Análisis

¿Sobrevivirá el Consejo de Cooperación del Golfo a la muerte de las organizaciones internacionales?

A medida que el orden de la posguerra se deshace, no hay razón para creer que el Consejo de GCC sobreviva.

Hussain Abdul Hussain  | 21.08.2017 - Actualızacıón : 26.08.2017
¿Sobrevivirá el Consejo de Cooperación del Golfo a la muerte de las organizaciones internacionales?

Washington

La década que siguió al fin de la II Guerra Mundial vio el nacimiento de todo tipo de organizaciones regionales e internacionales, incluida la ONU, la OTAN, el Pacto de Varsovia y la Liga Árabe.

Sin embargo, las anécdotas de la Liga Árabe dejan poco que desear. Se dice que en una de las reuniones, quien posteriormente sería presidente iraquí, Saddam Hussein, se enojó tanto que arrojó un cenicero a su homólogo sirio, el difunto Hafez Assad.

En los episodios más recientes, Moammar Gadhafi de Libia acusó a los saudíes de venderse a Estados Unidos, lo que provocó una severa reprimenda del entonces príncipe heredero saudita, Abdullah bin Abdul-Aziz.

Un episodio similar de odio, que incluyó insultos de bigotes, se dio entre el vicepresidente iraquí Izzat Douri y la delegación de Kuwait.

Como otras organizaciones, la Liga Árabe ha sido incapaz de manejar o resolver sus propias diferencias. El fracaso llevó a que los países más pequeños, que usualmente se benefician del orden mundial y de los organismos internacionales, trabajaran por la creación de organismos regionales más pequeños.

Por lo tanto, en 1981, y bajo la presión del revolucionario Irán, Kuwait inició la creación del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC por sus siglas en inglés), uniendo a seis de los siete países árabes que se encuentran en el Golfo Pérsico.

Irak no era considerado como un país del Golfo, con el argumento de que solo comparte una pequeña franja de la costa. Pero la geografía no era la única razón para mantener a Irak por fuera. En ese momento, Bagdad estaba en una pequeña guerra con Irán y los países del Golfo posiblemente temían que una invitación a Irak, pudieran desatar la ira de Irán.

A pesar de esos desacuerdos, desde 1981, el GCC ha trabajado de forma sutil en comparación a la disfuncional Liga Árabe.

Arabia Saudita, el país del Golfo más grande y poblado, domina el Consejo, cuyas reuniones anuales son llevadas a cabo en un país miembro diferente.

Por su parte, Omán, el país más cercano a Irán en el Golfo, ha controlado la dominación saudí y obstaculizado los intentos de una mayor unidad dentro del GCC, de los cuales el más reciente ocurrió en Kuwait en 2013, cuando Arabia Saudita presionó para la creación de un comando militar conjunto con sede en la ciudad saudí de Riyadh, y la idea de una plena integración de los mercados y una moneda común.

Temiendo la hegemonía de Arabia, y tal vez con instigación iraní, Omán torpedeó el plan para crear el comando militar conjunto y el GCC mantuvo así su condición de Consejo para los países vecinos.

Pero Irán deseaba debilitar aún más al GCC y sobre todo a su archirrival, Arabia Saudita.

En ese sentido, el ministro iraní de relaciones exteriores, Javad Zarif, escribió varios artículos en periódicos occidentales, en los que pidió el establecimiento de una organización del "Gran Golfo Pérsico" con Irán y Yemen como miembros de esa configuración regional.

La capacidad de Irán para controlar el poder saudita dentro del GCC obligó a Arabia Saudita y a Emiratos Árabes Unidos a intentar utilizar el consejo para otros fines.

Desde mediados de los años noventa, Riyadh y Catar habían estado encerrados en una amarga rivalidad. Los saudíes no apoyaron la sucesión de poder de Catar y esta posición, aseguró la continuidad del antagonismo entre las dos partes. A medida que la rivalidad crecía entre ellos, Catar se acercó más a la Hermandad Musulmana, un grupo con el que los saudíes han luchado desde la década de 1920 y que Riyadh percibe como una amenaza existencial a los cimientos de su sistema, debido a que se basa en la lealtad tribal antes que en la “consulta” que los islamistas piden.

La rivalidad saudí-catarí llegó a su punto máximo en 2014 cuando Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin rompieron lazos con Catar, acusándolo de apoyar a grupos islámicos que estos tres aliados llaman "grupos terroristas".

Arabia Saudita y sus aliados, por un lado, y Catar, por el otro, estaban claramente en desacuerdo con las consecuencias de la Primavera Árabe.

Por eso Kuwait, el fundador del GCC, entró en acción. A través de la diplomacia del ir y venir, los kuwaitíes lograron cerrar la brecha y reunir al consejo de nuevo.

Pero aparte de compartir el patrimonio cultural, los miembros del GCC tenían poco que acordar. La toma de decisiones en el Consejo fue por consenso, más que por votación, lo que complicó aún más la resolución de conflictos.

La reconciliación de 2014 dio al GCC un nuevo contrato de supervivencia, aunque breve. Para el verano de 2017, estaba claro que las políticas de Catar y Arabia Saudita no podían conciliarse. Abu Dabi también estaba en medio de una carrera con Doha por la influencia regional e internacional.

Kuwait, sirviendo como el pegamento que mantiene al Consejo unido, saltó de nuevo a la acción para reconciliar a Catar con sus detractores.

Sin embargo, esta reconciliación resultó mucho más difícil. No sólo Catar estaba reacia a volver a su posición anterior de la crisis, sino que esta vez más, los cataríes exigían que las diferencias entre los Estados del Golfo se resolvieran, ya fuera bilateralmente o dentro del GCC.

Doha argumentó que si cada vez que había problemas, tenía que oír sobre el boicot de sus rivales a través de las noticias y no por medio de los canales diplomáticos del GCC, entonces no había razón para que este consejo siguiera existiendo.

A pesar de las dificultades, Kuwait ha persistido con su mediación. Sin el GCC, la región se fragmentará en alianzas y se hundirá en rivalidades más amargas.

Funcionarios kuwaitíes han dicho que seguirán con sus intentos de rescatar al GCC, porque no hay otra alternativa diferente al Consejo. Si las partes beligerantes se niegan a conciliar, el GCC podría simplemente morir.

Por otra parte, la elección del presidente George W. Bush en el año 2000 marcó los primeros inicios de un sostenido ataque estadounidense contra la ONU. Desde entonces, el Congreso ha desmantelado las organizaciones de las Naciones Unidas que han reconocido el Estado de Palestina.

Con el surgimiento de Donald Trump también se han visto ataques más fuertes contra organizaciones internacionales y regionales, siendo la OTAN el blanco favorito de las críticas desinformadas de Trump.

Además en Gran Bretaña, una mayoría votó por romper con la Unión Europea.

A medida que el orden posterior a la II Guerra Mundial se deshace y es atacado, y las organizaciones internacionales resultan ser inadecuadas en el desempeño de sus tareas básicas (como detener las masacres que ocurren en Siria), no hay razón para creer que el GCC pueda sobrevivir mientras estos sistemas se vuelven demasiado débiles, irrelevantes, se rompen o disuelven.

Queda por ver si los kuwaitíes pueden sacar otro conejo de su sombrero y mantener al GCC unido, cuando este nunca se dio cuenta de que su meta era mantener la unidad del Golfo, y por lo menos para dar la impresión de que el Consejo puede funcionar como una reunión anual que conserve unidos a los líderes de la región.

*Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan la política editorial de la Agencia Anadolu.

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