China, el nuevo blanco de una "alianza renovada" encabezada por EEUU
La administración Biden y sus aliados europeos buscan una "alianza renovada" en las relaciones transatlánticas para borrar los dolorosos recuerdos de la era Trump. China es ahora blanco de esta alianza tanto como lo es Rusia.

ESTAMBUL
Por: Helin Sari Ertem*
No sería incorrecto decir que después de la participación del presidente de EEUU, Joe Biden, en la cumbre del G7 y luego en las de la OTAN y la Unión Europea (UE), ha aparecido una percepción más fuerte de la "amenaza china" en el horizonte.
En los últimos años, una "China en ascenso" y las posibles respuestas a este ascenso han sido algunas de las cuestiones que han preocupado a la comunidad de académicos de las relaciones internacionales.
Muchos teóricos, incluidos Graham Allison, John Mearsheimer, Fareed Zakaria y Joseph Nye, desarrollan escenarios sobre cómo este ascenso afectará el sistema internacional.
China, que finalizó el 2020 con un crecimiento económico del 2,3% a pesar de la pandemia y un PIB de más de EUR 13 billones, ha estado rompiendo y desafiando normas arraigadas en todo el mundo, convirtiéndose así en una fuente de gran preocupación, particularmente para la alianza occidental liderada por EEUU, su propia región en Asia y el resto del mundo.
Sin embargo, aún no se ha logrado un consenso sobre qué métodos usar para abordar esta preocupación.
Por ahora, muchos países reconocen la existencia del “problema”, mientras que EEUU está preocupado por construir una percepción de una nueva amenaza global común.
Apenas estamos al comienzo del camino y el nivel de tensión puede subir o bajar según las acciones de Pekín.
China como una amenaza común
Durante la era Trump, las relaciones de Washington con Occidente, así como con muchas otras regiones, sufrieron un duro golpe por las medidas económicas proteccionistas que tomó y su retórica alienante, por lo que la administración Biden ahora ha elegido el camino de enmendar sus relaciones con la comunidad transatlántica.
A través de las reuniones bilaterales y multilaterales organizadas bajo el slogan “EEUU ha vuelto”, la administración Biden utilizó la diplomacia cara a cara y dio a sus aliados occidentales el mensaje de que “no están solos”.
La razón principal para forjar una alianza es, por supuesto, un sentido de beneficio mutuo, no altruismo, que es la base de los recientes movimientos estadounidenses.
Al examinar de cerca las cumbres del G7, la OTAN y la UE, podemos ver que Washington está completamente concentrado en la continua amenaza rusa y la creciente amenaza china en Asia Pacífico.
Con este enfoque de "doble amenaza" Washington está tratando de cerrar filas contra la competencia china cada vez más visible y, al mismo tiempo, transmitir el mensaje de que seguirá monitoreando las tensiones actuales con la Rusia de Putin.
Luego de que se anexó Crimea en 2014, Rusia fue sacada del G8 y los países que ahora se llaman a sí mismos G7 continuaron criticando a Moscú a pesar de los esfuerzos de Trump para que no fuese así.
China, a pesar de ser la segunda economía más grande del mundo, nunca ha sido invitada a esta estructura.
Tres de los países invitados a la reunión de este año (organizada por EEUU, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Japón e Italia, con la cooperación de la UE) son particularmente dignos de mención por su cercanía geográfica a China: India, Corea del Sur y Australia.
Estos tres países, junto con EEUU, forman parte del "Diálogo de Seguridad Cuadrilateral", también conocido como Quad, desde 2007. Esta estructura tiene como objetivo contrarrestar a China militar y diplomáticamente, especialmente en el Mar de China Meridional. Sudáfrica, el cuarto miembro invitado del G7 este año, es uno de los socios comerciales más importantes de Pekín.
Desde esta perspectiva, Washington parece haber reunido al G7 y al Quad en el encuentro de hace dos semanas con el objetivo principal de aislar a China.
De hecho, cuando miramos la declaración final de la cumbre de este año, podemos ver que Pekín es abiertamente puesta como objetivo bajo el título de "riesgos geopolíticos globales", y ha habido esfuerzos concertados para declararla una amenaza común.
China, que se estima superará a EEUU como la economía más grande del mundo para 2050, es motivo de preocupación no solo para Washington, que corre el riesgo de perder su hegemonía, sino también para las potencias en su proximidad inmediata.
Aunque algunos vecinos cercanos, como India, se han mostrado cautelosos a la hora de hacer enojar a China y han tratado de mantener buenas relaciones tanto con Washington como con Pekín aplicando una política de hedging, EEUU está tratando de expandir el frente anti-China tanto como sea posible.
Al declararla una "amenaza a la seguridad nacional", Trump describió públicamente a China como la principal amenaza para los intereses estadounidenses. Se centró especialmente en el equilibrio interno.
Las “guerras comerciales” o movimientos tecnológicos militares que hemos observado durante algún tiempo entre Washington y Pekín fueron parte de esta lucha interna de equilibrio. Pero ahora, como revela la reciente cumbre del G7, EEUU ha entrado en la segunda fase: equilibrio externo.
Iniciativa del G7 para países pobres tiene como fin contrarrestar a China
EEUU está tratando de construir alianzas regionales y globales sólidas contra la amenaza común china a través de las reuniones del G7, la OTAN y la UE, sin referirse explícitamente a Pekín como tal.
Todavía no está claro si la lucha contra esta "amenaza" se transformará en una estrategia de "contención", una doctrina estadounidense de la era de la Guerra Fría, como sugirió el neorrealista Mearsheimer.
Sin embargo, no es difícil predecir que la lucha contra China en el siglo XXI no se librará sobre la dinámica de la Guerra Fría del siglo anterior.
China, que ha utilizado su "Proyecto de la franja y la ruta" como una red que se teje en todo el mundo, ha atrapado con su "trampa de la deuda" a numerosos países pobres en los que Occidente tiene poco interés, a los cuales les ha otorgado préstamos favorables sin condiciones políticas previas. El continente africano se destaca en este aspecto.
A este respecto, Washington está invitando a Pekín a "cumplir las reglas", ya que, como es bien sabido, EEUU estableció el juego en cuestión: el orden internacional capitalista liberal.
Con los últimos movimientos estadounidenses, China ya no podrá jugar este juego con tanta libertad como antes.
El compromiso de ayudar a las naciones empobrecidas con proyectos de infraestructura, así como la promesa de suministrarles vacunas contra la COVID-19, como se indica en la declaración final de la Cumbre del G7, tiene como objetivo contrarrestar la estrategia china de avance silencioso.
La propuesta del G7 de establecer colaboraciones "abiertas, de alta calidad y basadas en valores" con los países pobres es un desafío directo al modelo chino.
Pekín, por otro lado, quiere que se barajen nuevamente las cartas y ha enfatizado que los problemas que afectan al mundo entero no pueden ser resueltos por un pequeño número de Estados.
Por lo tanto, plantea una objeción al orden global actual por debajo de la mesa, así como a sus estructuras e ideales institucionales. La ironía de esta objeción es que China es un miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU).
Presionar a otros para que "elijan tu lado"
China implementa un capitalismo de Estado que no se basa en los valores del sistema liberal occidental, y no está claro, por el momento, si sus esfuerzos por crear una alternativa al Consenso de Washington, un posible Consenso de Pekín, darán resultados.
La clave está en manos de la gente, no de los líderes. Si las masas optan por ganar más económicamente a expensas de la democracia, los derechos humanos y las libertades individuales, las posibilidades de EEUU se reducirán, mientras que gobiernos autoritarios como Rusia y China se beneficiarán.
Por esta razón, la administración Biden sigue haciendo hincapié en el slogan de los “derechos humanos universales”.
Por supuesto, es una contradicción que Washington ponga este énfasis en primer plano por razones económicas en lugar de por razones morales o de conciencia, como en el caso de la cuestión de Palestina.
Sin embargo, parece que la administración Biden continuará juzgando y aislando a China por oponerse a los valores universales, al citar temas delicados como el Turquestán Oriental (Sinkiang) y Hong Kong.
En contraste, China responderá a las medidas económicas de EEUU con armas como la ley “antisanciones”, con la que se obligaría a las empresas privadas occidentales a elegir entre Washington y Pekín.
Incluso la UE no ha podido llegar a un consenso sobre hasta qué punto debe tolerarse la cooperación con China.
La reunión de Italia con China para participar en el "Proyecto de la franja y la ruta" recibió una dura reacción de Alemania y Francia.
Sin embargo, los países de Europa occidental, como Reino Unido, Alemania, Francia y Países Bajos, así como los países de Europa central y oriental que se unieron al Bloque Occidental relativamente tarde, han firmado muchos acuerdos de cooperación con China. Todos estos son temas que preocupan profundamente a Washington.
Lo mismo ocurre con los acuerdos con Rusia. Alemania está bajo la presión de EEUU debido al gasoducto Nord Stream-2, tanto como Turquía ha experimentado el problema de los S-400. Bajo ninguna circunstancia Washington quiere perder a sus aliados a manos de Rusia o China, ni permitir que se vuelvan dependientes de ninguno de ellos.
Es probable que muchos países, incluida Turquía, se enfrenten a una mayor presión para "elegir un bando" como resultado de esta lucha capitalista.
Por lo tanto, será cada vez más difícil implementar una estrategia de "equilibrio de riesgos" para jugar en ambos bandos.
Los países de la UE ya están buscando una salida a esta situación. Además de la Cumbre del G7, se dice que los países europeos han suavizado el tono de los mensajes de EEUU contra China en las cumbres de la OTAN y la UE.
En este caso, a pesar de todos los mensajes de advertencia en las declaraciones finales, los países de la UE, por razones económicas, parecen estar tomando un rumbo más moderado que Washington.
No obstante, al igual que en la Cumbre de la OTAN, China, junto con Rusia, siguió siendo el principal punto de la agenda de la reunión entre EEUU y la UE.
A pesar de continuar señalando a Moscú como el "principal enemigo", la OTAN ha declarado que hará frente a los desafíos estratégicos de Pekín, incluidas sus campañas de desinformación.
Aunque la alianza no define a China como una "amenaza militar directa", ha expresado su malestar con el ascenso del país en su Concepto de Estrategia 2030.
Pekín afirma que todas estas acciones simplemente "sirven a los planes para crear un entorno de conflicto en el futuro" y que la OTAN no puede dejar atrás su mentalidad de Guerra Fría al tratar de obstaculizar el crecimiento pacífico de China.
Como puede observarse, las filas se están estrechando rápidamente. La administración Biden y sus aliados europeos están buscando una "alianza renovada" en las relaciones transatlánticas para borrar los dolorosos recuerdos de la era Trump, y Pekín es ahora un blanco de esta alianza tanto como lo es Moscú.
Mientras la administración Biden reitera ocasionalmente que EEUU no está en conflicto con China, sino en una competencia, avanza con una política más amplia y sistemática que la administración Trump para derrocar al rival y consolidar su hegemonía.
A juzgar por las reacciones iniciales de Pekín, nos espera un duro enfrentamiento. Según las teorías del "equilibrio de poder", si las medidas de equilibrio internas y externas no son eficaces, la tercera y última etapa será la guerra.
Esperamos que la comunidad internacional no se vea arrastrada a ese enfrentamiento y que la mente racional prevalezca lo suficiente como para evitar una nueva guerra mundial.
*Helin Sari Ertem es profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Medeniyet de Estambul.
** Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de la Agencia Anadolu.
***Aicha Sandoval Alaguna contribuyó con la redacción de esta nota.
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