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¿Cómo fomentar la mentalidad innovadora y colaborativa en Iberoamérica?

Esta y otras preguntas se intentaron resolver en el primer Foro Iberoamericano de Innovación Abierta que se realizó en Madrid.

Santiago Sánchez  | 03.12.2019 - Actualızacıón : 05.12.2019
¿Cómo fomentar la mentalidad innovadora y colaborativa en Iberoamérica? (Organismo Internacional para Iberoamérica - Handout - Agencia Anadolu).

MADRID

Por: Santiago Sánchez

“Evidentemente llegamos mucho más tarde que otras zonas avanzadas en tecnología”, señala José Carlos Díez, profesor de Economía de la Universidad de Alcalá y miembro del Consejo Asesor del PNUD para América Latina, refiriéndose al fenómeno de emprendimiento e innovación que ocupa la agenda de la veintena de países que se sitúan bajo el imaginario cultural y geopolítico que traza la palabra Iberoamérica.

La falta de capital empresarial es una de las grandes causas de ese retraso, específicamente en países de América Latina. Hay menos empresarios, menos capital y menos renta por habitantes, “lo que también explica el rezago en la incorporación de tecnologías”, según este economista español, quien fue invitado a participar en uno de los paneles del primer Foro Iberoamericano de Innovación Abierta, organizado por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, el Consejo de Empresarios Iberoamericanos y la Secretaría General Iberoamericana, y celebrado en Madrid los pasados 28 y 29 de noviembre. En este, expertos, empresarios y representantes de instituciones de diversas nacionalidades abordaron una conversación inevitable: las dinámicas que estimulan el desarrollo económico han cambiado y nadie puede ser indiferente a ello.

Y es que luego de que finalizara el llamado ‘superciclo’ de materias primas hacia los años 2013 y 2014, la región parece haber despertado su interés por la “moda” de los ecosistemas de emprendimiento e innovación. Sin embargo, como señala Marta Cruz, fundadora del fondo de capital emprendedor NXTPLabs, “en realidad es algo que lleva trabajándose desde hace muchos años”, y eso precisamente ha permitido que los países pioneros le proporcionen a los que se han sumado después –como Perú, Ecuador y otros en Centroamérica– experiencias y errores de los que pueden aprender.

Para esta inversionista y mentora argentina, aunque “los ecosistemas en toda la región están avanzando de formas totalmente diferentes” hoy podemos hablar de una región con emprendedores que piensan de manera cada vez más global, y con role model que generan tracción –e inspiración– para otros. Así mismo, se han sumado progresivamente los gobiernos, entendiendo su papel como facilitadores del proceso, la academia como motor de nuevos talentos y perfiles, y las corporaciones como actores que no deben –ni pueden– darle la espalda a esa corriente de creatividad, competitividad y reinvención de distintos sectores productivos.

Del storytelling a los hechos

Suena promisorio y creíble que los países iberoamericanos desarrollen de manera conjunta sus ecosistemas de emprendimiento. Es una suerte de nuevo relato que replantea los vínculos culturales e históricos que unen las dos orillas del Atlántico. No obstante, la narrativa debe traducirse en realidad. Y ese paso es –como coinciden diversos expertos– más complejo y lento de lo deseable. Tres dimensiones podrían abarcar un universo de desafíos: en primer lugar, el estímulo de la mentalidad emprendedora; segundo, la velocidad con la que se consolidan los ecosistemas, y tercero, la capacidad de conectar dichos ecosistemas entre sí.

“No hay empresas innovadoras, sino personas innovadoras que crean empresas”, plantea Díez, quien defiende que la prioridad debe ser encontrarlas. Por eso, uno de los procesos esenciales es el estímulo de la mentalidad de quienes son o podrían ser potencialmente creadores de nuevas soluciones o negocios.

En esta conversación, Colombia se asoma con frecuencia como uno de los países que más esfuerzos está realizando para impulsar valores y conductas asociadas al emprendimiento. Adriana Salazar, gerente de Mentalidad y Cultura de INNpulsa en Colombia, explica que desde esa agencia buscan “promover la visión para abrir fronteras a nivel nacional e internacional; la determinación para entender que el fracaso se puede capitalizar y la colaboración”.

Para ella, uno de los paradigmas que ha resultado más farragoso derribar es que la falta de capital se concibe comúnmente como un obstáculo infranqueable. Desde luego, varios casos han demostrado lo contrario. Esos imaginarios importan, tanto que por ejemplo en España el temor al fracaso es el responsable de que al menos 4 de cada 10 personas no emprenda, según el último Informe GEM España para el 2018-2019.

Datos como ese pueden leerse en toda la región, y eso plantea otro desafío: transformar la mentalidad de un país requiere tiempo y el mundo avanza demasiado rápido. Para Díez, cuyo trabajo con el PNUD le ha traído varios hallazgos al respecto, la solución para acelerar ese proceso de manera natural es precisamente concentrándose en los ecosistemas de ciudades como Medellín, Bogotá, Quito, Guayaquil y Buenos Aires, y dentro de estas “mapear” a las personas innovadoras para apoyarles e impulsarlas a que cooperen entre ellas y establezcan proyectos conjuntos. “Lo que vemos en el mundo anglosajón es que las empresas cooperan más y eso funciona mejor”, señala el economista. En ese sentido, América Latina tiene un amplio camino por delante: es una de las áreas del mundo cuyos países comercian menos entre ellos.

Si bien iniciativas como Mercosur o la Alianza Pacífico son procesos que aumentan el tamaño del mercado, dentro del dibujo iberoamericano la presencia de España ofrece una puerta de entrada a Europa, el mayor mercado de consumo privado del planeta. Adicionalmente, en términos culturales, abre un horizonte diverso para que los emprendedores exploren otras miradas, experiencias y formas de hacer las cosas. “Hay semillas que podemos tomar para sembrar en otros países” afirma Adriana Salazar.

Lo cierto es que hoy desde España hasta América, el emprendimiento y la innovación son herramientas a través de la que se espera impulsar el desarrollo local y también aprovechar los vínculos históricos y culturales compartidos. Para la región que cruza el Atlántico se trata de una oportunidad ineludible de superar sus propios obstáculos económicos y sociales, de alcanzarle el paso a otros mercados y de conectarse más y mejor con un mundo que se estrecha. Para algunos, ahora sí ha llegado la hora que advertía por allá en 2014 el sugerente título del libro de Andrés Oppenheimer: es el momento de “Crear o morir”.

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