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En Brasil dos habitantes de calle terminaron casados y con techo gracias a la pandemia

Adriana y Alexon deambulaban por las calles de Piracicaba, al interior paulista, hasta la pandemia; ahora, lejos de los vicios y enamorados, planean coordinar un centro de reinserción laboral.

Federico Cornali  | 07.07.2020 - Actualızacıón : 09.07.2020
En Brasil dos habitantes de calle terminaron casados y con techo gracias a la pandemia Imágenes del matrimonio entre Adriana Cristina Da Silva y Alexon Cardoso, realizado en el Centro de Atención a Personas en Situación de calle, en Piracicaba, municipio del interior de Sao Paulo, a donde llegaron buscando refugio en medio de la pandemia de COVID-19. Allí se conocieron, se alejaron de los vicios, se enamoraron y casaron. (Crédito obligatorio: Smads Piracicaba)

BRAZIL

Por: Federico Cornali

Durante la pandemia por el coronavirus, las referencias a la “nueva normalidad” llegan a abrumar. La mirada optimista, que apunta a que “saldremos mejores y fortalecidos” también se multiplicó en charlas, columnas de opinión y, sobre todo, redes sociales. Sin embargo, para Adriana Cristina Da Silva, de 46 años, y Alexon Cardoso, de 31, estos conceptos pueden ser más que palabras, ya que el actual contexto los ayudó a abandonar la vida en las calles y los vicios, además de abrirles la puerta del amor.

Adriana y Alexon se conocían de vista, de vagar día y noche por Piracicaba, municipio del interior paulista. “Era mi amor platónico, pero nunca cruzamos más que una mirada”, dice Adriana, que se quedó sin hogar tras una fuerte tormenta que arrasó por completo la precaria construcción en la que vivía hasta mediados de 2019.

El avance del virus en el estado los obligó a dirigirse al único lugar donde se les prometía cierta protección: el Centro de Atención a Personas en Situación de calle que, de forma improvisada, se montó en un gimnasio dedicado a la lucha y las artes marciales, en el barrio de Jaraguá. Los tatamis fueron sustituidos por cerca de 60 camas. 

Además de la municipalidad de Piracicaba, organizaciones sociales e iglesias se sumaron para apoyar a este centro esencial para los desamparados de la ciudad, de casi 300 mil habitantes, que tiene 3.245 casos confirmados y 101 muertos por coronavirus. 

Un par de días después de la inauguración del Centro de Atención, Adriana Cristina consiguió una cama y se instaló, siendo una de las primeras en ocupar el gimnasio. Horas después, fue el turno de Alexon, nacido en Campinas, que llegó a Piracicaba en 2017 para luchar contra su adicción a las drogas en una granja de desintoxicación que poco después abandonó.

“Cuando lo vi entrar al gimnasio, mi corazón comenzó a latir fuerte. Yo ya sabía que era él, lo conocía de las calles, me gustaba, pero no sabía ni su nombre”, cuenta Adriana.

Las horas fueron pasando y los dos protagonistas de la historia siguieron sin comunicarse, más allá de las miradas tímidas que cruzaban de tanto en tanto.

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Después de una semana en el gimnasio, Alexon tomó la decisión de irse, de volver a las calles o buscar otro lugar debido al desorden y a que, a ese punto, ya había muchas personas habitando el lugar. “No aguantaba más. No tenía adonde ir, pero tampoco quería seguir más allí”, recuerda Alexon.

El joven, entonces, recogió sus pocas pertenencias, saludó a algunos conocidos y cuando se dirigía hacia la puerta escuchó que alguien golpeó la mesa donde decenas de personas tomaban la merienda.

Era Adriana, quien reaccionó al instante cuando se dio cuenta de que él estaba a punto de irse. “No dudé, lo hice. Pensé: es el amor de mi vida, no voy a dejarlo escapar”, explica ella.

Cuando notó que Alexon detuvo sus pasos y la miró, se acercó. “No te vayas, quédate conmigo, por favor”, le pidió Adriana. “Ok, me quedo”, fue la respuesta inmediata.

La convivencia llevó a largas noches de charlas. Hablaron de todo, se conocieron mejor. Entendieron que tenían los mismos miedos, los mismos problemas, los mismos vicios. “Ambos estábamos en situaciones pésimas, pero nos prometimos dejar todo eso y fortalecer este vínculo”, confiesa Da Silva.

Un mes después del golpe en la mesa, Alexon le pidió matrimonio y ella aceptó sin pensarlo. Estaban “limpios” hace más de un mes y sabían que ese sería el paso definitivo.

Decididos, fueron a conversar con el pastor Manoel Martins, coordinador de las acciones en el gimnasio. El religioso les hizo algunas preguntas, les habló de la responsabilidad y, después del intenso cuestionario, accedió al pedido de celebrar la boda en el centro.

Al enterarse de la noticia, una docena de voluntarios, empleados de la Secretaría Municipal de Asistencia y Desarrollo Social (Smads) que trabajan en el gimnasio, decidieron ir un poco más allá y pusieron en marcha una fiesta sorpresa para Alexon y Adriana. Además, confeccionaron ropas especiales para ese día.

Debido a la situación, la pareja no pudo invitar a personas ajenas al gimnasio, pero tuvieron como testigos a casi todos los compañeros de la residencia temporaria. “Fue un día especial, inolvidable, nos convertimos en familia”, dice Alexon, que vuelve a emocionarse al recordarlo.

Con los días, el Centro de Atención a Personas en Situación de Calle se fue organizando. Actualmente cuenta con el servicio diario de asistentes sociales, psicólogos, pastores y personal de salud durante las 24 horas. Además de contar con una pequeña biblioteca, los residentes hacen actividad física y disponen de talleres de artesanías y cursos de peluquería.

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La idea es que, tras la pandemia, el centro continúe operando con una estructura fija, en algún otro punto de la ciudad, ya que el gimnasio volverá a recibir sus actividades de lucha y artes marciales. “Queremos que sea un espacio para rehabilitación y reinserción laboral, un despegue en la vida para personas bajo esta condición”, explica Fabiane Fischer, secretaria municipal de Desarrollo Social.

Según la Smads, el proyecto postpandémico recibiría el nombre de Casa de Compasión sin Fronteras y la idea es que Adriana y Alexon asuman la coordinación del lugar. “Nos encantaría ser ese ejemplo. Yo ya estuve en casas de reinserción y tengo experiencia, creo que podría ayudar mucho a estos hermanos”, dice Alexon, poco después de enterarse de la posibilidad.

Para esta pareja la “nueva normalidad” es prometedora. Antes de la pandemia eran un edificio en ruinas, sin esperanzas y solo se aferraban al vicio, apostándole a ello los pocos centavos que podían conseguir.

“Me saqué la lotería al entrar a este lugar. Conocí al amor de mi vida, otra vez tengo un techo, proyectos y cosas por las que luchar. Es verdad, ese coronavirus es lo peor que le pasó al mundo y tiene a muchas personas sufriendo. Pero, particularmente, yo recordaré estos días difíciles como un antes y un después, una nueva oportunidad”, concluye Adriana.

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