Política, Mundo

Lo que la humanidad ha aprendido con el coronavirus

La emergencia global es una oportunidad única para repensar el sistema de valores, instituciones e ideas que la humanidad ha considerado inmutable.

Jose Ricardo Baez Gonzalez  | 21.03.2020 - Actualızacıón : 24.03.2020
Lo que la humanidad ha aprendido con el coronavirus Un grupo de estudiantes con sus máscaras hechas a mano en la escuela Julio César Turbay ubicada en el área urbana del municipio de Soacha, un sector estigmatizado por la violencia y la falta de recursos en Soacha, Colombia, el 11 de marzo, 2020. (Juancho Torres - Agencia Anadolu)

Colombia

Por: José Ricardo Báez G.*

El 31 de diciembre de 2019 se anunció públicamente el brote del nuevo coronavirus que produce la enfermedad COVID-19 en Wuhan, China. Desde esa fecha han pasado 81 días y han muerto más de 8 mil personas por un virus que ha causado una pandemia, según la Organización Mundial de la Salud. Es como si murieran 124 personas al día, una cada cinco horas.


Las cifras son alarmantes y los efectos, como han dicho muchos expertos, pueden ser de mayor trascendencia. De hecho, varios economistas auguraron una crisis financiera similar a la del 2008 que la pandemia ha acelerado. Los mercados financieros han caído en el último mes entre un 30% y 40% y lo más probable es que haya una gran recesión económica.

La crisis como oportunidad

Todo lo que está sucediendo es humano, demasiado humano. A lo largo de la historia hemos tenido oportunidades como esta para repensarnos como especie humana. La peste bubónica sucedió justo antes del Renacimiento y la plaga de Marsella, antes de la Revolución Francesa. Frente a la evidencia de nuestra mortalidad las ideas creativas surgen y cambian la realidad que creíamos inmutable. Algo bueno ha de quedar de todo esto: la crisis es finalmente un motor para un cambio de paradigma.

Por eso, es momento de que nos detengamos. Dejemos a un lado la información que se comparte en redes sociales, las cifras de contagiados y muertos, los videos de líderes mundiales titubeando sobre las decisiones que deben tomar. Por un momento, olvidemos el pánico de las personas que han salido a vaciar los supermercados, la angustia de los doctores que alertan del colapso y el miedo que sentimos todos ante la posibilidad de que alguno de nuestros familiares caiga enfermo.

Solo por un breve instante, en medio de la noche del toque de queda, de la cuarentena preventiva, del silencio inexplicable, quedémonos callados y miremos desde muy lejos, donde el planeta se ve como una mota de polvo flotando en la inmensidad oscura del espacio. Desde allá, veamos qué podemos aprender de esta crisis que enfrenta la humanidad.

1) Somos parte de un todo

Desde el espacio nuestro planeta se ve como una entidad, un sistema que respira; una unidad completa y perfecta. Hace poco vi en un documental cómo las tormentas de arena del Sahara eran el nutriente perfecto para la selva del Amazonas. Todo está interconectado y todos nosotros somos parte de ese gran sistema. Lo que suceda aquí, generará algo allá.

Hay cientos de videos de animales salvajes vagando por las calles de Italia, aguas cristalinas en Venecia, silencio, aire limpio, delfines que se acercan a un muelle y patos descansando en la Fontana di Trevi. El cuidado al medioambiente de ahora en adelante debe ser considerado una prioridad y para eso hay que cuestionar y desmitificar la idea de “desarrollo económico”.

2) Las fronteras no existen

Esta crisis reveló que todos somos vulnerables al coronavirus, por eso las fronteras, los muros, las rejas y los Ejércitos como una medida de control de una nación son una quimera absurda. Un brote como este requiere el trabajo mancomunado y coordinado de todas las naciones del planeta, sin importar su raza, religión o tendencia política.

La rápida expansión de la enfermedad nos reveló que todos somos migrantes. Desde siempre hemos caminado por el mundo, somos nómadas y seguiremos siéndolo. Construir muros, pedir visas, no permitir que atraquen barcas artesanales repletas de migrantes africanos a punto de hundirse en el Mediterráneo, debería ser impensable.

Durante el coronavirus, muchos países del sur global restringieron la movilidad de los ciudadanos del norte, una especie de justicia poética frente a las crisis migratorias de Siria, África y Centroamérica. "Esta inversión paradójica de roles nos permite contemplar el significado relativo de las fronteras para los ciudadanos de la mayoría de países, algo que el Norte Global siempre ha dado por sentado", dicen Gilda Borriello y Asli Salihoglu, estudiantes de doctorado en estudios de migración en la Universidad de Oxford.

3) Economía con sentido

Fernando Savater pronosticó que “cuando el más apartado rincón del globo haya sido técnicamente conquistado y económicamente explotado; […] cuando el tiempo solo sea rapidez, instantaneidad y simultaneidad, mientras que lo temporal, entendido como acontecer histórico, haya desaparecido de la existencia de todos los pueblos, entonces, justamente entonces, volverán a atravesar todo este aquelarre como fantasmas las preguntas: ¿para qué?, ¿hacia dónde? y ¿después qué?”.

El desarrollo y el crecimiento económico infinito se están poniendo en tela de juicio y esta crisis ha revelado la fragilidad de la economía global. Los problemas del lugar más pequeño y remoto son los problemas de todos; no es una competencia entre naciones. “Lo peor para el hombre es la excesiva prosperidad, y las cosas desmedidas no le prestan utilidad alguna”, decía Sófocles. Por eso es fundamental garantizar el acceso al agua potable, la salud pública universal, el uso obligatorio de energía renovable y la seguridad alimentaria, entre otras necesidades prioritarias.

4) Nuevas ideas

El coronavirus reveló que el acceso a la tecnología es fundamental para la sociedad. Demostró que se puede trabajar remotamente, aprender a ser productivos y eficientes en vez de mantener un relacionamiento laboral basado en la vigilancia y la jerarquía. También que es posible estudiar en clases virtuales en vez de atravesar kilómetros para llegar a un salón. Hay que empezar a pensar en contratos inteligentes (o «smart contracts») y en garantizar una red completa que permita a todos los ciudadanos del mundo conectarse a Internet.

En Bogotá, Colombia, las autoridades abrieron un carril en las principales vías para que los ciudadanos se movilicen en bicicleta. Ahora que muchas economías basadas en el petróleo están temblando por la caída de su precio, es tiempo de plantearse nuevas formas de transporte que disminuyan la huella de carbono y de garantizar espacios para que las personas que no quieran usar transporte público o carro puedan movilizarse de manera segura. No más transportes masivos que polucionen el aire de las ciudades más habitadas.

Los medios de comunicación no pueden ser vistos como un negocio. Esta crisis nos reveló la importancia de tener información rápida, confiable y verdadera. El trabajo de los medios debe ser valorado como un derecho fundamental de las personas y no como un simple oficio. La crisis del periodismo es una afrenta a este derecho. Los medios deben subsistir porque ahora, más que nunca, nos hemos dado cuenta de su vital importancia y para eso su modelo de negocio y su compromiso social deben repensarse.

Igual sucede con la cultura. Encerrados en sus casas los italianos salen a sus balcones a cantar o a tocar algún instrumento. El MET de Nueva York transmitió ópera en vivo, España abrió el archivo en video de sus obras de teatro y músicos como Chris Martin, John Legend, Jorge Drexler, Bono y Keith Urban decidieron transmitir conciertos vía «streaming» desde el confinamiento de sus casas. Lo único que nos une y lo más valioso en momentos como esta pandemia es la cultura, apoyarla es casi un deber de todos nosotros.

5) Solidaridad como sentido de la vida

Tal vez la respuesta está en la solidaridad, otra de las grandes lecciones que nos deja esta pandemia. Jesús Candel, un médico de urgencias español que atendió la emergencia, lo dijo mucho mejor en un video viral en redes sociales: “El coronavirus no se trata de ti, sino de los demás; de todos nosotros”. En España aplaudieron desde sus casas al personal de salud, en Italia un negocio local usó impresoras 3D para hacer respiradores artificiales, una compañía china donó miles de mascarillas a Italia y en las cajas escribieron una frase de Séneca: “Somos olas del mismo mar, hojas del mismo árbol, flores del mismo jardín”.

Viktor Frankl, un neurólogo y psiquiatra austriaco que sobrevivió al Holocausto nazi, escribió una obra intentando entender el sentido de la vida. Para él la existencia consiste en la capacidad del ser humano para responder responsablemente a las demandas que la vida le plantea en cada situación particular. No se trata de preguntar por el sentido de la vida, sino de darnos cuenta de las preguntas que nos plantea la vida cada día y a cada hora, “a las que no hemos de responder con reflexiones o palabras, sino con el valor de una conducta recta y adecuada”.

A lo mejor es tiempo de responderle. Es preciso equivocarse y cometer un error que sirva de lección para no incurrir en él de nuevo; esta es una gran oportunidad de aprendizaje. Al final, si lo miramos desde allá, desde lo más lejano del universo, pareciera que pocas cosas tienen sentido más que seguir el sentido común. Tal vez el miedo a la muerte que generó esta pandemia alrededor del mundo sea la mejor manera de aprender a vivir.

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*Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente reflejan la posición de la Agencia Anadolu

*Periodista con magíster en Derecho Internacional y magíster en Estudios Internacionales de la Universidad de Los Andes en Colombia.

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