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La celebración “agridulce” de la nueva república catalana

El Parlamento de Cataluña decidió este viernes, con 70 votos a favor, 10 en contra y dos abstenciones, convertirse en una república y declarar la independencia del estado español.

Clara Gil  | 28.10.2017 - Actualızacıón : 29.10.2017
La celebración “agridulce” de la nueva república catalana Cientos de personas celebran la declaración unilateral de independencia de Cataluñam en la Plaza Sant Jaume, en Barcelona. 27 de octubre de 2017. (Burak Akbulut - Agencia Anadolu)

BARCELONA

Este viernes 7,5 millones de catalanes contenían la respiración. No es algo nuevo, llevan haciéndolo desde el pasado 1 de octubre, cuando se celebró un referéndum suspendido por el gobierno de Mariano Rajoy. Dos millones de catalanes acudieron a las urnas para decidir si querían que Cataluña fuera una república independiente.

Ese día la violencia policial indignaba a gran parte de la nación española. Pese a los golpes de la Policía, los catalanes y el resto de España contenían de nuevo el aliento el 10 de octubre, esperando el discurso del presidente catalán Carles Puigdemont.

Llegó la república, pero solo duró 5 minutos. El presidente suspendía la declaración y buscaba una salida para el diálogo.

La respuesta parecía no llegar. Ni del Gobierno ni de Europa. La amenaza de aplicar el artículo 155 y la detención de Los Jordis (Jordi Sánchez y Jordi Cruixart), líderes de las principales asociaciones civiles independentistas, no ayudó a calmar los ánimos.

El jueves, después de 25 días de incertidumbre, Puigdemont estaba dispuesto a convocar elecciones autonómicas a cambio de forzar la marcha atrás del artículo 155. La respuesta de La Moncloa no fue la esperada y de nuevo los catalanes –y españoles– contenían el aliento. El presidente catalán renunciaba a las elecciones y convocaba un pleno en el Parlamento catalán.

El propósito de reunir a los 135 parlamentarios era “buscar propuestas” para responder al artículo 155. El motivo real: declarar la independencia.

Llegó el día que muchos catalanes llevaban años soñando. En un pleno en el que gran parte de la oposición abandonó el hemiciclo, un total de 82 diputados votaba si querían constituir la República catalana.

Con 70 votos a favor, 10 en contra y dos abstenciones, el 28 de octubre, Cataluña se convertía en una república y se independizaba del estado español.

Las calles se llenaban de grito: “Viva Cataluña libre”, “Viva la República”. El júbilo se alargaba hasta altas horas de la noche, pero con un sentimiento agridulce. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunciaba pocas horas después de la declaración de independencia la suspensión del gobierno catalán y de los representantes de la nueva república.

Un millar de personas seguía en directo el discurso de Rajoy desde la plaza de Sant Jaume, frente al Ayuntamiento de Barcelona. En minutos, la alegría de muchos se apagaba. Saben que pronto se realizarán detenciones y que su deseada república tiene los días contados.

Tras la intervención presidencial, varios manifestantes contrarios a la separación de Cataluña salieron a las calles para hacer público su desacuerdo. El Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, dejaba claro que la Unión Europea no reconocerá a Cataluña como Estado.

La vorágine política y social se desata en Cataluña. Con la aplicación del artículo 155 y la convocatoria de unas elecciones impuestas desde el gobierno español para el 21 de diciembre, el pueblo catalán se divide. El escenario es incierto, mientras el país contiene, una vez más, el aliento.

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