Poder blando y política exterior estadounidense
La manera en que Trump está lidiando con Corea del Norte sugiere que no es un “hombre de poder blando”.

ESTAMBUL
El “poder blando” es uno de los conceptos más discutidos en el campo académico de las relaciones internacionales.
De acuerdo con Joseph Nye, el eminente académico estadounidense que acuñó este concepto en el contexto de las prácticas de política exterior de Estados Unidos, el "poder blando" es la habilidad que tiene un Estado para obtener lo que quiere a través de la atracción y persuasión, en lugar de hacer uso del poder de la coerción o del pago.
Teóricamente hablando, para que el actor A "tenga" poder sobre el actor B, el primero debería tener una influencia sobre las preferencias y comportamientos del último.
Las capacidades que tendrían el potencial de permitir que un Estado tenga poder sobre otro pueden ser tangibles e intangibles. Por ejemplo, la posesión de hardware militar, capacidad económica, población, ubicación geográfica, recursos naturales y la imagen o percepción que un Estado tiene a los ojos de otros.
Aunque muchos países pueden contar con estas competencias y en abundancia, su mera existencia, sin embargo, no se traduce automáticamente en la capacidad de los Estados para afectar las decisiones y comportamientos de los demás. Tener poder sobre los demás es diferente a ser poderoso en términos de capacidades.
Mientras que las capacidades de poder se pueden medir y cuantificar objetivamente, la tarea de evaluar hasta qué punto un país tiene poder sobre otro, requiere un análisis en profundidad basado en la interacción del uno con el otro.
Dicho esto, tener poder sobre las decisiones y acciones de otros puede emanar de diferentes capacidades de poder.
En el contexto del poder de atracción, el truco está en la imagen positiva que los Estados tienen ante los ojos de los demás.
De acuerdo con Nye, una imagen positiva emana de la cultura, los valores políticos y las políticas exteriores. En este aspecto, el actor A ni siquiera se ve en la necesidad de involucrar al actor B para causar un impacto en sus acciones.
B alinearía sus decisiones y acciones con las de A de manera automática y voluntaria, ya que las de B serían atraídas por las de A. De esta manera, A obtendría lo que se propone sin hacer nada. Esta es la relación de poder más económica, ideal y utópica que existe.
El poder de atracción elaborado, por otro lado, proviene de inversiones deliberadas e intencionadas de los países en su imagen y legitimidad internacional.
Según este concepto, el país A hace algo para ayudar a aumentar su poder de atracción a los ojos del país B sin comprometerlo a nada directamente.
La implementación de varias estrategias de marca y comercialización de historias nacionales en el mercado global de narrativas, son de vital importancia.
En la era de la interconexión global y la información, lo que importa es ayudar a la producción de narrativas atractivas.
Mientras que algunos países como China, Rusia, Brasil e India gastan mucho tiempo y dinero para fabricar narrativas nacionales trabajando de manera jerárquica, de arriba hacia abajo, algunos otros como Estados Unidos, lo hacen de una manera ascendente a través de la representación de organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil.
Para Nye, la razón por la cual Estados Unidos ha encabezado durante un largo tiempo la lista de países de poder blando está fundamentada en la participación que se le ha dado a la sociedad civil en este proceso.
Con respecto a los lineamientos que dan forma al poder de persuasión, "tener poder" se daría como resultado del uso exitoso de las capacidades diplomáticas con el fin de ayudar a convencer a otros de la idoneidad, y legitimidad, de sus propias narrativas, decisiones y comportamientos.
Lo que se requiere para que el Estado A pueda convencer o persuadir al Estado B en este caso, es el empleo de la argumentación deliberada, el compromiso diplomático directo y forjar cierto grado de confianza.
En este sentido el lenguaje diplomático que emplean los Estados, y la manera en que se tratan mutuamente, serían de gran importancia. El "poder normativo" de la Unión Europea es visto por muchos como el ejemplo ideal de esta categoría, aunque en los últimos años se ha producido una erosión radical de la identidad normativa de esta comunidad internacional.
Al hablar del poder de la tentación o seducción, el dominio de los Estados sobre otros se fundamenta en su identidad de "poder civil".
Aquí, el país A trataría de persuadir y atraer al país B a través de estrategias de incentivos.
La forma más efectiva de hacer esto es ofrecer recompensas económicas y castigos de manera selectiva. Se emplea un sistema conocido como “zanahoria o garrote” para influenciar en las decisiones y acciones de otros.
La relación de la Unión Europea con sus posibles miembros y la aplicación de la lógica de la condicionalidad que emplea en sus relaciones con los países candidatos, es el mejor ejemplo de este sistema.
Durante mucho tiempo, la capacidad que ha tenido la Unión Europea para ayudar a transformar a esos países situados en sus periferias en el marco de sus valores y normas, ha generado un razonamiento instrumental por parte de las naciones que buscan hacer parte de esta comunidad, llegando a pensar que rediseñarse a sí mismos a imagen europea tendría más beneficios que costos.
Hoy en día, la Unión Europea parece estar alejándose de su identidad de poder civil que alguna vez alcanzó su máximo apogeo, en medio de diversos desafíos internos y externos.
Al referirse al poder de coerción, se acuña también el término de "poder duro".
En este escenario, el poder de los Estados para obtener lo que quieren emana de sus capacidades coercitivas. Aquí, A simplemente dicta o impone sus preferencias sobre B y éste hace lo que el primero quiere por miedo. El mejor ejemplo de este tipo de poder se ve evidenciado en las estrategias implementadas en la política exterior de Estados Unidos, muy a pesar del hecho de que, este país posea el grado más alto de poder blando hasta el momento.
En el mundo real, no es posible ni apropiado que un país sea categorizado en una sola clase de poder.
Todos los Estados, sin importar lo grandes o poderosos que sean en términos de capacidades, tienden a evidenciar una mezcla de estas relaciones de poder en sus políticas exteriores.
Con la elección de Trump como presidente de Estados Unidos, y teniendo en cuenta el desempeño del mandatario en su política exterior, no sería del todo erróneo afirmar que las capacidades que tiene el país en términos de poder blando, se han deteriorado.
La imagen de Estados Unidos frente a otros países, tras la posesión de Trump, ha empeorado y muchas encuestas realizadas alrededor del mundo revelan que la confianza con respecto al liderazgo internacional de Estados Unidos ha disminuido de manera constante.
Comparado con las calificaciones que recibió Obama en su primer año de presidencia, el desempeño de Trump es sin lugar a dudas, desalentador mirándolo desde la perspectiva del poder blando.
En lugar de dirigir sus esfuerzos a estrategias de poder de atracción o de persuasión, Trump parece creer que aquellas basadas en el poder de la tentación y coerción podrían aportar más beneficios a su país.
Trump ha recortado el presupuesto del Departamento de Estado y redujo las transferencias oficiales a otras instituciones estatales encargadas de colaborar con el desarrollo internacional y la asistencia humanitaria.
Aún hay muchas vacantes disponibles en el Departamento de Estado y el éxodo en el barrio Foggy Bottom persiste.
Mientras el dinero invertido en diplomacia cultural y pública se ha reducido, el Pentágono ha recibido fondos adicionales que se suman a su inmenso presupuesto.
La forma en la que el mandatario ha manejado las disputas con Corea del Norte que incluyen la intervención de armas nucleares en sus políticas globales, también sugieren que Trump no es un hombre de poder blando.
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