Las mentiras de Aung San Suu Kyi
La premio Nobel de Birmania ha llegado a servir como un escudo para los líderes militares de su país, a quienes una vez combatió desde la disidencia.

ANKARA, Turquía
Por: Dr. Maung Zarni
Consejero del Centro Europeo de Estudios del Extremismo en Cambridge, Reino Unido y coordinador de Asuntos Estratégicos en la Coalición Rohinyás Libres.
Aung San Suu Kyi, la premio Nobel de Paz, consejera de Estado y canciller de Birmania, lo está haciendo de nuevo: usa la página oficial de Facebook de su oficina para vender mentiras que están fácilmente expuestas.
Su creciente lista de distorsiones y negaciones comprobables no debe quedar sin respuesta.
Alrededor de estas distorsiones está su último giro de los hechos –“narrativas de odio afuera de Birmania” presentadas como un divisor de las comunidades en el país–: su total negación de las bien documentadas políticas estatales de persecución rohinyá, presentándola como si fuera un conflicto comunal de iguales morales, o usando la retórica global del "terrorismo" como la causa de la crisis en el estado de Rakáin.
Como un conocedor de los asuntos de Birmania con 30 años de relación de primera mano con su política, no sé cuántas veces he experimentado una sensación de deja vu; es decir, cada vez que oigo a un líder nacional, civiles o generales pronunciando una mentira flagrante que puede probarse fácticamente como falsa.
Uno de los beneficios de haber vivido como birmano bajo el control militar del déspota general Ne Win durante 25 años (1963-1988) es que uno desarrolla un agudo -y preciso- sentido para detectar mentiras, incluso cuando están envueltas en un sofisticado lenguaje político diseñado para llegar a audiencias específicas, así como a una multitud nacional comprensiva o la comunidad diplomática.
Es la cobardía moral que a menudo obliga a los políticos y legisladores a contar mentiras que me hicieron volver la espalda al ícono de la entonces oposición, Aung San Suu Kyi, en 2004, cuando el mundo todavía estaba delirando con su (falsamente presumido) liderazgo moral y político.
Así que no espero pronunciamientos totalmente honestos de parte de la premio Nobel.
Sin embargo, el último comentario de la página de oficial de Facebook de Suu Kyi (20 de junio de 2018) que reparte la culpa entre las divididas comunidades religiosas y las tensiones raciales sobre las "narrativas de odio desde el exterior (de Birmania)", activa mi viejo detector de mentiras hecho en Birmania.
En primer lugar, Suu Kyi, sin lugar a dudas, ha demostrado ser capaz de llevar las mentiras políticas típicas a cotas completamente nuevas.
Los generales de Birmania han demostrado, durante los últimos 56 años, que no se detendrán ante nada para perpetuar su estricto control del poder, la población y la economía en el país. Del mismo modo, la primera autócrata femenina de Birmania no se detendrá ante nada para mantener relaciones de trabajo con los militares, que ocupan un poder real.
De hecho, su colaboración conciliatoria con el ejército no muestra límites.
Cualquiera que sea la lógica instrumentalista detrás de la colaboración de Suu Kyi -mantener a los socios militares adecuadamente satisfechos para poder impulsar su programa de reforma altruista o simplemente mantenerse por encima del presidente nuevamente en el próximo ciclo electoral (2020-25)-, ella necesita recordatorios de líneas que uno nunca debería cruzar.
El ex defensor y compañero Premio Nobel, Desmond Tutu, le recordó esas líneas públicamente hace meses. Pero ella no muestra señales de que preste atención a ninguna voz ética de la razón o la compasión. Ella definitivamente no está dibujando tal línea.
Por el contrario, abraza las mentiras con respecto a la situación en Rakáin, que se ha convertido en el producto del genocidio, los crímenes de lesa humanidad o la "limpieza étnica".
Racismo extendido años antes de Facebook
En su reunión oficial con Christine Schraner Burgener, enviada especial del secretario general de la ONU para Birmania, Suu Kyi le dijo a la diplomática visitante que "las narraciones de odio de fuera del país han alejado aún más a las dos comunidades [musulmanes y budistas en Rakáin]".
Estos son los hechos: años antes de la invención de Facebook, a través del cual se transmiten las narrativas de odio en Birmania, ya fuera en otros lugares o en el interior del país, se sabía que el ejército de Birmania estaba involucrado en la difusión del racismo antimusulmán en nuestra sociedad predominantemente budista.
De hecho, en su "Desafiando al Estado Autoritario: Monjes Budistas y Protestas Pacíficas en Birmania, Asuntos y Políticas" (El Foro Fletcher de Asuntos Mundiales, 2008), Kyaw Yin Hlaing, un ex consejero académico y ex asesor del presidente Thein Sein (2010-15), observó el papel central de los militares en incitar disturbios antimusulmanes en el pasado: "En 1997, la junta [militar] se dio cuenta del plan de los monjes para protestar contra el comandante regional por la impropia renovación de una famosa estatua budista en Mandalay".
"Antes de que los monjes pudieran lanzar las protestas, surgió el rumor de que una mujer budista había sido violada por un hombre de negocios musulmán".
"El gobierno desvió la atención del comandante regional hacia el hombre de negocios musulmán, causando finalmente un disturbio antimusulmán. Algunos observadores notaron que los agentes de inteligencia a menudo crean disturbios antimusulmanes para evitar que los monjes budistas enfurecidos participen en actividades antigubernamentales" (p. 137-138).
Este hallazgo fue reforzado por el informe de investigación ganador de un premio Pulitzer de Reuters, titulado "Informe especial - Birmania da bendición oficial a los monjes antimusulmanes" (27 de junio de 2013).
El periodista Andrew Marshall escribió: "El movimiento extremista budista en Birmania, conocido como 969, se describe a sí mismo como un credo de base. Su principal defensor, un monje llamado Wirathu, fue encarcelado una vez por la antigua junta militar por la violencia antimusulmana y una vez se autodenominó el "birmano Bin Laden".
Pero un examen de Reuters llegó a los orígenes del 969 y encontró a un funcionario de la dictadura que una vez gobernó Birmania, y que es el predecesor directo del gobierno reformista actual.
El movimiento 969 ahora cuenta con el apoyo de altos funcionarios del gobierno, monjes del establishment e incluso algunos miembros de la opositora Liga Nacional por la Democracia (NLD), el partido político de la Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi.
Otra mentira que supuestamente le dijo Suu Kyi a la enviada de la ONU fue: "la gente no se atreve a viajar en el estado de Rakáin debido a la falta de seguridad, no por la falta de libertad de movimiento". Incluso el informe de la Comisión Rakáin, más conocida como el Informe de la Comisión Kofi Annan, que la propia Suu Kyi encargó, no dejó de señalar la falta de libertad de movimiento. ¿Por qué recomendaría la comisión que el gobierno Suu Kyi de Birmania aborde la cuestión de las severas restricciones al movimiento físico de los musulmanes en Rakáin como una cuestión prioritaria, si la falta de libertad de movimiento no fuera un problema real y urgente que afecta la vida de más de 1 millón de musulmanes (de la etnia rohinyá)?
Además, para los musulmanes de fuera del estado de Rakáin, ya sea rohinyá o no, ir a Rakáin es una calle de sentido único, con escasas posibilidades de regresar a, digamos, Yangón o Mandalay u otras ciudades que no sean de allí. Este es un conocimiento común entre todos los musulmanes del país.
Restricciones al movimiento
Además, Médicos por los Derechos Humanos (PHR por sus siglas en inglés), una ONG de derechos humanos en EEUU ganadora del Premio Nobel, ha documentado la existencia de un régimen sistemático de vigilancia y restricciones a la libertad física de los rohinyá para trasladarse de un pueblo a otro.
El informe de octubre de 2016 titulado "Donde hay policías habrá persecución" observó: "Los investigadores de PHR documentaron y cartografiaron una red de 86 puestos de control de seguridad diseminados por el norte del estado de Rakáin, donde rutinariamente se obliga a los rohinyás a pagar sobornos o encarcelamiento y otros tipos de brutalidad a manos de las fuerzas de seguridad".
"Muchos rohinyás le dijeron a PHR que a menudo evitaban buscar atención médica avanzada debido a su temor de pasar por los controles y sufrir el consiguiente abuso y humillación. Además del sistema de puntos de control, PHR reunió evidencia de redadas y un sistema de vigilancia generalizado en áreas pobladas por rohinyás, así como casos de trabajos forzados y detenciones arbitrarias y multas. Estos incluyen aranceles onerosos que los rohinyás deben pagar para abandonar sus aldeas, registrar redes de pesca, reparar sus hogares e incluso sacrificar sus propios animales".
Podría seguir y hablar sobre declaraciones falsas y explicaciones de la consejera del Estado de Birmania: por ejemplo, los "terroristas" rohinyá causaron el deterioro de la situación del estado de Rakáin, o que "tensiones y desconfianzas comunales de décadas de antigüedad"- mientras se opone a la destrucción sistemática e institucionalizada de rohinyás, anteriormente reconocidos oficialmente como ciudadanos plenos y una minoría étnica integral de la Unión de Birmania.
De hecho, las atroces violaciones de Birmania de los derechos humanos básicos de la comunidad rohinyá fueron un factor importante detrás de la decisión de la ONU de establecer el mandato del relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Birmania de 1991, es decir, 25 años antes de la emergencia del grupo militante rohinyá conocido como Ejército de Salvación Rohingya Arakan o ARSA.
Sin un aparente respeto por los hechos, la consejera de Estado de Birmania ahora repite la narrativa oficial del ejército sobre los rohinyá oprimidos y perseguidos a los periodistas simpatizantes de Singapur o Japón, funcionarios de la ONU, diplomáticos extranjeros y políticos nacionales de otros países (como ASEAN y los jefes de Estado australianos en la cumbre ASEAN-Australia en Sídney el pasado mes de marzo).
Llamar a Suu Kyi sobre sus mentiras, distorsiones y fallas de liderazgo no es simplemente un acto de personalización de la política en Birmania o la demonización de un ex disidente antimilitar que alguna vez fue una fuente de inspiración para mi activismo.
La premio Nobel de Birmania ha llegado a servir, a sabiendas y en efecto, como un escudo para los líderes militares de mi país, y hay una investigación de las fechorías que incluso los Fiscales de la Corte Penal Internacional quieren emprender.
Como tal, las palabras y la diplomacia de Aung San Suu Kyi se interponen en el camino de la responsabilidad internacional por los crímenes de lesa humanidad e incluso el genocidio encargados por sus socios en el poder.
*Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de la Agencia Anadolu.
*Maria Paula Triviño contribuyó con la redacción de esta nota.