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¿Cuál es la situación de Egipto en el séptimo aniversario del golpe de Estado militar de Sisi?

Abdel Fattah al-Sisi, a quien Trump llamó "mi dictador favorito", no ha encontrado una solución para la corrupción y la pobreza luego de siete años en el poder, ni tampoco para los problemas económicos y de salud provocados por el brote de COVID-19.

Prof. Dr. Süleyman Kızıltoprak  | 04.07.2020 - Actualızacıón : 07.07.2020
¿Cuál es la situación de Egipto en el séptimo aniversario del golpe de Estado militar de Sisi? Abdel Fattah al-Sisi, presidente de Egipto. (Aydoğan Kalabalık - Agencia Anadolu)

ESTAMBUL

Por: Suleyman Kiziltoprak

Egipto es un país importante geopolíticamente debido a sus fronteras, historia y recursos humanos. Además de ser un puente entre Asia y África, se encuentra entre el Mediterráneo y el Océano Índico. Por esta razón, debe ser lo suficientemente fuerte para eliminar las amenazas de potencias extranjeras sin comprometer su soberanía nacional.

Durante la Administración del general Abdel Fattah al-Sisi, quien tomó el poder en un golpe de Estado militar en 2013, se comenzaron a implementar políticas dirigidas por las potencias extranjeras que muchas veces van en contra de los intereses nacionales.

Egipto ha sido gobernado por golpistas durante 70 años. Debido a ello, millones de egipcios, entre ellos jóvenes, ancianos, estudiantes, intelectuales, trabajadores y desempleados, hicieron historia el 11 de febrero de 2001, cuando hicieron una revolución popular que provocó la renuncia de Hosni Mubarak, el militar egipcio que gobernó el país de manera dictatorial durante 30 años.

Sin embargo, la arraigada burocracia militar, que tiene sus raíces en el líder egipcio Gamal Abdel Nasser (conocido por su liderazgo en la Guerra de los Seis Días contra Israel), quería a un general de entre ella como presidente de Egipto. Aunque la élite militar no impidió que Mohamed Morsi, el primer presidente del país elegido democráticamente, llegara al poder el 1 de julio de 2012, el 3 de julio de 2013 lo derrocó con un golpe de Estado y puso en el cargo a un general de los suyos.

No obstante, el general Sisi, a quien el presidente de EEUU, Donald Trump, llamó "mi dictador favorito", no ha encontrado una solución para la corrupción y la pobreza luego de siete años en el poder, ni tampoco para los problemas económicos y de salud provocados por el brote de COVID-19.

Sisi recurrió a un método interesante en la implementación del plan de lucha contra la pandemia: redujo los salarios de los empleados, cuyos problemas económicos aumentaron, en lugar de incrementarlos a la luz de la inflación.

A fin de desviar la atención de la política interna a la política externa, aumentó sus declaraciones en favor del comandante rebelde libio Jalifa Haftar, demostrando una vez más que no comprende las necesidades de su pueblo. Además, declaró que la base libia de "Sirte es la línea roja de Egipto" e instruyó a sus fuerzas: “Prepárense para una misión militar externa en Libia".

Ver también: ¿Podría el presidente egipcio armar a las tribus libias que viven en su país para que luchen en las filas de Haftar?

La historia es el maestro más cruel para aquellos que saben cómo tomar lecciones. Sisi puede echar un vistazo a la historia egipcia reciente y al período de Nasser para calcular los riesgos que plantea la intervención en Libia. Aquel a quien apoya en Libia es una persona que masacra a su propia gente, hace fosas comunes y prefiere la insurgencia a la legitimidad. Haftar le dará a Sisi una nueva derrota en lugar de la victoria que necesita para ser usada en la política interna.

En este momento, el principal desafío de Sisi es luchar contra los problemas económicos y la corrupción. La economía egipcia tiene cuatro fuentes principales de ingresos: el turismo, el tránsito de barcos que pasan por el Canal de Suez, los envíos de divisas de trabajadores egipcios en países del Golfo y decenas de miles de estudiantes que van a Egipto, principalmente desde África, Indonesia, Malasia y los países árabes para adelantar sus estudios superiores.

Durante la crisis por el coronavirus, hubo una disminución importante en los ingresos básicos mencionados anteriormente. Los montos de las transferencias enviadas a Egipto por los trabajadores en los países árabes disminuyeron, ya que gran parte de ellos perdieron sus empleos y los bajos precios del petróleo se hicieron sentir en sus salarios.

En 2019, los ingresos por turismo de Egipto fueron de USD 12,6 mil millones y en los últimos años los ingresos por el transito por el Canal de Suez fueron en promedio de USD 6 mil millones.

Sin embargo, con toda seguridad en 2020 estas cifras disminuirán significativamente. Además, Egipto ya había perdido una gran parte de los estudiantes internacionales debido a las tensiones políticas recientes, pero con la pandemia esta pérdida fue aún mayor.

Mientras la Administración egipcia anuncia las líneas rojas de su país, no tiene una política exterior contra Israel, que mantiene el bloqueo a la Franja de Gaza, mantiene a 2 millones de gazatíes en una gran prisión al aire libre y tiene un plan de anexar alrededor del 30% de Cisjordania.

Además, Sisi decidió abandonar las islas de Sanafir y Tirana, indispensables para la defensa del norte del Mar Rojo, el Golfo de Áqaba, el Estrecho de Tirana y la Península del Sinaí, al pisotear los interés del pueblo egipcio y cruzar su línea roja.

Sisi tampoco pudo explicar por qué cedió a Grecia 7.000 kilómetros cuadrados de su jurisdicción en el Mediterráneo.

La política exterior de Egipto había tenido un carácter antiimperialista desde el periodo de Nasser. Tenía una tradición con principios que apoyaba a los países pobres y débiles de Asia y África, especialmente los países árabes.

La postura del pueblo egipcio contra el expansionismo imperialista de las potencias extranjeras ha sido una parte importante de la identidad egipcia desde el siglo XIX. El ideal nacional de Egipto era ser independiente tanto de Oriente como de Occidente, ser un Estado próspero y fuerte, oponerse a Israel y liderar el mundo árabe, así como a los países africanos y musulmanes.

Sin embargo, con la gestión fallida y sin perspicacia de la Administración de Sisi, Egipto ha llegado a un punto en el que no quiere enfrentar sus problemas reales: la situación de una población que supera los 100 millones de habitantes. A medida que Egipto se aleja de su rol históricos, el destino del país se determina en el contexto de las crecientes redes de dependencia.

*El profesor doctor Suleyman Kiziltoprak es instructor en la Universidad de Bellas Artes Mimar Sinan, con sede en Turquía.

**Aicha Sandoval Alaguna contribuyó con la redacción de esta nota.

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