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Comunidades peruanas reconstruyen con ceremonia ancestral el puente inca que colapsó durante la pandemia

Este sábado 17 de abril termina la restauración del último puente colgante en Cusco, que cayó luego de que los campesinos de esta zona del Perú no pudieran realizar la ceremonia anual de renovación por las restricciones del coronavirus.

José Ricardo Báez González  | 17.04.2021 - Actualızacıón : 20.04.2021
Comunidades peruanas reconstruyen con ceremonia ancestral el puente inca que colapsó durante la pandemia (CRÉDITO OBLIGATORIO: Rutahsa Adventures - Leonard G - WikiCommons - HANDOUT AGENCIA ANADOLU)

BOGOTÁ, Colombia

Por: José Ricardo Báez G.

El pasado 27 de marzo el mundo se enteró de una noticia que parecía ser una de las mayores tragedias culturales de la humanidad: el puente colgante Q'eswachaka en Perú, una estructura tejida con paja, colapsó y cayó al río Apurímac, en la región del Cusco. No obstante, lo que pocas personas saben es que este puente se construye cada año en una ceremonia tradicional de renovación con los pobladores del área. Por culpa del confinamiento y las medidas obligatorias dictadas por el Gobierno peruano en 2020, esta ceremonia no se llevó a cabo y por eso el puente cayó.

Q'eswachaka parece sacado de una película de Indiana Jones. Se alza sobre las caudalosas aguas del Apurímac, a unos 3.700 metros sobre el nivel del mar y a una distancia de 160 kilómetros de la turística ciudad de Cusco. Tiene 28 metros de largo por 1,2 metros de ancho y está a unos 15 metros por encima del río. En cada costado, el puente es anudado a grandes bases de piedra, que se yerguen en cada extremo de la quebrada y datan de la época inca, cuando existía un complejo sistema de caminos de más de 30 mil kilómetros llamado 'Qhapaq Ñan' (camino grande), construido en el siglo XV y que unificó el Imperio Inca, comunicando a los actuales países andinos de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina.

Precisamente, la palabra 'q'eswachaka' significa en quechua “puente de cuerda trenzada”: 'q’eswa' hace referencia a la cuerda que se trenza de una manera particular y se hace desde épocas ancestrales, y 'chaka' significa puente. La 'q’oya' o paja brava, un pasto o planta gramínea del altiplano andino sudamericano que crece en zonas de gran altura, es el material esencial que utilizan las comunidades para hacer este puente.

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Aún se evidencian diversos e ingeniosos tipos de estructuras para cruzar ríos, laderas de montañas o quebradas hechos de piedra o madera, algunos flotantes y otros con ollas como transporte, como un teleférico, y los grandes puentes colgantes de fibra vegetal. De estos últimos, Q'eswachaka es el único de la época inca que queda en pie. 'El Inca' Garcilaso de la Vega, escritor e historiador de ascendencia hispánica e incaica que nació en el actual Perú, aseguró que muchos grupos étnicos del 'Tahuantinsuyo' (como se llamaba el territorio abarcado por el Imperio inca) se sometieron voluntariamente a los incas tras ver la majestuosidad de estos puentes.

La renovación del puente

De acuerdo con una investigación realizada por Miguel Ángel Hernández Macedo, antropólogo de la Dirección de Patrimonio Inmaterial Contemporáneo del Ministerio de Cultura, Q'eswachaka “es el único puente colgante cuyo tradicional proceso de reposición anual se ha mantenido constante desde hace por lo menos 600 años, fabricado enteramente a mano, en una faena colectiva por comuneros de la localidad, y a partir de fibras vegetales de origen local”.

Cada año, a mediados de la segunda semana de junio, las comunidades campesinas que viven en los alrededores del puente se encargan de reconstruirlo, usando las materias primas y técnicas tradicionales que datan de la época inca. En el proceso participan cerca de mil personas para construir un puente nuevo que conserve las características y la estructura del que se construyó el año anterior. El proceso o, más bien, la ceremonia tarda cuatro días, tres dedicados de lleno a la construcción y renovación y uno para el festejo y la celebración.

Todo comienza mucho antes con la recolección de la paja (q’oya), la cual luego se corta y se envuelve en grandes atados. Los campesinos cargan estos atados sobre sus espaldas y en sus casas los tienden al sol durante todo el día para que se sequen completamente. Después los manojos de paja son golpeados o machacados con piedras, para que esta adquiera la flexibilidad necesaria para la confección de las largas y enormes trenzas.

Más tarde, la paja se remoja en agua, para facilitar el trenzado, y se empieza a hacer una soguilla pequeña (q’eswa) que será el insumo principal para la construcción del puente colgante y por la cual recibe el nombre de 'queshuachaca'. Las fibras son torcidas y trenzadas entre sí por las mujeres y los niños de la comunidad, siguiendo una técnica ancestral que ha sido transmitida de generación en generación.

El trabajo de fabricación del insumo puede tardar varios días, ya que cada familia está comprometida a construir una soguilla de 40 brazadas de largo (unos 70 metros). Una vez reunidas las soguillas, se enrollan y se guardan para cuando inicie la reconstrucción del puente. La renovación está basada en una tradición precolombina de trabajo comunitario que se hace de manera voluntaria por su utilidad social llamada 'minka' o 'minga'.

El primer día, un jueves, antes de iniciar cualquier labor, un 'paqo' andino, una especie de sacerdote que preserva conocimientos sagrados, practica un ritual ancestral con el propósito de rendir culto a los antiguos dioses, como la Pachamama o Madre Tierra. Él se encarga de “pedir permiso” a las montañas sagradas para hacer el trabajo y ruega por la protección para los campesinos que participarán en la arriesgada actividad de colgar un puente nuevo.

Hacia el mediodía varios grupos de 30 o 40 hombres comienzan la labor de estirar y entrelazar las soguillas que ya están listas con antelación. Se amarran en un extremo y se giran tirando de ellas para crear 14 sogas medianas (q’eswaskas). Al trenzar tres de ellas se forman cuatro sogas más gruesas ('duros' o 'turus') que serán el piso del puente. Por otro lado, con dos 'duros', se construyen unas sogas grandísimas llamadas 'maki' (“mano” en quechua), las cuales se convertirán en los pasamanos o barandas del puente.

Durante el segundo día instalan la estructura básica del puente. El 'paqo' nuevamente hace una ceremonia con ofrendas. Uno de los comuneros, como se denomina a los campesinos que participan en la ceremonia, atraviesa el puente viejo llevando una soguilla que trasladará la materia prima entre ambos costados. Entonces el puente viejo se corta y se tira al río. Más tarde, usando la fuerza de varias personas, se atan las grandes sogas en los estribos de piedra ubicados a cada lado del puente, mientras que otros pobladores preparan el tapete del puente, hecho con ramas y hojas secas, y trenzado con soguillas.

El tercer día, cuando las grandes sogas ya están sujetas a cada lado ocurre el momento más importante: intervienen dos 'chakaruwaq' (“hacedor de puentes”), los hombres especialistas en tejer el tablero del puente. Se balancean sobre las cuerdas gruesas dándole forma, uno a cada extremo. En la actualidad este trabajo lo hacen Victoriano Arizapana Huayhua y Eleuterio Callo. Ellos realizan una tarea muy arriesgada, pues deben unir las sogas hechas para servir de pasamanos con las que serán el piso del puente usando soguillas y 'cayapos', palos utilizados como travesaños del piso para mayor estabilidad.

Cuando ambos maestros llegan al punto medio del puente y se da por terminado el trabajo, se ponen de pie y gritan: ”¡Haylli!”, expresión en quechua de triunfo y victoria. Luego se retiran y se extiende el tapete de ramas y hojas en el piso de Q'eswachaka. Las autoridades de la comunidad son las primeras en atravesar el renovado puente para verificar su seguridad y la tarde termina en un encuentro entre vecinos, con abrazos y felicitaciones. El cuarto y último día, el sábado, se lleva a cabo un gran festival con bailes tradicionales de la región, al que acuden muchos visitantes de los alrededores para celebrar el éxito de la construcción.

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Fortalecer los lazos

Antiguamente el puente Q'eswachaka era el único medio de comunicación entre las comunidades vecinas de la zona y su buen estado de conservación era crucial para su día a día. En la actualidad ya no es necesario para la comunicación, pues a pocos metros hay una carretera y un puente de concreto que atraviesa el río, por lo que Q'eswachaka es más un lugar turístico donde los extranjeros se toman una foto atravesando la construcción colgante que se bambolea de lado a lado.

Sin embargo, por la ceremonia que hace la comunidad, el puente se ha convertido en la mejor oportunidad de, curiosamente, fortalecer sus lazos sociales y formar vínculos de solidaridad y pertenencia. Y, claro, para mantener viva una herencia cultural de la que muchos peruanos se sienten orgullosos. Por tal motivo, en 2009, el Instituto Nacional de Cultura declaró el ritual de renovación de Q'eswachaka como Patrimonio Cultural de la Nación, y en 2013, la Unesco incorporó el puente, los conocimientos ancestrales y los rituales que se llevan a cabo durante el proceso de renovación en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

En 2020, a causa de la pandemia del coronavirus pusieron un letrero en el puente que impedía el paso a los turistas, pues la ceremonia de renovación no se pudo llevar a cabo debido a las restricciones adoptadas por el Gobierno peruano para evitar el contagio y propagación de la COVID-19. Por su fragilidad, y luego de una fuerte temporada de lluvias, el puente colapsó, según informó la Dirección Desconcentrada de Cultura Cusco. Por este motivo, el ministro de cultura de Perú, Alejandro Neyra, informó que, con el apoyo del Ministerio de Cultura, las comunidades iniciaron las obras de recuperación el 15 de abril, siguiendo los protocolos de bioseguridad. De esta manera, una ceremonia ancestral y centenaria, que ha visto pasar toda la historia moderna de la región, se vio empañada por un festejo distanciado y sin aglomeraciones, todo porque el coronavirus alcanzó a impactar rituales y costumbres que se pensaban inalterables.​​​​​​​

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