¿Cómo fue la estrategia de una favela de Río de Janeiro para lograr reducir casi 90% las muertes por COVID-19?
Un proyecto creado por vecinos, ONG e investigadores científicos disminuyó drásticamente los fallecimientos en Complexo da Maré, una de las zonas más pobres y pobladas de la capital del estado.

SAO PAULO, Brasil
Por: Federico Cornali
De acuerdo con los datos suministrados por el Portal de Transparencia del Registro Civil, la COVID-19 fue causante del 41,95% de las muertes naturales registradas en el estado de Río de Janeiro durante abril de 2021.
Esto significa que el virus fue “responsable” de 6.809 fallecimientos de los 16.232 contabilizados en el mes. En las favelas, barrios populares que históricamente han sufrido la negligencia de los gobiernos, la pandemia hace estragos y se suma a los problemas de siempre: violencia policial, ausencia del Estado, presencia de milicias y precariedad de los servicios públicos.
Por eso no llama la atención (aunque duela) que, al cierre de abril, las favelas cariocas tengan 4.722 muertes confirmadas por coronavirus, un número por encima de las víctimas fatales de todo un país como China (4.636 fallecidos), por citar un ejemplo.
Los datos pertenecen al Panel Unificador de la COVID-19 de Río de Janeiro, una iniciativa de Comunidades Catalizadoras (ComCat), una organización sin fines de lucro que pretende darle notoriedad a la realidad de lo que ocurre en los barrios más pobres de la capital fluminense.
“El hecho de que las favelas de solo una ciudad brasileña tengan más muertos que muchos países, desarrollados o en vías de desarrollo, muestra claramente el grado de desigualdad en el que vivimos, lo poco que le importa la gente de estos barrios al Estado. Esto es un ejemplo más de la negligencia histórica a la que estamos sometidos desde los tiempos de esclavitud”, dice Theresa Williamson, directora ejecutiva de ComCat.
“La situación no está peor solo porque las favelas se organizaron y juntaron fuerzas para no ser arrasadas. Aquí en Babilonia hicimos una ‘vaquita’ (colecta de dinero) y compramos equipos para higienizar los corredores y las calles del barrio. Además, distribuimos kits de higiene y limpieza, instalamos un panel para que todo el mundo pueda ir monitoreando la cantidad de casos y otras tareas de concientización para fomentar el aislamiento social y los cuidados”, cuenta André Constantino, miembro del Movimiento Nacional de Favelas y habitante del Cerro de Babilonia, una comunidad ubicada en el barrio costero de Leme.
La ausencia de acciones gubernamentales en las regiones más pobres de Río de Janeiro motivó a los ciudadanos a juntarse para detener el conteo incesante de víctimas de la COVID-19. Al norte de la ciudad, en Complexo da Maré, una agrupación de varias favelas, suburbios residenciales y complejos habitacionales donde viven más de 150.000 personas, un grupo de vecinos se juntó con investigadores de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) y un conglomerado de ONG (Redes da Maré, Dados do Bem, SAS Brasil y Unión Río) para crear el innovador proyecto Conexión Salud, que pone su foco en brindar cobertura integral y monitorear a los pacientes con coronavirus de la “zona olvidada”.
“Cuando me di cuenta que estaba con todos los síntomas, según lo que había detectado en la consulta online, me preocupé mucho. Horas después vinieron a hacerme el test y, por suerte, fui el único en la casa que dio resultado positivo”, cuenta Luiz Willian, que vive en Nova Holanda, Complexo da Maré, con otras siete personas.
Gracias al monitoreo del proyecto Conexión Salud, el estudiante de 25 años pudo hacer un aislamiento seguro. “Me acompañaron durante tres semanas con las teleconsultas, visitas presenciales de especialistas y me dieron instrucciones sobre cómo adaptar la casa para que todos estén seguros”, dice.
Además de la asistencia médica remota y física, Conexión Salud ayuda a los pacientes con consultas psicológicas durante el aislamiento y con un kit que contiene productos de limpieza para higienizar el hogar, alimentos para dos semanas, entre otros ítems necesarios.
“Nos dimos cuenta que los típicos mensajes que se les enviaban a los pacientes al comienzo de la pandemia no se aplicaban para las personas más pobres. ‘No permita que otras personas usen el mismo baño que usted, póngase abundante alcohol en gel, use desinfectante en el piso de su casa, pida que le lleven la comida a la puerta de su habitación, etc’”, señala Valcler Rangel Fernandes, coordinador de Conexión Salud de Fiocruz.
“Lo que teníamos que hacer era darle esas condiciones de cuidado a la gente e instruirlos para un aislamiento seguro dentro de la realidad de esos hogares”, explica Rangel Fernandes, que también es especialista en medicina preventiva y social.
“Cuando el Estado brilla por su ausencia, no queda otra que la unión entre especialistas, vecinos, ONG y la sociedad civil. Por medio de la participación de diversos aliados estamos logrando integrar la atención básica, de forma sistemática, enfrentando a la pandemia en una región castigada. Lo que ofrecemos es una cadena completa de asistencia al infectado, que va desde un diagnóstico precoz y seguimiento clínico hasta un testeo molecular y rastreo de contactos estrechos”, agrega.
Según los datos divulgados por la coordinación de Conexión Salud, el proyecto comenzó como una “prueba piloto” en julio de 2020, atendiendo a 255 personas del Complexo da Maré. Pasadas 15 semanas de ese inicio, el proyecto redujo un 87,9% las muertes por COVID-19 en Maré, una de las regiones más pobladas y empobrecidas de Río de Janeiro. Los sorprendentes resultados fueron conseguidos con atención médica y psicológica por teléfono, aislamiento de infectados y testeos de más del 10% de la población.
El último censo realizado en Maré indica que el promedio de personas por domicilio es de 2,91, que escala hasta 3,77 en el Conjunto Ribeiro Dantas. En julio de 2020, antes de la existencia de Conexión Salud, la tasa de mortalidad entre los contagiados con el virus era de 19%, casi el doble del promedio en la ciudad de Río de Janeiro, que era de 11,9%. En noviembre, cuatro meses después de la implementación del proyecto en Maré, el promedio de muertes cayó hasta 2,3%, equivalente al promedio nacional.
Con la segunda ola y el descontrol en todo Brasil, las muertes en la favela aumentaron, pero aun así se mantienen por debajo del promedio registrado en la capital fluminense. Eso es muy destacable si pensamos que estamos hablando de una de las comunidades más pobres del país.
Actualmente, la tasa de mortalidad en Río de Janeiro es de 359 fallecidos por cada 100.000 habitantes. En Complexo da Maré, ese número es de 188 muertes por cada 100.000, según informaciones de la Fiocruz y la ONG Redes da Maré. Esto significa que mueren menos personas por COVID-19 en esta favela abandonaba por los gobiernos que en las zonas desarrolladas e incluso ricas de la capital del estado.
Si bien al principio de la pandemia la alcaldía de Río de Janeiro ofrecía alojamiento en hoteles (algunos de lujo y con vista al mar) a los habitantes de las favelas para que hicieran el aislamiento y no tuvieran que compartir pequeños espacios con otros miembros de su familia, esa propuesta no obtuvo los resultados esperados.
“La intención puede haber sido noble, pero si piensas en la dinámica cultural, en la idiosincrasia de quienes viven en las favelas, no tiene mucho sentido. A quienes viven aquí les gusta estar con su familia, son muy sociables y apegados a los afectos. Además, tenían mucho miedo de que les usurparan sus hogares o les robaran sus pertenencias”, explica Luna Arouca, coordinadora de Conexión Salud por parte de Redes da Maré.
“Cuando comenzamos con el proyecto, las personas de Maré tenían miedo de contar que estaban con el virus o que alguien de su familia estaba contagiado. Muchos necesitaban seguir trabajando, usando el transporte público. No tienen alternativas”, observa Arouca.
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“El acceso que le dio el proyecto Conexión Salud al diagnóstico y a la asistencia médica generó las condiciones para darle luz a lo que estaba invisible. Es un hecho que durante estos meses de trabajo en conjunto disminuyeron muchísimo las muertes”, agrega la asistente social.
“Desde que me hice la primera consulta, la asistencia que me dieron fue completa. Pero más allá de la atención, lo que realmente me dejó aliviado fue la cuestión de la alimentación e higiene, porque yo no podía trabajar ni salir a hacer la compra”, relata Clesio Oliveira, quien vive en Vila do Pinheiro, un conjunto habitacional de grandes bloques de edificios. “Todos los días, al mediodía, recibía en la puerta de mi casa una porción de comida de excelente calidad que rendía para unas cuatro personas. Eso me tranquilizó mucho como para poder concentrarme en la recuperación del virus”, agrega.
“No vale juzgar a la persona contagiada que aún así se sube a un bus para no perder el trabajo, ya que el miedo a no tener con qué alimentar a la familia supera cualquier cosa. Por eso creo que una de las ventajas del proyecto es que reúne dos puntos importantes: por un lado, concientizar a las personas de la importancia del aislamiento; por el otro, la parte de la asistencia social, en la cual se le otorgan las condiciones a ese paciente de quedarse en casa. Una sin la otra, no funcionan. Al menos no aquí”, enfatizó Sabine Bink, directora de la organización SAS Brasil.
Debido a los excelentes resultados obtenidos en Maré, el proyecto comenzó a replicarse en otras regiones, como la favela de Manguinhos, ubicada también en la zona norte de Río de Janeiro. “El experimento que hicimos en Maré salió muy bien y es lógico que, con todo ese aprendizaje, podamos llevar el proyecto a otras localidades. Está claro que el trío ‘testeo, monitoreo y aislamiento’ funciona”, explica Luna Arouca.
“La verdad es que esto debería hacerlo el gobierno. Nosotros vivimos una angustia permanente porque nunca sabemos si lo que tenemos será suficiente para toda la población de la región”, agrega la coordinadora de Redes da Maré.
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