La “reconciliación” entre China y Brasil: la apertura del 5G a cambio de insumos para vacunas anticovid
El Gobierno liderado por Bolsonaro decidió bajar las hostilidades frente al gigante asiático para agilizar la producción local de inmunizantes contra la COVID-19.

SAO PAULO, Brasil
Por: Federico Cornali
Si hacía falta una señal de reconciliación entre los gobiernos de Brasil y China, la decisión del país sudamericano de no vetar de la “subasta” por la frecuencia de internet 5G a Huawei, una de las principales empresas de tecnología del gigante asiático, parece ser una muestra más que contundente.
La explicación de este repentino acercamiento se justifica en un intercambio de intereses. Por un lado, los chinos pretenden conquistar un espacio que podría atraer cerca de 180.000.000 de reales; por el otro, el presidente Jair Bolsonaro necesita acelerar los procedimientos para que el gobierno de su par, Xi Jinping, le facilite los insumos indispensables para la producción local de la vacuna contra la COVID-19.
La cordialidad diplomática entre ambas naciones llega poco tiempo después de las acusaciones que Bolsonaro, sus hijos y hasta su ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, lanzaron contra China en múltiples ocasiones (llegaron a culparlos por espionaje y por diseminar deliberadamente el coronavirus en el mundo). Inclusive, el Gobierno brasileño se manifestó a favor de una posible restricción contra empresas del país asiático, como parte de una acción liderada por Donald Trump, entonces presidente de Estados Unidos.
Sin embargo, la llegada de Joe Biden al poder, en enero pasado, y la dependencia de Brasil en cuanto a los insumos farmacéuticos chinos parecen haber cambiado el tono de las relaciones bilaterales, sobre todo si tenemos en cuenta que Bolsonaro se encuentra en una carrera frenética contra el gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, uno de sus principales adversarios políticos, para adjudicarse la inmunización de millones de brasileños.
“Le agradezco al Gobierno chino por su sensibilidad”, escribió el presidente brasileño en las redes sociales luego de que la Embajada de China confirmara la exportación de 5.400 litros de insumos para producir la vacuna Coronavac, los cuales llegaron a Brasil el pasado miércoles 4 de febrero. Esto sorprendió a sus propios seguidores, con quienes bromeaba llamando de “vachina” al inmunizante de la empresa Sinovac, mientras ponía en duda su efectividad.
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El pasado 29 de enero, cuatro días después del mensaje de Bolsonaro en el cual exaltaba la “sensibilidad” de los mandatarios chinos, un comunicado oficial del Gobierno brasileño anunció que no habría restricciones y que todos los interesados podrían participar de la licitación por la tecnología 5G en el país, lo que le abrió las puertas a Huawei.
Entre las exigencias determinadas para ser parte del certamen está la creación de una red privada de alta seguridad para las comunicaciones del gobierno federal. “En especial, en el área de Brasilia, donde la red segura para el gobierno y las fuerzas armadas será móvil”, especificó Fabio Faria, ministro de Comunicaciones.
“Vamos a escucharlos a todos, nada está decidido aún”, dijo Bolsonaro tras la publicación oficial de las reglas de la subasta. Sin perder tiempo, el martes 2 de febrero Faria comenzó el denominado “Tour del 5G”, dentro del cual recorrerá China, Corea del Sur, Japón, Suecia y Finlandia. “Vamos a visitar empresas, nos reuniremos con los CEO, ministros de telecomunicaciones y ministros de infraestructura en cada uno de esos países”, explicó el ministro de Comunicaciones de Brasil.
En Suecia, Faria tendrá encuentros con los ejecutivos de Ericsson, uno de los principales proveedores de telecomunicaciones de Europa y tal vez el mayor rival de Huawei en esta contienda. En China, también mantendrá conversaciones con los responsables de ZTE Corporation, la segunda empresa más grande de telecomunicaciones de ese país, apenas por detrás de la estatal China Mobile. En Finlandia, el ministro brasileño visitará Nokia, mientras que en Corea del Sur lo espera Samsung y en Japón la poderosa NTT Docomo.
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“Durante todo el tiempo que pudo, Bolsonaro intentó construir una lógica enfrentando la realidad; lo curioso fue que esa realidad ahora lo golpea. Ese discurso agresivo que mantenía con China le empezó a costar caro. Es una reacción tardía que le demandará muchos esfuerzos a la diplomacia brasileña”, opina Creomar de Souza, licenciado en Ciencias Políticas.
Además de la necesidad del Gobierno brasileño de importar los insumos farmacológicos para producir las vacunas contra la COVID-19, otra de las motivaciones para recomponer, al menos un poco, las relaciones con China puede haber sido el antecedente australiano. Desde el inicio de la pandemia, el primer ministro del país oceánico, Scott Morrison, acusó a los chinos al sugerir una investigación internacional para determinar el inicio de la pandemia debido a que, según entendía, podría haber “intereses comerciales en la diseminación del virus”.
Como respuesta a los ataques, el Gobierno liderado por Xi Jinping ordenó que se cancelaran las importaciones de carne provenientes de cinco frigoríficos australianos e impuso una tasa de 212% al vino y 80% a los cereales de aquel país; además, limitó la compra de carbón, poniendo en jaque a la industria de ese sector en Australia.
“China mantiene su buena voluntad con Brasil, pero las naciones no tienen amistades permanentes, sino intereses permanentes. Hoy, China necesita de Brasil, y Brasil necesita de China. Con Australia pasó algo diferente, ya que no siempre se van a recibir cachetazos sin devolver algún golpe”, opina Charles Andrew Tang, presidente de la Cámara de Comercio e Industria Brasil-China (CCIBC).
“China no mira a Brasil solo por un mandato de cuatro años, sino que tienen una visión a largo plazo. Para que se den una idea, uno de los pilares de China es la planificación y justo ahora estamos en la fase de discusión del plan decenal 2022-2031 entre los países. Ese es un mecanismo político, que en el caso de Brasil es dirigido por el vicepresidente de la nación, Hamilton Mourao; en este sentido, Brasil está bien representado”, sostuvo José Ricardo dos Santos Luz Junior, abogado y CEO del Grupo de Líderes Empresariales (LIDE) de China.
“Hubo desavenencias entre los gobiernos por una cuestión ideológica, pero la relación entre ambos países suele ser muy buena. Cuando el diputado federal Eduardo Bolsonaro y el por entonces ministro de Educación, Abraham Weintraub, ofendieron al gobierno chino, la ministra de Agricultura, Tereza Cristina, se vio obligada a interceder, a construir puentes, ya que enseguida se manifestaron las preocupaciones de todo el empresariado brasileño de los agronegocios. Y creo que Mourao (vicepresidente) también puede cumplir esa función de aproximar a ambos países”, agrega Santos Luz.
Sobre Tereza Cristina, vale destacar que es una aliada conocida del gobierno de China desde los tiempos en los cuales se desempeñó como secretaria de Producción y Turismo del estado de Mato Grosso do Sul, a comienzos de los 2000. Fueron Cristina y Faria -ministro de Comunicaciones que se mostró abierto al diálogo por el 5G-, los responsables por este cambio radical de postura de Bolsonaro frente a los asiáticos.
El ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, también fue parte de las negociaciones, pero apenas como figura decorativa, ya que no es bien visto por el Gobierno chino y podría ser despedido de su cargo en los próximos meses. “Creo que tras las elecciones en el Congreso habrá una reorganización del Gobierno para que sea acomode, de alguna manera, la nueva composición política. Tal vez, en ese proceso, serán reemplazados algunos ministros; entre ellos, el ministro de Relaciones Exteriores”, dijo el vicepresidente brasileño, Hamilton Mourao, el pasado 27 de enero.
Aunque de manera forzada, mantener en orden las relaciones con China parece ser uno de los grandes desafíos del Gobierno liderado por Jair Bolsonaro, debido a que el 31% de las inversiones extranjeras en Brasil provienen del país asiático (que desde 2009 es su principal socio comercial). Durante 2020, ambas naciones comercializaron casi 102 billones de dólares, con un superávit de 33,6 billones a favor de Brasil.
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