Las manifestaciones en Israel suponen una amenaza para el Gobierno de Netanyahu
Mientras la población israelí espera soluciones a problemas como la carestía y el desempleo, Benjamín Netanyahu corre detrás de éxitos utópicos con la intención de pasar a la historia firmando acuerdos de paz con países árabes.

ESTAMBUL
Por: Haydar Oruc
Desde hace 16 semanas, miles de israelíes se reúnen en la plaza de Rabin, en Tel Aviv, para protestar contra el primer ministro, Benjamín Netanyahu, por permanecer en el cargo a pesar de los casos judiciales abiertos contra él por corrupción. Sin embargo, las manifestaciones han perdido volumen desde mediados de marzo con la aparición de la pandemia de la COVID-19 y la imposición de restricciones y medidas preventivas que, en un principio, fueron tomadas como ejemplo por otros países en la lucha contra el coronavirus.
No obstante, la prolongación de la pandemia, y consigo la extensión de las medidas y restricciones, han afectado negativamente a la economía del país hebreo elevando el desempleo del 4% al 20% y generando descontento entre la población. Ante un posible empeoramiento de la situación social, los partidos políticos se pusieron de acuerdo de una manera poco usual y formaron un Gobierno de emergencia. El problema sigue siendo que Netanyahu es su primer ministro, hecho que no deja de ser un motivo para manifestarse.
Con el aliviamiento de las restricciones a partir de junio, la COVID-19 volvió a propagarse y a saturar el sistema sanitario de Israel, ya de por sí maltrecho, volviendo a generar problemas económicos y sociales con la reimposiciones de algunas de las restricciones. Para intentar cambiar el orden del día y desviar la atención hacia otro asunto, a Netanyahu no se le ocurrió una mejor idea que anunciar su plan para anexionarse parte de la Cisjordania ocupada.
En el discurso de Netanyahu y sus socios del Gobierno, el plan de anexión empezaría a implementarse el 1 de julio, pero fue suspendida en parte por las presiones de Estados Unidos, las Naciones Unidas, las Unión Europea (UE) y la comunidad internacional en general.
Con el fin del discurso de anexión, miles de manifestantes volvieron a tomar las calles de las principales ciudades de Israel en protesta por la corrupción y, esta vez, por la pésima gestión de la pandemia por parte del Gobierno de Netanyahu. Durante algunas manifestaciones se produjeron altercados entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad. La tensión aumentó con el desacuerdo entre los socios del Gobierno a la hora de aprobar los presupuestos del Estado, desacuerdo que podría llevar a la disolución del Gobierno y a elecciones nuevas en otoño.
A todo esto, el pasado 13 de agosto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció un acuerdo de paz entre Israel y Emiratos Árabes Unidos (EAU) y la normalización de sus relaciones. Parece ser que durante todo ese tiempo Netanyahu estuvo ocupado con asuntos externos más que con los problemas internos, sin que sus propios socios de Gobierno lo supieran.
Ver también: Estados Unidos insta a Arabia Saudita a normalizar relaciones con Israel
Mientras la población israelí esperaba soluciones y remedios a la carestía, el desempleo y el continuo aumento de los casos y las defunciones por la COVID-19, Netanyahu corría detrás de éxitos utópicos con la intención de pasar a la historia. Esta situación no hizo sino incrementar la violencia entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad.
Desesperado, Netanyahu empezó a criticar a los manifestantes y a acusarlos de “anarquistas” y a culparlos de la propagación del virus. Así mismo, Netanyahu aseguró que tomaría medidas contundentes para poner fin a las protestas. Ante la imposibilidad de contener las manifestaciones, a finales de septiembre Netanyahu logró aprobar en el Parlamento, con el apoyo de algunos de sus socios, un estado de emergencia extraordinario que prohíbe reuniones de más de 20 personas y alejarse de los domicilios más de un kilómetro.
Esta medida fue duramente criticada por la oposición y tachada de restringir las libertades democráticas. Así mismo, los partidos de izquierdas calificaron el estado de emergencia de doble estándar al eximir a los conservadores de ciertas restricciones.
La polémica creció hasta tal punto que el ministro de Turismo, Asaf Zamir, anunció su dimisión argumentando que no confianza en Netanyahu y que no quería figurar en un Gobierno dirigido por este. Por su parte la oposición, que acusa a los miembros del Gobierno de servir a Netanyahu y no al país, ya solicita elecciones anticipadas.
Este fin de semana se prevén manifestaciones multitudinarias en contra del Gobierno de Netanyahu. Si la Policía hace uso excesivo de la fuerza se teme que la situación escale hasta la posible disolución del Gobierno. Los hechos demostrarán si las instituciones estatales están a favor de la democracia o de Netanyahu.
*Traducido por Daniel Gallego.
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