El Parque La Merced, el lugar de convergencia del exilio nicaragüense en San José, Costa Rica
Desde que estalló la crisis sociopolítica en Nicaragua, a este histórico punto de encuentro en la capital de Costa Rica han llegado centenares de refugiados nicaragüenses que buscan techo y comida con desesperación.

Costa Rica
Por: Wilfredo Miranda Aburto
Hugo Alvarado y su familia tuvieron que salir con urgencia de Nicaragua en febrero de 2019. Si se quedaban en su país, el riesgo de “ser apresado o asesinado por policías y paramilitares” del gobierno de Daniel Ortega era “muy alto”, denuncian. Decidieron exiliarse en la vecina Costa Rica, y casi de forma instintiva fijaron como punto final de su travesía el parque La Merced, en San José.
El parque La Merced es uno de los puntos históricos de encuentro para la migración nicaragüense en Costa Rica. Desde hace décadas, es un sitio adonde los nicas convergen para buscar trabajos irregulares y comer comida típica de su país. Sin embargo, desde que estalló la crisis sociopolítica en Nicaragua en abril de 2018, una oleada de exiliados políticos llegó a este parque situado en la Avenida 2 de San José imponiendo una nueva dinámica: la de los refugiados que buscan techo y comida con desesperación.
Alvarado y su familia han dormido en este parque y sus alrededores a falta de recursos económicos en San José. “Dormimos en las calles. Tenemos que andar pidiendo comida en las iglesias católicas, en la Municipalidad; en cualquier lugar en los que sabemos que están dando, allí estamos nosotros pidiendo”, dijo Alvarado a Agencia Anadolu.
Alvarado es un tipo alto y recio. Participó en las barricadas ciudadanas contra el gobierno de Daniel Ortega en su natal León, un departamento ubicado en el occidente de Nicaragua, y uno de los más golpeados por la represión policial y paramilitar durante 2018. Alvarado pasó escondido el último trimestre del año pasado, pero en enero decidió exiliarse porque “no soportaba la persecución”.
Antes de salir de Nicaragua sabía que su punto final del viaje era La Merced. Allí esperaba unirse a los demás exiliados que frecuentan el parque, y “conseguir algo de solidaridad para poder comer al menos”.
Aunque Alvarado y su familia son algunos de los exiliados políticos nicas que todavía mantienen como domicilio La Merced, la situación realmente fue caótica entre los meses agosto, septiembre y octubre de 2018. Los más de 70, 000 nicaragüenses que huyeron hacia Costa Rica, y que llegaron a San José, usaban el parque La Merced como punto de referencia y domicilio. Incluso, la Fuerza Pública tica tuvo que desalojarlos del parque. Luego se registró un brote xenófobo que terminó en un enfrentamiento que obligó a las autoridades clausurar La Merced por unos días.
Avalancha de exiliados
El sacerdote de la iglesia La Merced (ubicada al extremo oeste del parque) recuerda que tuvo que abrir las puertas del templo para brindarle techo a los exiliados políticos.
“Fue una avalancha…”, especifica el párroco Fernando Muñoz. “Tuvimos que organizarlos muy bien con otras asociaciones nicaragüenses muy solidarias. “Aquí en la iglesia instalamos un hospital pequeñito… porque vino gente tan necesitada de todo. Se les empezó a ayudar con medicamentos”.
Carlos Felipe Huezo es un nicaragüense que lleva más de 30 años radicado en Costa Rica. Al enterarse de la primera oleada de exiliados en San José, fundó junto a otros amigos “SOS Nicaragua derechos humanos”. La asociación comenzó a brindar alimentación y techo a los exiliados políticos.
“En esos meses entregamos en los alrededores del parque 55 mil raciones de comida, y en la actualidad solo estamos dando semanalmente a grupos exiliados kits alimenticios”, dijo Huezo.
Los nicaragüenses establecidos en Costa Rica y con años de frecuentar La Merced recuerdan con estupefacción cómo los exiliados políticos desbordaban el parque.
“Al comienzo de la represión, aquí en el parque no había espacio para sentarse para nadie. Eran muchos nicaragüenses con maleta, gente con niños, hambre… terrible”, relata a Agencia Anadolu Antonio Sánchez, un nicaragüense que desde hace cinco años trabaja en un call center en Costa Rica.
La afluencia continúa
Aunque la afluencia de exiliados políticos en La Merced ha disminuido debido a que han encontrado albergues o migrado a otras provincias ten Costa Rica, todavía es tal que Miguel Ángel Solís ha implementado un negocio: cobra “una cantidad simbólica” a los nicaragüenses por cuidarles las maletas, mientras los refugiados buscan en la ciudad comida o trabajo.
“Esto es vivir precario. No tienen las necesidades básicas. Algunos tienen que hacer sus necesidades detrás de los árboles”, describe Solís. “Sin embargo, hay entes religiosos que vienen y les dan comida los fines de semana. Aquí es donde ellos viven, dejan las maletas… puedo cuidarles las maletas para que vayan hacer sus necesidades. Para que nadie les puede quitar nada”.
La Merced es una plaza amplia. Cuando el viento sopla desprende de sus rincones olor a orín fétido. Los exiliados nicaragüenses también tienen que convivir con indigentes que ocupan las bancas del parque para dormir.
“Las personas que no conocen a los nicaragüenses exiliados creen que son indigentes, pero nosotros que los conocemos sabemos que no son indigentes”, dice el universitario Eduardo Rodríguez, también exiliado en Costa Rica y quien llega a La Merced a buscar empleo. “Son personas trabajadores, nicaragüenses que dejaron todo por la lucha por la patria y defenderla del régimen de Ortega”.
Las autoridades de Costa Rica están desbordadas por la cantidad de nicaragüenses exiliados. El canciller Manuel Ventura dijo recientemente que para final de 2019 esperan que la cantidad de refugiados pase de 70, 000 a 100, 000. Aunque Costa Rica ha entregado más de 30, 000 tarjetas de refugiados, la demanda ha implosionado el sistema.
Hugo Alvarado y su familia poseen carné de refugio, pero se quejan de que no funciona para conseguir empleo. “Con estos carné de refugiados no conseguimos ningún trabajo”, nos dice el hombre mientras saca de su bolsillo el rollo de documentos de su familia.
"Primero te dan el carné de refugiado y luego tienes que hacer otro trámite para el permiso laboral… pero cuando llegas a pedir trabajo, te piden cédula o carné de residencia, y nosotros no tenemos eso”, agrega con desesperanza Alvarado. Esta tarde de agosto, otro día más, tendrá que buscar un espacio en el parque o un albergue para dormir con su familia.
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