Por: Sadik Unay

Mientras se espera que Joe Biden tome las riendas del poder en Estados Unidos tras una de las elecciones presidenciales más polémicas en los últimos años, todavía no existe un consenso sobre las consecuencias que la nueva etapa supondrá para el actual orden mundial.

Sin lugar a duda, 20 años después de haber entrado en el siglo XXI, Estados Unidos ha pasado de ser el “país más importante” a ser “uno más de los países importantes”. En este sentido, podemos hablar de dos etapas principales de este retroceso paulatino y simultáneo en ámbitos, económicos, tecnológicos, militares, diplomáticos y sociales.

En la primera de ellas, Estados Unidos se vio obligado a abandonar su papel de interventor en las crisis regionales y de asumir los gastos de proteger a sus aliados en el nuevo mundo surgido tras la creación de las Naciones Unidas y la firma de los acuerdos de Bretton Woods, después de la Segunda Guerra Mundial.

En la segunda, las potencias emergentes del siglo XXI, con China a la cabeza, propiciaron un sistema global multipolar luego de haber logrado sanear sus carencias frente a Estados Unidos en todos los niveles. De esta manera, la administración de Pekín ha obligado a Estados Unidos a adoptar una postura defensiva y lo ha limitado a responder a través de una guerra económica y comercial.

La pésima gestión de la pandemia de la COVID-19 por parte de la administración del presidente Donald Trump y su alejamiento de la visión de un mundo liberal a cambio de otro proteccionista, así como su discurso racista, marginal, discriminatorio y polarizante han hecho caer el prestigio mundial de Estados Unidos a niveles históricos.

A fin de poder llevar a cabo las reformas estructurales en la política interna y en numerosos servicios públicos, principalmente el sanitario, la administración de Biden debe reducir, en la manera de lo posible, la tensión política y social. La lucha contra la COVID-19 y sus efectos económicos, el cambio climático y las relaciones con China serán las prioridades del equipo de Biden. Uno de los mensajes a la comunidad internacional de este equipo ha sido confirmar la disposición de Biden a tomar la iniciativa en la resolución de los problemas globales.

Respecto a la estrategia de Estados Unidos en Asia y el Pacífico, se espera que la administración de Biden opte por un cambio radical. Sin embargo, no se prevé que esta administración abandone las medidas proteccionistas implementadas por Trump, especialmente aquellas dirigidas contra China.

Oriente Medio será una de las regiones en la que más dificultad experimentará la nueva administración de Biden. Su primer objetivo será restaurar su condición de “socio fiable” a la hora de solucionar los conflictos en esta inestable región del planeta.

La crisis en el Mediterráneo Oriental, el apoyo de Estados Unidos a diversas organizaciones terroristas en Siria que suponen una amenaza para la seguridad de Turquía y las sanciones contra esta por su adquisición del sistema de defensa antiaéreo ruso S-400 son algunos de los asuntos pendientes que esperan una solución en la región.

Es de esperar que la nueva administración estadounidense mantenga los canales de comunicación con Ankara y opte por el diálogo como método para resolver las diferencias y discrepancias entre ambos países. Por su parte, también es de esperar que Ankara se abra de nuevo hacia Washington en paralelo con su agenda de reformas económicas y judiciales.

*El Dr. Sadik Unay es miembro de la facultad de la Facultad de Economía de la Universidad de Estambul.

*Traducido por Daniel Gallego.