Análisis

Los intereses que entran en conflicto con la reconstrucción de Siria

A pesar del deseo compartido de las partes involucradas de poner fin a las hostilidades, las perspectivas de un pronto acuerdo de paz y una rápida reconstrucción del país aún son remotas.

Samuel Ramani*  | 13.03.2019 - Actualızacıón : 13.03.2019
Los intereses que entran en conflicto con la reconstrucción de Siria Miembros de la Defensa Civil y ciudadanos realizan trabajos de búsqueda y rescate sobre edificios derrumbados y dañados después de que las fuerzas del régimen sirio, en el distrito de Idlib, Siria, el 17 de marzo de 2018. (Mohmad Adaher - Agencia Anadolu)

Estambul

El 14 de febrero, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, recibió a sus homólogos iraníes y turcos, Hassan Rouhani y Recep Tayyip Erdogan, en Sochi para discutir la resolución de la guerra civil en Siria. Estas conversaciones de paz fueron las primeras negociaciones dirigidas por Rusia sobre el conflicto sirio desde que Estados Unidos anunció su retiro de Siria en diciembre y destacó el compromiso de los tres países para lograr una solución política en Siria.

A pesar del deseo compartido de las partes interesadas ​​en Siria de poner fin a las hostilidades y el creciente consenso en torno al prolongado mandato del presidente Bashar al Assad, las perspectivas de un pronto acuerdo de paz en Siria y una rápida reconstrucción del país son remotas. Este sombrío pronóstico puede explicarse por la persistente discordia entre los poderes regionales sobre Idlib y el noroccidente de Siria, y la falta de voluntad de las grandes potencias para invertir en un proceso de reconstrucción sirio liderado por Al Assad.

Si bien la cantidad de territorio sirio controlado por las fuerzas rebeldes ha disminuido constantemente desde que comenzó la intervención militar de Rusia en septiembre de 2015, el norte de Idlib es el último bastión restante del grupo Hayat Tahrir al-Sham (HTS), un ex afiliado de Al-Qaeda. La presencia sustancial del HTS en Idlib ha hecho que Rusia e Irán amenacen periódicamente con una ofensiva militar contra la ciudad.

A pesar de que el acuerdo de septiembre de 2018 entre Rusia y Turquía en la zona de amortiguamiento no tuvo como resultado la retirada tan anticipada del HTS de Idlib, los temores de Turquía de una crisis de refugiados en sus fronteras y sentimientos contra Al Assad han hecho que Ankara se oponga a una intervención militar en Idlib liderada por Rusia o por Irán.

Aunque el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, sigue solicitando cooperación diplomática turca en Idlib, su diputado Sergei Vershinin afirmó, durante la Conferencia de Seguridad de Munich del mes pasado, que las negociaciones con los terroristas eran imposibles y apuntaban a una eventual intervención militar en Idlib dirigida por los rusos. La actitud intransigente de Rusia hacia los grupos islamistas en Siria sugiere que la retórica de Vershinin debe tomarse en serio y que el acuerdo de la zona de amortiguamiento en septiembre pasado corre un grave riesgo de desmoronarse.

Si se produce una ofensiva en Idlib, los países que hasta ahora no han estado dispuestos a reconocer la legitimidad de Al Assad, como Arabia Saudita y Catar, probablemente se verán obligados a ceder su oposición a Al Assad y aceptar un acuerdo de paz que consolide su hegemonía en el país.

La presencia del grupo terrorista YPG y las milicias asociadas en el nororiente de Siria, que son consideradas por Turquía como entidades terroristas, presenta otro desafío para la paz en Siria. El 12 de diciembre, Erdogan advirtió que Turquía lanzaría una ofensiva militar contra el YPG en el nororiente de Siria en “pocos días”, pero finalmente pospuso la operación militar a gran escala en Manbij, luego de que las fuerzas del gobierno sirio entraran a la ciudad por primera vez desde 2012.

Sin embargo, este retraso probablemente fue un mero ajuste táctico. El ministro de Asuntos Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoglu, anunció el 10 de enero que Turquía lanzaría una campaña militar contra el YPG si Estados Unidos alargaba su retiro de Siria y Erdogan advirtió al presidente Donald Trump el 20 de enero sobre la disposición de Turquía de intervenir en Manbij.

Como Rusia, Irán, Estados Unidos y Arabia Saudita han expresado diversos grados de oposición a una ofensiva turca en el nororiente de Siria, la acción militar turca unilateral conlleva más riesgos ahora que en enero de 2018, cuando Turquía emprendió su operación antiterrorista llamada Rama de Olivo en Afrin.

El riesgo de una confrontación accidental con Rusia también ha aumentado, ya que Moscú quiere que los nacionalistas kurdos en Siria acepten la hegemonía de Al Assad bajo el disfraz de un nuevo marco constitucional estatal federal. Un acuerdo de zona segura es la única manera de que el acuerdo de paz duradero en el nororiente de Siria se realice, pero requeriría que las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) superen su aversión a la aceptación de las garantías de seguridad turcas.

Incluso si los problemas pendientes que obstaculizan un acuerdo de paz sirio, como la presencia del HTS en Idlib y del YPG en el nororiente de Siria, se resuelven finalmente, las perspectivas de estabilidad a largo plazo en Siria se ven obstaculizadas por desacuerdos entre las partes interesadas internacionales en el proceso de reconstrucción de Siria.

El 14 de diciembre, Bashar al Assad afirmó que la reconstrucción de Siria costaría USD 400.000 millones y el aumento de la repatriación de refugiados de Turquía, Jordania y Líbano elevaría aún más estos costos exorbitantes.

Aunque es probable que Al Assad sea un elemento fijo del entorno político de Siria en el futuro previsible, Estados Unidos se niega a invertir en un proceso de reconstrucción liderado por el actual presidente sirio hasta que Damasco expulse la presencia militar de Irán del sur de Siria.

Si bien la Unión Europea está menos preocupada por la influencia iraní en Siria que Estados Unidos, las preocupaciones por las represalias en las medidas punitivas de Estados Unidos y el consenso sobre la necesidad de aislar a Al Assad por su conducta durante la guerra civil siria también evitarán la asistencia europea a las iniciativas de reconstrucción de Damasco.

La renuencia de Occidente a proporcionar asistencia económica a un gobierno sirio dirigido por Al Assad ha generado una gran especulación sobre las posibilidades de que Arabia Saudita y China ayuden en el proceso de reconstrucción de Siria. A pesar de las especulaciones, poco ha ocurrido para sugerir que Arabia Saudita o China estarían dispuestas a asumir una parte sustancial de los costos asociados con la reconstrucción de Siria.

El 24 de diciembre, Trump anunció que Arabia Saudita había acordado financiar los esfuerzos de reconstrucción de Siria, pero Riad, cuatro días después, negó la existencia de dicho acuerdo. La negativa posterior de Arabia Saudita a restablecer las relaciones diplomáticas con Damasco, incluso después de que sus aliados más cercanos, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, normalizaran sus relaciones con el gobierno de Al Assad también se consideraron una prueba más de la falta de voluntad de Riad para invertir en la reconstrucción de Siria.

Todavía existe la posibilidad de que Arabia Saudita pueda finalmente invertir en Siria, en un intento de separar a Damasco de Teherán, pero la dependencia de la seguridad de Al Assad de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC) y las posiciones atrincheradas de Irán en el sur de Siria hacen que esta perspectiva sea cada vez más remota.

Las posibles contribuciones de China a la reconstrucción de Siria también han generado muchas especulaciones, ya que Pekín participó con entusiasmo en la Feria Comercial de Damasco en septiembre y los responsables políticos chinos consideran la ubicación de Siria en la costa mediterránea como un activo útil para su Iniciativa del Cinturón y Nueva Ruta de la Seda.

Sin embargo, la peligrosa situación de seguridad en Siria y la renuencia de China a involucrarse de manera más profunda en los asuntos de Oriente Medio podrían desviar la futura inversión de Pekín, dejando a Siria desesperadamente escasa de capital para financiar su reconstrucción.

La aversión de las potencias occidentales para financiar una reconstrucción en una Siria dirigida por Al Assad y las incertidumbres que rodean a Arabia Saudita y la voluntad de China de reconstruir el país sugieren que Damasco permanecerá firmemente en la órbita geopolítica de Rusia e Irán en el futuro previsible.

Para preservar la hegemonía que Rusia acumuló como resultado de su intervención militar en Siria, Moscú aseguró su presencia en la base naval de Tartus y en la base aérea de Khmeimim durante 49 años. Las compañías rusas también han tomado medidas para asegurar contratos de reconstrucción preliminares con Siria, lo que podría afianzar el futuro dominio de Moscú sobre la industria petrolera de Siria y el creciente sector de la construcción.

Irán ha respondido a las acciones de Rusia con maniobras estratégicas similares, ya que Teherán ha logrado acuerdos preferenciales de propiedad de tierras para los chiítas sirios y ha ideado planes para convertir la estrecha relación del IRGC con las Fuerzas Armadas sirias en un papel de liderazgo en la reforma del sector de seguridad sirio. Mientras los políticos rusos siguen preocupados por las ambiciones hegemónicas de Irán en el sur de Siria y Teherán compite activamente con Moscú por los acuerdos de reconstrucción, Siria corre el riesgo de verse envuelta en una guerra incesante entre estos dos países.

A pesar de que la comunidad internacional ha aceptado gradualmente la retención del poder de Bashar al Assad en Siria como una realidad geopolítica, las disputas persistentes sobre Idlib y los grupos kurdos en el nororiente de Siria siguen siendo obstáculos importantes para la implementación de un acuerdo de paz en el país.

Como Estados Unidos, la UE, Arabia Saudita y China parecen no estar dispuestos a pagar los tremendos costos asociados con la reconstrucción de Siria después de ocho años de guerra civil, el futuro político de Siria podría ser moldeado por los caprichos de la alianza Rusia-Irán durante mucho tiempo.

*El autor es candidato a DPhil en Relaciones Internacionales en St. Antony's College, Universidad de Oxford. También es un periodista que contribuye regularmente a The Washington Post y The Diplomat.

*Daniela Mendoza contribuyó con la redacción de esta nota.

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