jesús reciba un regalo; los devotos suelen comprarles ropajes nuevos y arman pesebres especiales con canastos, seda, satín, encaje, aguayo (un colorido tejido andino) y otros géneros para llevarlos a misa.
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El Niño Jesús de Wilma tiene solo un año con ella y es un obsequio de su prima. Otros dos que conservó por casi 42 años se quedaron en España, a donde los llevó en un viaje de visita para conocer a su nieta. “Tienen mucho significado para mí, más ahora que mi hija se los quedó y que pasarán a mi nietita, pero mi nuevo Niño es muy querido y muy hermoso y tendrá su presente”.
A inicios de diciembre, en el corazón de la sede de Gobierno boliviana, se instaló una feria navideña con cerca de 5.000 expositores, la mayoría artesanos, que ofrecen figuras de yeso y estuco del Niño Jesús, de María, de José, los Reyes Magos y los animales del nacimiento de Belén, además de vestidos, sandalias y otros elementos simbólicos.
Los artesanos también se reinventaron y, acorde con los tiempos que se viven, este año diseñaron trajes de bioseguridad para el Niño y máscaras médicas en miniatura. La feria cierra, precisamente, el 6 de enero, día de mucha venta.
“Impresiona lo extendido de la costumbre y la devoción con que la gente trae al Niño y lo coloca delante del presbiterio. Es una tradición muy bonita, que motiva muchísima participación en la misa. Es una práctica que conviene conservar, que hace que se venere al Niño con mucho cariño”, afirma a la Agencia Anadolu el padre José Fuentes, secretario general adjunto de la Conferencia Episcopal Boliviana.
El sacerdote de origen español asegura que, en lo personal, no vio esta tradición en ningún otro país donde haya estado y destaca que está muy arraigada en el occidente boliviano, en especial en las ciudades de La Paz, El Alto y el altiplano.
“Ese día —tal cual hicieron los Magos del Oriente con Jesús, al traer oro, incienso y mirra, según el Evangelio de San Mateo—, los devotos también arreglan especialmente a sus Niños, les ponen vestidos y mejoran sus pesebres. Yo no creo que ese cariño a la imagen del niño sea una especie de idolatría, sino un cariño expresado a ese Dios hecho un niño por nosotros”.
Ese es el cariño que Ingrid siente cuando sus clientes llegan al taller que ella y esposo, Rafael Gonzáles, montaron hace más de un cuarto de siglo en el tradicional barrio de San Pedro, de La Paz. “Luego de estar guardados casi un año, nuestros clientes encuentran a sus Niños rotos o deteriorados (…) las señoras vienen llorando, sobre todo si son piezas antiguas, en especial Niños cuzqueños, italianos, mexicanos y españoles” que heredaron de sus antepasados, dice ella.
En las manos de estos dos artistas está la restauración de cada imagen. Rafael desarrolló la habilidad desde niño. Ya de joven el destino quiso que se formara en la Escuela de Bellas Artes de Lomas de Zamora, en Argentina, a donde migró bajo tutela de una tía suya que se dedicaba al comercio de mercadería.
De regreso a Bolivia, y aunque le faltaba menos de medio año para titularse, conoció a Ingrid, se casaron y abrieron el taller. Él fue su mentor. “Aprendió paso a paso, al principio no le gustaba y ahora mi esposa es una maestra, sobre todo se destaca en los detalles, el rostro, las expresiones”, afirma Rafael. Ingrid lo atribuye a que “las mujeres somos más meticulosas”.
Con mucha precisión, Ingrid repara cada milímetro de “las heridas” que por lo general se producen en los pies, manos y el rostro de decenas de Niños Jesús elaborados en cera, yeso, crayola o maguey. Según el daño, el trabajo de restauración puede demorar hasta dos días de labor continua.
Pero hay una obra que atesora de manera especial: un Niño Jesús del tamaño de un recién nacido que ella y Rafael elaboraron para su hija mayor hace 13 años. “Mide unos 50 centímetros, está hecho de madera maguey y pasta dura para afinar el rostro. Es una masa especial porque en nuestros trabajos ya no usamos yeso, es degradable y se desportilla. Cuando lo llevan a la iglesia, todos creen que es un niño real”, comenta con una sonrisa.
Consolidarse como artistas y restauradores costó mucho. “La diferencia con Argentina es abismal, allá aprecian mucho más las bellas artes. Empezamos a tallar, a pintar, a esculpir, a realizar diseños decorativos, y fueron los clientes quienes nos dirigieron al campo sacro, al arte religioso y colonial, con diversos pedidos”, recuerda Rafael, quien ahora recibe encargos incluso desde el exterior.
Uno de los trabajos más memorables de Rafael’s Colonial Art, su taller, es una efigie del Apóstol Santiago de 1.80 metros esculpida en madera. El lugar es casi un museo pues conserva cientos de piezas de diverso valor, la mayoría del arte sacro.
Foto 1: Los Niños Jesús llevan máscaras médicas en miniatura en la feria navideña, en La Paz. (Luis Gandarillas - Reflex Photo Pres)
Foto 2: Ingrid Crespo, restauradora de piezas del arte sacro. (Luis Gandarillas - Reflex Photo Pres)
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