Drogas, navajazos y narcotraficantes en el corazón de Barcelona

Carlos es una de las caras visibles de la Asociación Raval, una organización de vecinos que le ha declarado la guerra a los narcotraficantes que ocupan las viviendas vacías del barrio. 

Las calles Roig, Robadors o la Verge emergen en pleno centro de Barcelona, donde miles de turistas pasean cada año. El mejor sushi o las mejores tapas del mercado de la Boquería se encuentran a menos de cinco metros del centro de la heroína.

“Llevamos años denunciando la existencia de narcotraficantes y prostitución en el barrio. Somos familias trabajadoras, humildes. Muchos tenemos hijos”, explica Carlos, miembro de la Asociación Raval y uno de los principales actores en la lucha contra la droga.

“La paradoja es que al principio nos impactaba muchísimo ver las jeringuillas en el parque donde juegan nuestros hijos o las continuas peleas de navajazos. Ahora forma parte de nuestro día a día y le hemos perdido el miedo. Somos nosotros, los vecinos, quienes estamos combatiendo a los narcotraficantes”, sostiene.

Y es que la situación es bastante compleja. Los “hombres de la droga” están ocupando pisos (apartamentos) vacíos pertenecientes a fondos buitres, que se dedican a la comprar de deuda, bien sea pública o privada.

En este caso, se trata de pisos que han sido embargados o cuyos propietarios han decidido vender a los fondos buitre, bien sea para buscar una rentabilidad o por la imposibilidad de pago.

Cuando la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, llegó al poder aseguró que aumentaría el parque de vivienda pública en la ciudad condal para que las familias afectadas por los desahucios pudiesen tener un hogar. Entre las viviendas figuran los pisos vacíos de la droga.

Pero los bancos no ceden. Tampoco los propietarios (actualmente y en su mayoría fondos buitres). Frente a este limbo legal los vecinos idearon una nueva estrategia.

“Cada día hacemos guardias. Señalamos los pisos que se utilizan para tráfico de drogas y prostitución y llamamos a la Policía para que los desaloje”, asegura Carlos.

El problema es que vuelven al día siguiente. La complejidad, de nuevo, reside en la jurisdicción. Para evitar que esos pisos sean ocupados, un juez tiene que ordenar explícitamente su cierre, y para que esta orden sea posible se tiene que demostrar que la vivienda se está utilizando como ‘narcosala’ y que además no cuenta con las instalaciones necesarias para ser una vivienda. El problema consiste en que estas viviendas sí tienen las características para ser habitadas.

“La lentitud de la justicia y las trabas legales están facilitando el consumo y tráfico de heroína. Cuando desalojan a un narco, al día siguiente vienen tres. El mes pasado, sin ir más lejos, ocuparon una vivienda contigua a una de las casas precintadas (selladas). ¿Sabes lo que hicieron? Un agujero en la pared para poder tener acceso a la misma”, lamenta Carlos.

Los residentes del barrio han realizado ‘narcotours’ para la prensa y los políticos, en un intento desesperado por encontrar una solución. “Ahora hemos colgado trapos rojos para visibilizar dónde viven los narcotraficantes”, sostiene Carlos. Pero nada parece detenerlos.

Los vecinos aseguran que seguirán luchando para expulsar la droga de su barrio y conseguir el cierre de los ‘narcopisos’. Mientras tanto, tendrán que seguir conviviendo con navajazos, peleas, jeringuillas y heroína.