Cultura

Salón Málaga, una instantánea de la Medellín de mitad del siglo XX

Con más de 60 años de existencia, este café y bar del centro de la capital de Antioquia no solo despierta la nostalgia de sus habitantes, sino la curiosidad de extranjeros por esa ciudad que añora el pasado pero que está ansiosa de futuro.

Gustavo Adolfo Delvasto Daza  | 13.12.2019 - Actualızacıón : 16.12.2019
Salón Málaga, una instantánea de la Medellín de mitad del siglo XX Fachada exterior del Salón Málaga un viaje al pasado, uno de los pocos sitios históricos sobre el Siglo XX en Medellín, Colombia, el 1 de diciembre de 2019. (Gustavo A. Delvasto D. - Agencia Anadolu)

MEDELLÍN, Colombia

Por: Gustavo A. Delvasto D.

"Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida. Tengo miedo de las noches que pobladas de recuerdos encadenen mi soñar", reza una estrofa de la canción Volver del cantante argentino Carlos Gardel. ¿Qué es la nostalgia? ¿Un anhelo del pasado como dicen los psicólogos? ¿una sensación colectiva de lo que ya pasó?
Para el antropólogo e historiador colombiano Víctor Ortiz, quien gusta de contar historias sobre su Medellín natal a turistas nacionales y extranjeros, la existencia de lugares que permiten la nostalgia es clave para tener memoria.

El Salón Málaga uno de los pocos lugares históricos en el centro de Medellín

Vista de un sector del Salón Málaga un viaje al pasado, uno de los pocos sitios históricos sobre el Siglo XX en Medellín, Colombia.

Patrimonio que resiste el olvido.

Ortiz, de 38 años, “reconoce con dolor” que Medellín no tiene un centro histórico conservado como el de otras capitales latinoamericanas, sino que más bien se ha caracterizado por tener el de una “ciudad cambiante, moderna, innovadora, pujante y progresista".

Y para llegar a esto Medellín ha pagado un alto precio: "Demoler nuestro pasado en aras de un progreso”, explica.

Es por esto que Ortiz, docente, conferencista, colaborador de la Gobernación de Antioquia, la Alcaldía de Medellín, el Jardín Botánico, entre otros, incluye en sus recorridos al Salón Málaga, fundado en 1957. Uno de los pocos lugares patrimonio histórico y cultural que queda en el centro de la ciudad.

Para nostálgicos como él, es una especie de fotografía en blanco y negro de mitad del Siglo XX, una bella instantánea de otros tiempos. Y algunas familias antioqueñas también lo ven así, a su vez, las nuevas generaciones llegan curiosos para experimentar la sensación que el lugar inspira.

“Este sitio hace entender cómo era Medellín y cómo eran sus bares de hace 50 o 60 años”, confiesa Ortiz, y explica que al igual que la ciudad de aquel entonces, es un epicentro de música popular, tango, baile, milonga, un buen café, y donde los que van de paso también llegan por un aguardiente.

César Arteaga, administrador e hijo del fundador Gustavo Arteaga, le cuenta a la Agencia Anadolu que ese “Medellín era un epicentro musical".

"En 1949 llegó a Colombia la tecnología del prensaje de discos. A Medellín venían a grabar todos los grandes artistas", explica.

Y no solo iban a grabar, aquella ciudad premoderna ya era paso obligado de artistas en gira.

De hecho, el 24 de junio de 1935 Medellín fue el lugar del infortunado accidente aéreo que puso fin a la vida de Carlos Gardel, el más grande cantante de tango de todos los tiempos.

César explica que de todo "ese entorno surge la belleza del Málaga”. Un sitio que tiene “memoria de ciudad” donde "todo lo han tumbado por darle paso al progreso”.

Un lugar que atrae la memoria

Ortiz recuerda la anécdota de una señora de unos 90 años que, "desconectada del mundo" por el Alzheimer, visitó el salón con su nieto de 19.

La señora pudo recuperar un momento de lucidez cuando empezó a sonar la canción "Volver" de Carlos Gardel, "y de un momento a otro empezó a cantarla con su nieto Juan mientras lo tomaba del brazo. Al terminar, ella recordó su nombre mientras él emocionado por eso la miraba a los ojos y le secaba las lágrimas".

Ese instante quedó grabado en la memoria del historiador y antropólogo: “Tuvo tres minutos de lucidez que le dio la canción”, afirma sonriendo mientras se perciben sus grandes ojos negros llorosos.

También hay turistas extranjeros que incluyen al bar como parada obligada de la Carrera Bolívar, uno de los sectores de la ciudad por donde está la estación de Metro San Antonio.

Ortiz recuerda otra anécdota del Málaga. Cerca de 40 personas (al lugar le caben 250) hicieron una reserva para reunirse y celebrarle el cumpleaños a otra abuela de 90 años.

Durante la fiesta, una pareja se presentaba bailando tango, como se acostumbra en los show nocturnos del lugar. De pronto, cuenta Ortíz, “la abuela le toma la mano al bailarín y le pide bailar”.

El instante quedó grabado en los celulares y memorias de los familiares, que terminaron imitando a la cumpleañera, bailando y coreando canciones de la música popular proveniente de Argentina.

“Al siguiente año volvieron a hacer la reservación pero esta vez sin la abuela", cuenta Ortiz.

"Había muerto. Sus familiares llegaron a ver los videos de la abuela bailando y gozando en el cumpleaños anterior. Según dijeron, la última vez que la vieron contenta fue en el bar, poco después enfermó y falleció”.

El bar de la nostalgia

Al llegar al Málaga lo primero que se aprecia en sus muros son fotografías de diversos años, la ciudad del Siglo XX, diversos invitados especiales, desde presidentes, políticos, artistas e incluso magistrados de la Corte Suprema colombiana.

Ortiz recuerda haber llevado de visita a actores como el mexicano Damián Alcázar o el afamado colombiano John Leguizamo. Incluso recuerda al pintor Fernando Botero tomándose un aguardiente.

Si bien Medellín es de las más modernas ciudades del país y cuenta con escasos lugares patrimoniales, no pretende desprenderse del todo de la nostalgia como atractivo turístico.

El café bar lleva más de 60 años manteniéndose fiel a su ambiente bohemio, deleitando a hombres y mujeres con el aguardiente y el café tradicional que incluso se sigue preparando en las mismas grecas en perfectas condiciones.

"El grano se compra a una hacienda cafetera", explica Ortiz. "Para apoyar directamente a productores". También cuenta que "los barman han recibido varias capacitaciones para que se garantice el sabor y la calidad”.

Durante la visita al Málaga el historiador señala el mural que adorna un sector del bar, un dibujo que lo inmortaliza como uno de los personajes a destacar en la historia del Salón. “Me hicieron un agradecimiento pintándome ahí, porque les escribí el documento soporte para que se convirtieran en patrimonio de la ciudad”.

Ortiz explica que la Corporación Salón Málaga es la encargada de manejar los asuntos culturales del lugar, y pretende el rescate de la música de la región y Latinoamericana.

En 2017, para celebrar los 60 años, se organizó un concierto que contó con la participación de 65 artistas que interpretaron arreglos sinfónicos de música tanguera y popular.

Apuesta por la música popular

El patriarca y fundador, Gustavo Arteaga, de 86 años, es conocido como uno de los más importantes coleccionistas musicales de la ciudad.

Cuenta con miles de vinilos de 78 revoluciones, algunos exhibidos en el bar, con la música popular que se escuchaba en sus inicios.

Según la página web, “lo que se escucha en el Salón Málaga es música de los Andes colombianos, argentina y ecuatoriana... Se oyen óperas, bambucos, zarzuelas, habaneras, boleros, criollas, gaitas, porros, valses y hasta villancicos”.

Para la familia Arteaga el lugar “representa dos cosas: La supervivencia del antiguo ambiente de Medellín y un auténtico santuario de la música de antaño”.

A parte de ser un café-bar y una escuela de tango, la gerencia le ha "apostado a la recuperación del valor patrimonial, a sostenerlos económicamente en el tiempo", cuenta el historiador.

"El amor de la gente"

Sin embargo ese esfuerzo de tipo “familiar”, según el historiador, no ha estado exento de dificultades.

En lo que se refiere especialmente a la ayuda del Estado, Ortiz afirma que "en Colombia no hay políticas claras frente al apoyo patrimonial".

"Por ejemplo Buenos Aires tuvo que legislar frente a privados para poder sostener esos espacios, como el Teatro Colón, para que los turistas pudieran visitarlos. En Colombia estamos muy lejos de eso", explica.

El historiador recuerda otra anécdota. El señor de 70 años que llegó hace unos años a ofrecer al Málaga un radio viejo que luego fue ubicado como decorativo del establecimiento. El señor, dice Ortiz, se lo había regalado a su padre con el primer sueldo de su juventud.

Ahora su padre está muerto y como forma de retenerlo en la memoria “este comerciante del sector visita sus negocios y casi todos los días se da una pasada por el Málaga. Se para en la barra, pide un aguardiente, mira el radio y se toma uno. Estos es de la clase de ‘rituales’ que se generan en este sitio”.

Eso sí, tanto Victor Ortiz como César Arteaga coinciden en que "el lugar se hace sostenible por el amor de la gente y la renovación del público", gracias los abuelos que van con sus hijos y nietos, quienes se vuelven también clientes habituales del sitio.

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