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La feroz guerra en Yemen

A pesar de ser descrito por la ONU como ‘la catástrofe humanitaria más grande del siglo XXI’ poco se habla en Occidente sobre el origen y los intereses detrás de este conflicto con raíces ideológicas, religiosas y económicas.

Maria Paula Trivino Salazar  | 27.09.2018 - Actualızacıón : 28.09.2018
La feroz guerra en Yemen Campo de refugiados Darwan en Amran, Yemen. (Mohammed Hamoud – Agencia Anadolu).

YEMEN

Por: Maria Paula Triviño

"Estamos viendo condiciones parecidas a la hambruna, incluidos los casos en que las personas comen hojas porque no tienen otra forma de sustento", dijo Mark Lowcock, subsecretario general de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) a principios de septiembre, mientras informaba al Consejo de Seguridad sobre la situación humanitaria en Yemen.

Yemen es hoy la cárcel a cielo abierto más grande del mundo. 27 millones de personas no pueden salir ni por tierra, ni aire, ni mar, ya que la cruenta guerra que inició en 2014 ha llevado a cerrar las fronteras y a cortar la entrada de alimentos y medicinas.

El hambre, el cólera y la difteria son algunas de las peores amenazas, sin contar los ataques aéreos con misiles en un conflicto que según la Organización Mundial de la Salud deja más de 8.750 personas muertas, de las cuales 5.144 eran civiles, mientras 50.600 han resultado heridas.

Las cifras de esta tragedia calificada por la ONU como “la catástrofe humanitaria más grande del siglo XXI” son descomunales: tres cuartas partes de la población [ casi 20 millones de personas] requiere ayuda humanitaria; hay más de dos millones de desplazados internos y 16 millones que necesitan ayuda médica.

Los bandos de la guerra

Yemen es un país joven. Solo hasta 1990 se proclamó como república, unificando a Yemen del Norte con Yemen del Sur [esta última nació en 1967 y fue el primer Estado socialista del mundo árabe], algo que desde el principio causó profundas divisiones sociales y produjo una guerra civil en 1994.

Las milicias hutíes que profesan la tendencia del Islam chiita, descienden de un grupo rebelde conocido como Ansar Allah (Partidarios de Dios) y hacen parte de la rama de los zaidíes [que representan casi el 40 % de la población]. Su bastión estaba localizado desde principios del 2000 en Sadah, al noroeste de Yemen.

Su cercanía con la frontera saudí hizo que el reino enviara a sus fuerzas armadas para detener el avance de las milicias que en 2004 y 2009 se enfrentaron al gobierno central.

Precisamente su nombre, hutíes, se debe al líder Hussein Badr al Din al Huti, quien lideró el alzamiento del grupo en 2004.

En 2011, los hutíes encontraron una excusa perfecta para unirse a los movimientos de la Primavera Árabe para derrocar al presidente Ali Abdullah Saleh quien, para entonces, llevaba 33 años en el cargo y era después de Muamar el Gaddafi en Libia, el mandatario de un país árabe con más tiempo en el poder.

Las protestas fueron reprimidas violentamente por las fuerzas gubernamentales, mientras Saleh juró renunciar ese mismo año. El 27 de febrero de 2012 le cedió el poder a su vicepresidente Abd Rabbuh Mansur al-Hadi, y junto a los hutíes empezaron varias rondas de negociación para crear una nueva Constitución y realizar elecciones presidenciales y legislativas.

Sin embargo, Al-Hadi creía que Saleh lo podría derrocar en cualquier momento y le pidió a la ONU en 2012, castigar al exmandatario por no ayudar en la transición del poder. Esto hizo que muchas facciones fieles a Saleh se unieran a los hutíes en busca de un gobierno de unidad en Yemen.

Las diferencias entre los hutíes y Hadi se incrementaron cuando el mandatario propuso dividir a Yemen en seis regiones, mientras que los rebeldes proponían solo dos regiones, ya que la descentralización afectaría a las zonas más pobres del país y les quitaría la salida más cercana al mar desde su bastión, Sadah.

Esa diferencia junto a las crecientes tensiones sociales y la subida en los precios de la gasolina llevó a que en septiembre de 2014 los hutíes se tomaran la capital Saná para presionar al gobierno.

El temor que años atrás había expresado Arabia Saudita sobre los hutíes se configuró en 2015 con la formación de una coalición internacional liderada por ese reino y compuesta por los Estados árabes sunitas como Catar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto, Jordania, Marruecos, Sudán y Senegal.

Estos aliados lanzaron una amplia campaña militar destinada a revertir el avance militar de los hutíes, mientras que Riad acusa a los rebeldes de servir como una fuerza asociada a Irán, el archienemigo de Arabia Saudita en la región.

Precisamente, un informe de las Naciones Unidas indicó que la nación de los ayatolas suministra material bélico a los insurgentes desde 2009 a pesar de que Irán y los hutíes desmienten esto.

Por otra parte, la alianza entre los hutíes y el expresidente Saleh se quebró a mediados de 2017 por las tensiones de poder en las zonas controladas por los rebeldes, quienes describieron al exmandatario como un traidor. El destino del hombre que gobernó Yemen por 33 años se selló el 4 de diciembre cuando Saleh fue asesinado en Saná a manos de los hutíes.

Punto estratégico del Golfo Arábigo

Al compartir una frontera de 1458 km con el mayor exportador de petróleo del mundo [Arabia Saudita], la seguridad en Yemen es un tema de vital importancia para los países del Golfo.

Al igual que Siria, Yemen se ha convertido en un campo de batalla de fuerzas internacionales. Solo Suecia, Canadá, Finlandia, Noruega y Bélgica han suspendido las transacciones de material bélico, pero Francia, Reino Unido, Alemania y Estados Unidos siguen apoyando de una u otra forma el conflicto.

En España el escándalo sobre la participación en esta guerra estalló este miércoles con las declaraciones de la Ministra de Defensa de ese país, Margarita Robles, que aseguró que el Gobierno del expresidente Mariano Rajoy apoyó en secreto a la coalición, vendiendo 400 bombas a Arabia Saudita.

Al Qaeda tampoco ha abandonado el sur de Yemen y según Associated Press (AP), Arabia Saudita y Estados Unidos buscaron alianzas con este grupo yihadista para enfrentar a los hutíes, permitiéndoles escapar de los pueblos sitiados.

Yemen es un país desértico con poca agua dulce, pero con importantes hallazgos de petróleo y una gran reserva de gas natural. Además, es un paso obligado para los buques cargados de petróleo que salen de los países del Golfo Pérsico y es la única conexión marítima del Mar Rojo con el Mediterráneo, a través del Canal del Suéz.

Otra de las joyas sobre el Golfo de Adén en Yemen es Bab el-Mandeb, un estrecho marítimo de 30 km de ancho por el que pasa cerca del 40 % del tráfico marítimo mundial.

Rodeado por países cuyo PIB per cápita es aproximadamente de USD 50.000, Yemen es un país muy pobre con un PIB per cápita de USD 2.476.

Allí 5.2 millones de niños y niñas se encuentran en una grave situación de inseguridad alimentaria y los precios de los productos de la canasta básica en algunos casos han subido hasta un 300 %. Mientras tanto la moneda nacional, el rial yemení, sigue su camino de depreciación.

“Un niño muere cada 10 minutos debido al conflicto ... 70 % de las niñas se casan antes de los 18 años como estrategia de supervivencia” reveló Lise Grande, coordinadora de ayuda humanitaria de la ONU en Yemen durante una reunión de alto nivel en el marco de la 73 Asamblea General de la ONU en Nueva York.

Este miércoles en el marco de la misma reunión, el presidente Hadi le exigió al Consejo de Seguridad de la ONU que influya sobre los rebeldes hutíes “para que salgan de las localidades yemeníes y cesen la resistencia”.

La incapacidad de su Estado para cobijar las necesidades de los pueblos tribales y combatir la violencia hutíe; un gobierno que ha sido llamado cleptocracia y un festín del horror organizado por otros países son los ingredientes para un caldo de cultivo de una guerra que no parece tener un fin cercano.

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