Activistas rohinyá visitan Auschwitz durante la crisis del coronavirus en Polonia
Los genocidios comienzan con un acto que enmarca a una comunidad humana, con su identidad distintiva de otro grupo que es típicamente vulnerable y débil, y se ve como "un virus" o "amenaza existencial".

LONDRES
Por: Maung Zarni*
Las SS, despiadados repartidores de la muerte de Hitler, llegaron a creer su propia propaganda cargada de racismo sobre las enfermedades que propagaban los judíos en la Europa ocupada por los nazis. Sucumbieron a sus propios temores de virus y otros contagios. Tanto es así, que durante las deportaciones de judíos del gueto a los campos, las tropas de las SS en Cracovia (Polonia) no entraron al hospital del gueto judío establecido en 1941. Sabiendo esto, el personal médico judío pudo esconder a las personas sanas entre los enfermos para salvarlas de la deportación, explicó nuestro guía polaco Yacob, un brillante sociólogo especializado en la Cracovia judía.
Somos un grupo de 18 activistas rohinyá, activistas birmanos antirracistas y eruditos internacionales en materia de genocidio, procedentes de tres continentes diferentes, que estamos en el recorrido organizado por el Museo Judío de Galicia por el antiguo vibrante barrio judío conocido como Kazimierz y el gueto construido por los nazis (de marzo de 1941 a marzo de 1943), a diez minutos a pie a través del río Vístula.
Luego de esa mañana, los meses de planificación de este viaje de estudios sobre el genocidio en Auschwitz-Birkenau, el mayor sitio de exterminio masivo de la historia, parecieron ser en vano. Apenas unas horas antes de que nuestro grupo, ya en camino, aterrizara en la capital medieval polaca, Cracovia, el 11 de marzo, el Presidente de la República, Andrzej Duda, ordenó el cierre de todas las instituciones estatales debido al brote del coronavirus, incluido el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau a partir del 12 de marzo. Los funcionarios del museo que estaban organizando nuestras visitas compartieron nuestra decepción y se disculparon enormemente por el inesperado giro de los acontecimientos.
Personalmente estaba decepcionado porque quería que mis compañeros activistas fueran testigos, retrospectivamente, de lo que podría resultar en última instancia cuando un Estado racista califica erróneamente a una minoría nacional y religiosa como un "virus", una "alimaña" y una "amenaza" para la supervivencia del resto de la población. Sin embargo, pudimos aprender juntos y reflexionar sobre las lecciones del pasado.
Auschwitz-Birkenau no tiene paralelo en la historia. Estuve allí hace dos años, después de visitar el lugar para hacer un llamado en vídeo durante dos minutos en relación con el genocidio de los rohinyá que tuvo lugar en mi propio país (Birmania). Estaba dirigido a los líderes de la UE, y más concretamente a los ciudadanos europeos, para que cumplieran su promesa de "¡Nunca más!". Birmania ha institucionalizado durante las últimas décadas la destrucción de la comunidad rohinyá, que es predominantemente musulmana. En efecto, se les percibe popularmente como personas "ilegales", como "virus" y personas que se "infiltran" en los espacios geográficos, culturales y políticos de Birmania.
Birmania se está defendiendo ahora contra las acusaciones de genocidio en la Corte Internacional de Justicia. Hasta la fecha, ningún gobierno, institución o inversor de la UE ha tomado ninguna medida real, salvo la reciente decisión del Ministerio de Cooperación Internacional para el Desarrollo de Alemania de suspender la cooperación para el desarrollo con Birmania.
A pesar del cierre de Auschwitz, nuestro grupo siguió adelante con un programa adaptado con una guía profesional Marta, que vive en un viejo edificio que solía ser un cuartel de las SS en la ciudad de Auschwitz. Según nuestra guía, la ciudad fue elegida por los planificadores de las SS por sus buenas conexiones de transporte con el resto de la Europa ocupada por los nazis, para ser el sitio de la Solución Final (la acelerada exterminación masiva de judíos, y otros grupos minoritarios no deseados como los roms). Las víctimas de este campo de concentración fueron casi un millón de personas.
El Museo de Auschwitz-Birkenau es un complejo de tres campos de concentración: un campo de trabajo para esclavos, llamado Monowitz y dos sitios de exterminio, Auschwitz I, y Birkenau, el vasto campo con su icónico edificio de las SS de dos pisos de ladrillos rojos y la Entrada de la Muerte de Auschwitz, donde las SS recibían a sus víctimas que eran transportadas por ferrocarril en vagones de ganado.
En Monowitz, ahora una zona residencial salpicada de estructuras y recuerdos del pasado, vimos los edificios originales de las empresas económicas conjuntas dirigidas por las SS de Himmler y el conglomerado alemán IG Faben, uno de los mayores conglomerados químicos y farmacéuticos de Europa. Los genocidios a menudo reportan beneficios económicos a los implicados, incluso a los autores, colaboradores y transeúntes: asociaciones público privadas con acuerdos comerciales.
Fue aquí donde dos conocidos supervivientes del holocausto fueron utilizados como mano de obra esclava: el difunto escritor judío-estadounidense Elie Wiesel, y el judío-italiano de Turín, Primo Levi. Hoy en día los viejos edificios siguen siendo utilizados por diferentes corporaciones. Estos sitios y edificios que los jefes de las SS y los ejecutivos de las empresas alemanas utilizaron, sirven como monumentos al oscuro pasado.
Se oye hablar mucho de cómo los Estados sancionan el racismo en la sociedad, y cómo los acontecimientos se vuelven genocidas cuando los Estados deciden movilizar a la mayoría de la población contra grupos que sirven de chivos expiatorios frente a los males de la sociedad, utilizando estos mitos clasificados y racistas. Hay más detrás de los genocidios que del racismo.
Unos 75 años después del cierre de Auschwitz-Birkenau por el victorioso Ejército Rojo Soviético, en enero de 1945, el panorama general de las simbiosis entre empresas y Estados que caracteriza las relaciones internacionales no ha cambiado en absoluto, inclusive con o sin la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. Al hablar del orden mundial basado en normas, los Estados miembros de las Naciones Unidas, grandes y pequeños países, hacen caso omiso del derecho internacional y al mismo tiempo firmaron y ratificaron las normas y los tratados que surgieron de las cenizas de la última guerra mundial, y en particular del Holocausto, inventados precisamente para evitar que se repitan los crímenes de guerra, los crímenes de lesa humanidad y el genocidio.
Incluso sin la mirada íntima dentro de los dos campos de la muerte, nuestro grupo todavía se sorprendió al ver la inmensidad de la masacre institucionalizada y la inhumanidad sin fondo de los verdugos de Hitler. Cada persona en nuestro grupo trabaja a su manera, y bajo su propio riesgo, para poner fin al lento genocidio de los rohinyá en el estado de Rakáin, en Birmania. Eran claros los paralelos entre el genocidio nazi, y el genocidio contemporáneo en Birmania. No son similitudes metodológicas. Es decir, no hay cámaras de gas ni crematorios en el genocidio birmano de 2 millones de Rohingya; pero ciertamente hay un paralelo en los grados de crueldad e inhumanidad mostrados por los perpetradores, como lo describen los sobrevivientes rohinyá. Por ejemplo, narran que las tropas del gobierno de Birmania arrojó bebés rohinyás a una pira de fuego, quemó las casas de esta comunidad, inclusive con ancianos inmóviles atrapados dentro, atacan verbalmente a los rohinyá por su identidad antes de masacrarlas, violan a las mujeres delante de sus hijos y familias, y la lista de crímenes sigue y sigue.
Todos sentimos un dolor personal en el mayor sitio de asesinatos masivos nazis. Envié por correo electrónico a un colega birmano cercano en Montreal una foto de nuestro grupo en la icónica vía del tren frente a la Entrada de la Muerte, y él respondió: "Todos ustedes se ven tristes y angustiados". ¿De qué otra manera podríamos habernos sentido ante la vista del campo Auschwitz-Birkenau solo viendo a través de sus vallas electrificadas de doble alambre de púas entre los postes de hormigón?
Auschwitz es el recordatorio más aleccionador sobre cómo cada Estado y cada sociedad, independientemente de su origen cultural, religioso, étnico o racial, puede convertirse en genocida en las condiciones materiales, políticas y psicológicas adecuadas. En nombre de la defensa de su nación y estados cristianos, hindúes, budistas, judíos y comunistas, sus "pueblos elegidos" han cometido genocidios a lo largo de la historia. Mientras escribo este ensayo, los genocidios y los crímenes contra la humanidad están siendo cometidos no sólo por la "Birmania budista", sino también por India, China e Israel. Pregunte a los palestinos, a los uigures y a los musulmanes que viven en India.
Nuestro segundo y último día en Cracovia lo dedicamos al estudio de las condiciones pregeneracionales de los judíos de Cracovia. Gracias a nuestra anfitriona y colaboradora, el Museo Judío de Galicia, una organización comunitaria sin fines de lucro que voluntariamente cerró al público en respuesta al brote de coronavirus, amablemente apoyó a nuestro grupo de estudio, permitiéndonos el acceso a las instalaciones del museo, incluyendo la librería, y una sala de conferencias.
Participamos en un viaje por el antiguo barrio judío de Cracovia y el gueto judío amurallado, situado a poca distancia de la fábrica de esmaltes de Oscar Schindler inmortalizada por la película de Hollywood La lista de Schindler (1993). La visita del día al barrio judío, que una vez albergó a casi 70.000 residentes, y al gueto judío, donde las SS forzaron a 20.000 judíos de Cracovia y otras áreas, a existir en un espacio lo suficientemente grande para 3.000, fue la experiencia más educativa para nosotros.
Precisamente, este proceso se repite en Birmania al llevar a los rohinyás a guetos en el centro del barrio de Aung Mingalar en Sittwe, estado de Rakáin, sin contar los campos de desplazados internos. Este viaje por el gueto de Cracovia desencadenó los recuerdos adolescentes de George Soros, quien vivió en el gueto judío de Budapest del que logró escapar a Londres. El renombrado filántropo y financiero estadounidense visitó el estado de Rakáin en Birmania en febrero de 2015. Unos meses más tarde, en su discurso grabado en vídeo en la conferencia internacional sobre el genocidio de los rohinyá en el Instituto Nobel noruego en Oslo, Soros dijo: "En Aung Mingalar, escuché los ecos de mi infancia. Verán, en 1944, como judío en Budapest, yo también era un rohinyá. Al igual que los guetos judíos establecidos por los nazis en Europa del Este durante la Segunda Guerra Mundial, Aung Mingalar se ha convertido en el hogar involuntario de miles de familias que una vez tuvieron acceso a la atención sanitaria, la educación y el empleo."
Sin duda, los vastos sitios de exterminio masivo, las cámaras de gas y los crematorios son incomparables con lo que sucedió en la II Guerra Mundial. Pero es el proceso gradual y sistemático de preparar al grupo étnico, racial, religioso o nacional objetivo para la destrucción intencional lo que prevalece en todos los genocidios. Comienzan con un acto que enmarca a una comunidad humana, con su identidad distintiva de otro grupo que es típicamente vulnerable y débil, y se ve como "un virus" o "amenaza existencial".
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*El autor es coordinador birmano de la Coalición para la Libertad de los Rohinyá, una red que agrupa a refugiados y activistas de derechos humanos rohinyá, miembro del Centro de Documentación sobre el Genocidio de Camboya y cofundador de Forces of Renewal for Southeast Asia (Forsea.co).
*Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de la Agencia Anadolu.
*José Ricardo Báez G. contribuyó con la redacción de este reportaje.
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