¿Es posible que reviva la industria petrolera de Venezuela?
A pesar de la disminución en su producción, Venezuela aún es considerado uno de los mayores exportadores de petróleo en el mundo, posicionándose como el quinto productor más grande en América y el doceavo en el mundo.

A pesar de ser un miembro fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y uno de los más grandes productores y exportadores, la economía de Venezuela ha sido azotada en los últimos tres años. De acuerdo con la Administración de Información Energética de Estados Unidos, el país suramericano tiene 298.000 millones de barriles de petróleo, convirtiéndose en una las reservas más grandes del mundo, seguida por las de Arabia Saudita y Canadá con 268.000 millones y 173.000 millones de barriles respectivamente.
La fuerte caída en los precios del petróleo, que se empezó a ver a mediados del 2014 de la mano de crisis financieras severas, han agravado progresivamente los problemas que tiene el sector petrolero de Venezuela desde hace ya una década. A pesar de haber sido bendecidos con las reservas de petróleo más grandes del mundo, una combinación de factores tanto internos como externos (entre estos la falta de mantenimiento, de inversión y la fuerte caída en los ingresos), han causado dificultades en la extracción eficiente y la actividad comercial petrolera, así como la recesión económica que enfrenta el país.
Los desafíos económicos de Venezuela están relacionados intrínsecamente con la industria del petróleo. En ese orden de ideas, la recuperación de esta industria es de vital importancia para el futuro de la prosperidad económica y el crecimiento sostenible del país. Los ingresos petroleros subieron a USD 94.000 millones en 2012, pero colapsaron en 2014 alcanzando los USD 27.000 millones en el 2016. Adicional a esto, la subvención del consumo local de casi 800.000 barriles por día (bpd) cayó hace tan solo unos años a 500.000 bpd.
En la era del boom petrolero gran parte de las ganancias provenientes de esta industria, se destinaban a programas sociales en vez de invertir en su exploración, producción y renovación de la infraestructura. Debido a esto, se perdieron enormes oportunidades. Desde sus puntos máximos en los años noventa, los niveles de producción bajaron a un tercio con 2.69 millones de bpd en el 2016.
De acuerdo con reportes de la OPEP, a partir del 2000, la producción petrolera bajó un cuarto, de 3 millones de bpd a un estimado de 2.2 millones en mayo de 2017. Cabe señalar que la empresa estatal petrolera, Petróleos de Venezuela (conocida como PDVSA), publica datos con una base consolidada, la cual refleja un panorama preciso del alcance total del daño causado a la industria petrolera, seguido de su crisis económica.
A pesar de la disminución en su producción, Venezuela aún es considerado uno de los mayores exportadores de petróleo en el mundo, posicionándose como el quinto productor más grande en América y el doceavo en el mundo.
Según los estándares internacionales, el petróleo de Venezuela es pesado y agrio, lo que significa que debe pasar por refinerías tanto locales como internacionales. Esto, incrementa inevitablemente la carga en esta industria. Teniendo en cuenta que la mayoría de yacimientos petroleros de Venezuela ya son antiguos, se requiere de una inversión adicional para mantener el nivel actual de producción.
Debido a la excesiva dependencia del país de su industria petrolera, el crecimiento sostenible de la producción, soportado por un marco institucional efectivo y confiable, son fundamentales para reconstruir la economía de Venezuela. De acuerdo con la Encuesta Global del Petróleo realizada por el Instituto Fraiser, Venezuela se encuentra en el último lugar en términos de marcos institucionales. Con el ánimo de recuperar su autonomía financiera y operacional, se ha sugerido una reestructuración en la compañía petrolera estatal PDVSA.
Tras la nacionalización de PDVSA, esta se convirtió en el empleador más grande del país, contando unos 140.000 trabajadores, y representó una parte considerable del producto interno bruto de Venezuela y de sus ingresos por exportaciones. Después de la elección de Hugo Chávez en 1999, las regalías totales y los impuestos de PDVSA se incrementaron, y el presidente estipuló que la compañía debía tomar parte en la propiedad de todos los proyectos petroleros del país.
Algunos expertos de la industria afirman que la Ley Orgánica de Hidrocarburos decretada en el 2001, fomentó una posición más ventajosa para las compañías en comparación a la ley anterior. Sin embargo, argumentan que la modificación de la Ley del 2001 no es necesaria ya que esta no es un impedimento para el entorno inversionista, y por contrario, citan que la incertidumbre macroeconómica es el mayor obstáculo en las inversiones futuras. Otros arguyen que la reforma en la Ley es un prerrequisito para abrir el camino a nuevas inversiones. Debido a los obstáculos financieros que enfrentó PDVSA, el 51% de la cláusula de propiedad aún se considera perjudicial para la apertura del mercado petrolero.
Entre los problemas que enfrenta Venezuela, el enfoque principal debe estar centrado en la reestructuración de la deuda. Con sus intereses generales llegando a los USD 120.000 millones, el estatus financiero del país está destinado a quedar en rojo. Mientras la deuda externa de PDVSA llegaba a los USD 3.000 millones en 2005, en 2015 alcanzaba los USD 44.000 millones. La carga por endeudamiento ya ha llegado al límite de la capacidad de inversión de la compañía y ha obstaculizado la realización de nuevos proyectos desde hace más de diez años.
Se necesita una transformación radical para incrementar la inversión y reactivar la industria distribuidora en los años que vienen. Por esto, un pequeño arreglo no va a salvar a la industria petrolera del país y eventualmente, la economía dependiente de esta industria sufrirá. A pesar de los grandes desafíos que enfrenta Venezuela, para reducir el declive inevitable y reactivar la industria (que requerirá de años de trabajo), es vital apoyar su industria para ayudar al país a retomar el camino.
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