Política, Análisis

Etiopía y Libia, los frentes de batalla del presidente egipcio en África

Mientras el presidente de Egipto, Abdelfatah al-Sisi, mantiene sus esfuerzos para apoyar al golpista libio Jalifa Haftar, también aumenta la presión sobre Etiopía para evitar que inicie el proceso de llenado de la Gran Presa del Renacimiento.

Dr. Necmettin Acar  | 23.07.2020 - Actualızacıón : 24.07.2020
Etiopía y Libia, los frentes de batalla del presidente egipcio en África (Archivo - Agencia Anadolu).

ESTAMBUL

Por: Dr. Necmettin Acar

La administración egipcia parece estar dispuesta a dejar las riendas de la política exterior del país en manos del eje de Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Arabia Saudita a cambio de apoyo financiero, y con el propósito de superar la crisis de legitimidad en la que cada vez se hunde más, así como para aplazar cualquier inestabilidad política que pudiese surgir.

La noticia sobre una reunión entre el presidente de Egipto, Abdelfatah al-Sisi, y los líderes de varias tribus libias en la capital El Cairo, así como la invitación de estos al Ejército egipcio a intervenir en Libia, fue interpretada por algunos como una manifestación de la búsqueda de legitimidad de Sisi para llevar a cabo una intervención militar en Libia, ya que su amenaza de intervenir militarmente en este país a finales de junio, alegando que las ciudades de “Sirte y Jufra son líneas rojas”, no convenció a los diferentes actores nacionales e internacionales lo suficiente.

El 21 de junio, Al-Sisi hizo referencia a la posibilidad de enviar “misiones militares externas de ser necesario” y dijo que “cualquier intervención directa en Libia se ha convertido en legítima internacionalmente”, al hablar en la ciudad de Matruh, cerca de la frontera con Libia.

Al-Sisi le dijo a su Ejército que “esté preparado para llevar a cabo cualquier misión dentro de nuestras fronteras, o de ser necesario, fuera de nuestras fronteras”.

El mandatario egipcio dijo que la ciudad de la ciudad Sirte y la Base Aérea de Al Jufra son una “línea roja”, en referencia a la intención del Gobierno legítimo libio, con sede en la capital, Trípoli, de liberarlas de las milicias y mercenarios extranjeros leales al general golpista Jalifa Haftar, comandante del autoproclamado “Ejército Nacional Libio” (LNA), el brazo armado de la Cámara de Representantes.

¿Por qué Al-Sisi deja de lado la presa que Etiopía construye sobre el Nilo y empieza a trazar líneas rojas?

La pérdida del control de Egipto sobre el río Nilo, de importancia vital para la economía egipcia, debería ser el interés nacional de Egipto más importante y ocupar la primera posición en su agenda de política exterior. Sin embargo, y para el asombro de todos, Al-Sisi declaró Sirte y Jufra, a cientos de kilómetros de su frontera, como sus líneas rojas.

Egipto se opone al proyecto hidroeléctrico, la Gran Presa del Renacimiento de Etiopía (ERGE), que Etiopía comenzó a construir en 2011 en el Nilo Azul, un afluente del río Nilo, cerca de la frontera con Sudán.

Etiopía ha dicho que comenzará a llenar la presa en julio, mientras que Egipto y Sudán se oponen a cualquier medida antes de llegar a un acuerdo tripartito.
Los tres países no lograron llegar a un acuerdo a principios de esta semana.

Egipto teme que la presa afecte su cuota anual del agua del Nilo, que asciende a 55.500 millones de metros cúbicos y, que según el país, es vital para su población y la economía.

Se espera que la construcción de ERGE termine para el 2023 y que una vez finalizada genere 6.475 megavatios usados para el uso doméstico, la industria y la exportación a Estados vecinos.

Etiopía sostiene que no dañará los intereses de Egipto y Sudán, y que su único objetivo es generar electricidad e impulsar el desarrollo de su territorio.

La ayuda militar proporcionada por Egipto al general golpista de Libia, Jalifa Haftar, y la invitación de las tribus libias a favor de Haftar al Ejército egipcio a luchar contra las fuerzas del Gobierno legítimo libio, reconocido por las Naciones Unidas, apuntan a la seriedad de Al-Sisi respecto a la opción militar en Libia. La autorización del Parlamento egipcio de un posible envío de tropas a Libia este lunes se presenta como otra señal que muestra la disposición de Egipto a intervenir militarmente en Libia.

La factura que la inestabilidad política surgida a raíz de la primavera árabe ha pasado a Egipto y la crisis económica que este sufre, ahondada por la pandemia de la enfermedad del coronavirus (COVID-19), hacen imposible definir una política exterior y de seguridad nacional racional en Egipto. La administración egipcia ha optado por concentrarse en sus intereses de emergencia en vez de priorizar las amenazas hacia sus intereses a largo plazo y de importancia vital.

Otro factor que ha animado a Al-Sisi a actuar, es el hecho de que Francia ve a Egipto como una opción para reforzar la capacidad militar debilitada de Haftar e impedir que este siga registrando grandes pérdidas en el campo de batalla. Sin embargo, no es difícil prever que la capacidad militar/industrial de Egipto no va a poder lidiar con semejante intervención a pesar del apoyo del eje EAU-Arabia Saudita y los mensajes decisivos que la administración egipcia emite sobre su potencial intervención en Libia.

Todo aquel que sigue de cerca la política en Oriente Medio sabe que los ejércitos árabes, incluido el egipcio, están diseñados para prevenir la caída de sus regímenes como consecuencia de una presión interna. Es por esto que sus ejércitos poseen una capacidad limitada a la hora de lanzar operaciones fuera de sus territorios o disuadir una amenaza externa.

Se puede decir, con toda tranquilidad, que la administración egipcia no ha sacado lecciones de lo ocurrido durante la guerra civil yemení en 1962. En aquella época un grupo de tribus yemeníes invitaron a Gamal Abdel Nasser, expresidente de Egipto, a intervenir en Yemen. No obstante, Egipto fue incapaz de lograr ningún éxito en aquella guerra larga y desgastante. Así mismo, perdió toda su península del Sinaí durante la guerra árabe israelí de 1967 debido a su capacidad militar debilitada, viéndose obligada a firmar un acuerdo humillante con Israel. También se puede decir, que en la profundidad de las mentes de quienes hoy empujan al Ejército egipcio a intervenir en los desiertos de Libia existe un escenario parecido.

Desde el derrocamiento del difunto líder de Libia, Muammar Gaddafi, en 2011, han surgido dos facciones de poder en Libia: la Cámara de Representantes, presidida por Aguila Saleh, y sus diversas milicias agrupadas bajo el el autoproclamado Ejército Nacional Libio (LNA) y comandado por Haftar, apoyados principalmente por Francia, Rusia, EAU y Egipto; y el Gobierno libio, que goza del reconocimiento internacional y de las Naciones Unidas.

El Gobierno libio ha sido atacado por las fuerzas de Haftar desde abril de 2019, lo que ha provocado la muerte de más de 1.000 personas durante la violencia.

Esto llevó al Gobierno a lanzar la Operación Tormenta de Paz en marzo para contrarrestar los ataques a la capital.

Desde entonces, las fuerzas libias han dado grandes golpes militares a Haftar. En los últimos días, por ejemplo, le quitaron el control de Trípoli y Tarhuna, así como la base aérea de Al-Watiya.

*Traducido por Daniel Gallego.

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