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“Ser madre, el papel más importante en la Caravana Migrante”

Desde el cartel de los Zetas hasta el riesgo de hundimiento de las balsas en el río Suchiate, las madres de la Caravana Migrante han preparado a sus hijos para los peligros que deben enfrentar y tener así una vida mejor.

Alejandro Melgoza Rocha  | 10.11.2018 - Actualızacıón : 10.11.2018
“Ser madre, el papel más importante en la Caravana Migrante” Keila Castro, de 29 años, cuida a su hijo Jesser, mientras dibuja en una de las mantas de la iniciativa "Dibujando por la paz", junto con otras familias que llegaron en la Caravana Migrante desde Honduras hasta Ciudad Deportiva de Ciudad de México. (Alejandro Melgoza Rocha - Agencia Anadolu)

CIUDAD DE MÉXICO

Por: Alejandro Melgoza

Jesser dibujaba con crayolas una bandera de México y Honduras, junto con unos corazones, en una manta de lino extendida en el pasto. A su lado había otros niños que, al igual que él, delineaban casas, pies, manos y los colores de sus países, mientras otros jugaban a la rueda de San Miguel, un juego típico mexicano.

Todos ellos, siete centenares en total según cifras oficiales, son los niños centroamericanos que acompañan a la Caravana Migrante con sus madres y padres, a través del llamado “éxodo”, debido a la inseguridad impuesta por las maras y la corrupción de las autoridades en sus países.

Luego de dos semanas de camino desde la frontera sureste en la ciudad de Tapachula, Chiapas, llegaron este lunes a Ciudad Deportiva de Ciudad de México, donde los infantes juegan sonrientes de un lado al otro, mientras sus madres van detrás de ellos, los bañan, los cambian y los alimentan.

Adentro de las carpas van con todo lo necesario: carriolas, sueros, agua leche, talco y pañales. Sin embargo, las turbas de miles de migrantes han hecho que las familias, y sobre todo las madres, sean más precavidas con sus hijos.

Y no es para menos: Unicef México informó a la prensa que la atención e identificación de las necesidades de los niños son importantes, pues están llegando a los albergues estresados y angustiados.

“Se multiplica el papel de madre en la Caravana. Puedo decir que ser madre es el papel más importante en toda la Caravana. Si no cuidamos a nuestros hijos, no hay futuro”, dice Keila Castro, de 29 años, cuyos ojos no se quitan de encima de su hijo Jesser y su hija Lendi, de 13 años.

Las razones por las que Keila, pescadora de oficio, decidió emprender el viacrucis migrante con su familia, son varias. La mara asesinó a su madre, su exesposo la asediaba violentamente y eran escasas las oportunidades de dinero para darle futuro a sus hijos, luego de que prohibieron la pesca en su comunidad.

“Yo traigo una luz de esperanza muy grande, esa es una de las cosas que no me deja desmayar y que me deja seguir adelante. Yo voy con un Dios grande que cuando hizo el mundo, no hizo fronteras”, explica en entrevista con la Agencia Anadolu.

Madres e hijos migrantes

--¿Sabes dónde estamos? –preguntó Keila a Jesser, quien no sabía qué colorear.

--En México.

--¿Sabes la bandera de México?

--No.

Keila tomó los colores verde, blanco y rojo para trazarla en su mano. Su hijo la hizo y luego la de Honduras, que aprendió a dibujar desde el kínder.

--¿Qué fue lo primero que usted hizo cuando llegó a México?

--Poner los pies.

Jesser se paró en la tela y marcó la silueta de sus pies con una crayola morada, luego dibujó las banderas; también otros niños, especialmente la de Honduras, quizá porque el 86% de los 6.200 migrantes –según la Comisión de Derechos Humanos local– que arribaron a Ciudad de México proceden de dicho país.

Durante los momentos que han tomado descansos, ella procura realizar actividades donde su hijo pueda expresarse, principalmente a través de dibujos, un proyecto llamado “Dibujando por la paz”, que coordinan estudiantes de antropología, a través de la iniciativa canadiense Sick Muse, enfocada en el arte comunitario con los niños.

“La primera vez que dibujó fue en Córdoba, Veracruz, en una manta más grande. Es una bonita actividad porque los niños expresan muchas cosas”, cuenta Keila.

Una de las voluntarias y enlace con la iniciativa, Teresa González, dijo a la Agencia Anadolu que “la idea es mostrar las mantas en espacios públicos para mostrar la realidad de los migrantes y la otra es con las madres que reciban cartas de personas de Toronto”.

Una de esas realidades ha sido durante el trayecto, cuando la Caravana deja atrás a las mujeres, pues van más lento al llevar de la mano o en los brazos a sus hijos. “Hay muchos jóvenes que se quieren adelantar pero son personas que no saben lo que es una responsabilidad, o si la tienen la dejaron allá, no vienen experimentando esto que de madres y padres tenemos. Vienen con más desesperación por llegar”, narra.

González coincide en la idea: “Pasa mucho en los trayectos de desplazamiento que quienes se quedan atrás son las mujeres con niños y los hombres, generalmente jóvenes, los que se adelantan, y existe para ellas mucha vulnerabilidad”.

Por otro lado, Keila enfatiza que en cuanto ven a una madre desatenta, entre todas la reprenden. “¿De qué sirve ir pasando todo este proceso e ir descuidando a los niños? ¿Se imagina que ya llegando al final tenga un fracaso con su hijo? En este trayecto es de los puntos principales nuestro hijos”, explica.

Una vida mejor

Castro carga consigo lo que cualquier centroamericano: el daño causado por la MS-13 y la MS-18, y la impunidad del gobierno de Honduras. Su madre peleó la casa que querían quitarle a base de extorsiones. La entregó una vez y después la recuperó un año y seis meses. Posteriormente fue asesinada.

Al aproximarse a México, Keila preparó a Jesser: “Le hemos venimos diciendo que hay peligro, de que no se puede confiar”.

Cuando abandonaron la vida costeña de Puerto Cortés, hace casi tres semanas, para dirigirse hacia Tapachula, Chiapas, uno de sus principales miedos fue que, les advirtieron que si cruzaban el río Suchiate, los estaría esperando el cartel de Los Zetas para secuestrarlos.

Una vez descartada esa versión, el siguiente temor que tuvo como madre fue que en las balsas pequeñas, con tanta gente, pudieran tumbar a sus hijos al río. No obstante, su experiencia en la pesca los hizo confirmar que eran sólidas y el movimiento del agua no era agresivo.

Pero faltaba una cosa más: el operativo de policías federales y agentes migratorios que ordenó el presidente Enrique Peña Nieto, luego de un reclamo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. “Uno no sabe qué pueda pasar en una macanada”.

Superado todo ese camino sinuoso, la familia Castro siente alivio de estar en el Estadio de Ciudad Deportiva, en Ciudad de México, el cual sigue recibiendo migrantes, y hasta el momento se encuentra al límite de su capacidad, según las autoridades capitalinas.

“Este stop que tuvimos ahorita para nosotros fue excelente porque muchos niños venían bien mal y esto sirve para que puedan recuperarse. El mío tenía gripe y ahorita ya bajó bastante gracias a los medicamentos que nos han proporcionado, ropa, comida y atención”, apunta la joven madre.

La veinteañera y su actual esposo -también pescador y técnico en refrigeraciones- están a la expectativa de la decisión en la asamblea, sin embargo, decidieron que si no logran cruzar a los Estados Unidos, se establecerán en el norte del país, cuyo clima caluroso que rebasa los 40 grados centígrados en verano, ha hecho indispensable a especialistas en refrigeración.

A pesar del cansancio, el hambre y las lluvias, desde que empezó la caravana, Jesser y Lendi solo preguntaron una vez: “¿A dónde vamos?”. Ella respondió: “Vamos a un lugar con una vida mejor”.

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