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Las razones por las que el presidente de Corea del Sur no debería guardar silencio sobre los rohinyá

El presidente surcoreano, Moon Jae-in, llegó a Birmania para una visita estatal en la que parece comportarse de manera indiferente ante los crímenes internacionales que se están cometiendo en ese territorio.

Maung Zarni  | 04.09.2019 - Actualızacıón : 04.09.2019
Las razones por las que el presidente de Corea del Sur no debería guardar silencio sobre los rohinyá SEÚL, COREA DEL SUR - 27 DE ABRIL: El presidente surcoreano, Moon Jae-in. (Equipo de prensa de la Cumbre Intercoreana 2018 - Cedido a la Agencia Anadolu)

LONDRES

Por: Maung Zarni*

Este martes, el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, llegó a Birmania para una visita estatal por invitación de su homólogo birmano, Win Myint.

Al ser uno de los miembros fundadores de la organización Solidaridad Popular para una Democracia Participativa, una de las tres redes más importantes de derechos humanos de Corea del Sur, Moon debería distinguirse del resto de líderes asiáticos y no comportarse de manera indiferente ante los crímenes internacionales que se están cometiendo en ese territorio.

Los líderes asiáticos, con excepción de Mahathir Mohamad (primer ministro de Malasia), han adoptado una “política de indiferencia” ante el genocidio actual del pueblo rohinyá y los brutales ataques militares en contra de otras comunidades étnicas, sean estas los rohinyá musulmanes, los cristianos kachin o los budistas shan.

El término “política de indiferencia” fue usado por la relatora especial de Naciones Unidas de derechos humanos, Yanghee Lee, durante una conferencia celebrada recientemente en Seúl sobre la rendición de cuentas de Birmania por el crimen de genocidio, evento que tuvo tuvo lugar en la Universidad Sogang el 23 y 24 de agosto. Con esta expresión, Lee buscaba describir a ciertos líderes y grupos políticos, como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), que evitaban usar la palabra genocidio para nombrar la situación que se vive en Birmania.

Pero su comentario aplica de la misma forma para otros círculos políticos asiáticos, desde la India hasta Japón, desde Taiwán hasta China.

La participación de Corea del Sur en proyectos de desarrollo en Birmania inició en los últimos años de mandato de la mortal dictadura del general Ne Win, exactamente hacia 1987.

Treinta años después, la participación de Corea del Sur en los asuntos de Birmania ha crecido exponencialmente, desde el comercio bilateral a la llamada ayuda de desarrollo, desde inversión extranjera directa en gas natural y petróleo a agricultura industrial, cadenas de hotel y empresas textiles.

Hoy, Corea del Sur es el sexto mayor inversor en Birmania, después de China, Singapur, Tailandia, Hong Kong y Reino Unido. Según Myanmar Business Today, las corporaciones surcoreanas están comenzando a expandir sus lazos comerciales en el incipiente sector manufacturero de Birmania.

El 25 de agosto, la agencia de noticias Xinhua informó que Seúl ha estado involucrado en 175 proyectos comerciales y de desarrollo por un monto de USD 3.690 millones a fines de junio de 2019, desde la primera apertura comercial de Birmania, tras la sangrienta represión de los levantamientos nacionales en el país en 1988. El comercio bilateral entre Seúl y Naipyidó (capital birmana) fue de USD 713.5 millones en el año fiscal 2018-19.

La expansión de los lazos de Seúl con Naipyidó se ha realizado a través de varios sectores, incluido el sector privado coreano, como la Cámara de Comercio e Industria de Corea (KICC) y la Agencia de Cooperación Internacional de Corea (KOICA). Además, la KOICA lanzó el Instituto de Desarrollo de Birmania como un grupo de expertos locales. El conglomerado coreano LOTTE Group también invierte profundamente en las cadenas de hoteles y restaurantes, mientras que los automóviles KIA, de Corea del Sur, son populares entre los consumidores de Birmania.

Pero los lazos entre Seúl y Naipyidó son profundamente preocupantes, ya que tanto la Misión Internacional Independiente de Investigación de Hechos de las Naciones Unidas como el Relator Especial de Corea del Sur de la ONU han calificado la persecución de los rohinyá en Birmania como un genocidio completo y continuo. La Corte Penal Internacional ha dado pasos hacia la investigación completa de los crímenes de lesa humanidad del país y otros crímenes graves contra los rohinyá.

Pero existe algo más, algo mucho más siniestro en este acuerdo bilateral, lo cual ha escapado durante mucho tiempo del escrutinio internacional. Desde 1990, el Daewoo Group, de Corea del Sur, ha ayudado en la fabricación de ametralladoras semiautomáticas para el Tatmadaw de Birmania, como se conoce a las Fuerzas Armadas del país, según entrevistas a profundidad que he realice en Bangkok y Manila en 2010 a los desertores militares birmanos.

Entre mis entrevistados se encontraban ingenieros militares de alto rango entrenados por Rusia que desertaron del Ejército y huyeron del país a través del sudeste asiático: uno de ellos era oficial de personal, que había servido al entonces teniente general Myint Hlaing, quien viajó hasta Piongyang y Shangai como jefe de adquisiciones del Ministerio de Defensa, mientras que el otro sirvió como un joven profesor en la Defensa Servicios de la Academia Tecnológica, recientemente objetivo de un ataque con bomba hecho por la Alianza del Norte.

Durante estas entrevistas, que duraban cerca de un día, los desertores del Ejército revelaron las formas en que tanto Corea del Norte como Corea del Sur estaban ayudando e incitando al régimen militar. El papel de Corea del Norte en el proyecto fallido de armas nucleares de Birmania fue bien expuesto por la Voz Democrática de Birmania en 2010. Pero el papel siniestro de Seúl en los esquemas de armamento militar de Birmania sigue sin ser reportado.

El Ejército de Birmania ha recibido asistencia tecnológica desde 1950 en sus proyectos de armamento, particularmente artillería y producciones de ametralladoras G3 y G4, de la entonces Alemania Occidental, específicamente la Corporación Fritz-Werner, que en un momento era propiedad del gobierno de Alemania Occidental. El Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania Occidental utilizó la necesidad que tenía durante la era de la Guerra Fría de mantener a Birmania alejada de la Alemania Oriental comunista como la razón de su colaboración técnica con el general Ne Win, incluso cuando salió a la luz que la dictadura militar de Ne Win estaba matando a disidentes y grupos étnicos con armas de fabricación de Alemania Occidental.

Después de que las relaciones de Birmania se deterioraron con el bloque occidental después de la Guerra Fría, y cuando este país volvió a definir los derechos humanos y la democracia como sus “valores”, Birmania recurrió a Daewoo para llenar el vacío de producción de armas que Fritz-Werner había dejado libre.

Han pasado nueve años desde que escuché estas sórdidas historias de visitantes extranjeros dudosos y anfitriones militares birmanos que se mimaban los unos a los otros. Y la luna de miel de Birmania de “Transición democrática” ya se ha transformado en el genocidio de los rohinyá. Los derechos humanos no existen en un país que comete genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra.

Como demócrata que vivió las dictaduras militares de su propio país, en las que masacraron brutalmente a disidentes y demócratas durante las décadas de 1970 y 1980, es imperativo que Moon demuestre que toma en serio su responsabilidad moral, nacional y regional. Después de todo, necesita aceptar el hecho de que las compañías surcoreanas, particularmente Daewoo, han producido ametralladoras que fueron utilizadas hace solo dos años por los militares de Birmania en la matanza de casi 20.000 aldeanos rohinyá.

La fundación de derechos humanos más prestigiosa de Corea del Sur, Fundación Memorial del 18 de mayo, retiró su mayor honor, el cual había sido otorgado a Aung San Suu Kyi, por su responsabilidad en el genocidio birmano.

Por su parte, el presidente Moon haría bien si llamara las cosas por su nombre, preguntara sobre el estado de la reparación a la ciudadanía y la restitución de tierras a los rohinyá, y si condicionar la continuidad de las inversiones y la cooperación técnica de Corea del sur a Birmania que que este último ponga fin al genocidio que se está desarrollando en su país,

Esto es lo menos que yo, como demócrata asiático, esperaba del presidente Moon, quien tiene antecedentes como activista de base. Después de todo, él está en una disputa y está intensificando la guerra comercial con Japón por la negativa de este último de considerar los crímenes de guerra de la Segunda Guerra Mundial en Tokio, incluido el trabajo forzado y la esclavitud sexual de las “mujeres de consuelo” coreanas.

Moon no debe quedarse callado ante la violación en masa y la matanza genocida del pueblo rohinyá por parte de su anfitrión de esta semana, Birmania.

*El autor es coordinador birmano de la Coalición Liberen a los Rohinyá y cofundador de FORSEA.co, la red del sudeste asiático de activistas por los derechos humanos, disidentes y demócratas.

*Las opiniones expresadas en el artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de la Agencia Anadolu.

**Traducido por Daniela Mendoza.

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