Cultura

¿Por qué las canciones de la telenovela Café tienen tanto aroma de mujer?

Parte del éxito de esta producción, transmitida en 1994, radica en su música creada por Josefina Severino, quien, sin saberlo, compuso una banda sonora que acompañaría los amores y desamores de varias generaciones de colombianos.

Emma Jaramillo Bernat  | 17.06.2019 - Actualızacıón : 16.07.2019
 ¿Por qué las canciones de la telenovela Café tienen tanto aroma de mujer? La compositora colombiana Josefina Severino ha sido la creadora de la música de más de una decena de telenovelas, entre las que también se destacan 'La madre', 'El fiscal' y 'La Caponera', entre muchas otras. (Cortesía de Josefina Severino)

BOGOTÁ, Colombia

Por: Emma Jaramillo Bernat

Al principio el fallecido guionista colombiano Fernando Gaitán, el creador de ‘Café, con aroma de mujer’, nunca pensó que esta fuera a ser una telenovela de canciones. Solo había imaginado que su protagonista, Gaviota, canturreara por ahí, entre los cafetales, mientras recogía el producto insignia del país.

Estaba la imagen de esa mujer, entre libre y salvaje, que recorría las plantaciones con la frescura de quien no tenía idea de lo que le esperaba: enamorarse de un hacendado, ir a buscarlo a Londres, tras descubrir que estaba embarazada, caer víctima de una red de trata de personas; volver, el mismo día de su matrimonio —él había decidido casarse en un aparente acto de despecho, al ver que ella no había llegado a su prometido encuentro, el 17 de octubre, al inicio de la cosecha— y a partir de allí no solo tener que luchar por salir adelante, a pesar del antagonismo de la familia Vallejo, sino también por olvidarlo, en interminables noches de desvelo.

Las canciones que se habrían de componer serían el testimonio de esa lucha por el olvido.

Josefina Severino, quien ya había trabajado en varias telenovelas como ‘El divino’, ‘Las Ibáñez’ y ‘La casa de las dos palmas’, fue la escogida por Gaitán para componer la música del cabezote. Inicialmente se trataba de una única canción, que habría de ser instrumental, como todas las canciones para telenovelas que se habían hecho en Colombia hasta ese momento.

Entonces Josefina decidió que –¿por qué no? – la canción del cabezote contara la historia de esa chapolera. Pero ella componía música, no letras. Pensó que Carmenza Gómez, la actriz, de quien se había hecho amiga durante la grabación de ‘La casa de las dos palmas’, era la persona indicada. No solo sabía que había estudiado literatura y psicología, sino que conocía su sensibilidad.

Ambas necesitaban un punto de partida, así que se inspiraron en el libro ‘Juan Salvador Gaviota’, de Richard Bach. De allí tomaron la primera frase: ‘Gaviota que ve a lo lejos vuela muy alto’, y a partir de allí dejaron volar su imaginación. “Nos sentamos a hacer la letra y entre las dos la hicimos en una tarde”. Así surgió ‘Gaviota’, la emblemática ranchera de esta telenovela, según contaron a la Agencia Anadolu.

“¿Quién la va a cantar? Pues tiene que ser una mujer —pensó Josefina—. Lo ideal es que fuera Margarita Rosa de Francisco, porque era la protagonista. Pero ella al principio estaba muy reticente: decía que no sabía cantar rancheras”. La misma Margarita Rosa habría de confesar en una entrevista dada a La W Radio luego de que se conociera la muerte de Gaitán, en enero de 2019, que “siempre le había tenido miedo a cantar”.

“Me siento muy incómoda cantando, no sé por qué, no como la Gaviota. Ese tal vez fue el drama de mi música: que yo como Gaviota me sentía libre para cantar. Ahí sí tengo que decir: Fernando Gaitán se inventó un personaje que le dio voz a mi voz, y una vez ese personaje desaparece, su música le pertenece ya a ese personaje”, relató.

“Grabamos –continúa Josefina– y pues yo dije: me parece que aquí hay material para seguir haciendo canciones de la Gaviota. Le dije a Gaitán: voy a hacer más canciones y las van metiendo en los libretos. Así fue. Empecé a hacer las canciones con letras varias: hay letras de Gaitán, hay letras de Margarita misma, hay letras de Carmenza, hay unas mías, hay poemas de españoles del siglo XIX”.

En estas canciones se esconden poetas clásicos de la literatura universal. Josefina escogía poemas que le gustaban. El primero fue el romántico español Gustavo Adolfo Becker, cuyas letras tomó para crear la canción ‘Volverán las oscuras golondrinas’, que convirtió en bambuco. Luego eligió a otro español, Ramón de Campoamor, y lo transformó en una ranchera: ‘A mi pesar’. Y finalmente adaptó una de las figuras literarias más importantes del siglo XX, al griego Constantino Cavafis, cuyo poema ‘Vuelve’ es el estribillo de la canción que lleva el mismo nombre.

Josefina desempolvó viejos poemas y los trajo a nuestros días para que Gaitán los incorporara a su historia y Margarita Rosa les diera vida a través de su voz, para que Becker, Campoamor y Cavafis revivieran cada vez que eran cantados por un televidente que sentía que esas canciones no solo le pertenecían a Sebastián y a la Gaviota, sino que hablaban de su propia vida.

Pero hubo un cuarto tema que antes de ser canción fue poesía: ‘Inquietud’ (por qué me atormentas, no ves que estoy sola, que mi alma está muerta, que noche tras noche me revuelco en mi cama despierta…). Se trata de un poema que escribió Carmenza Gómez cuando tenía 14 años. Ese era un poema que ella tenía: "Yo, cuando vivía en Cartagena, escribía poesía, a mí me gustaba la poesía. Cuando entré a estudiar literatura, dejé de escribir. Me acobardé”.

“La primera canción me costó trabajo, porque nunca lo había hecho, y ya después se me facilitó. Las escribía rapidísimo –acostada en mi cama–. La verdad sea dicha, Josefina me llamaba y yo creo que a los 15 minutos ya tenía la letra lista (…) Es que como tenía las bases, que era el tema de la escena, entonces uno pone de su propia cosecha, de sus propios amores, de sus propios desamores”, explica Carmenza. Así surgieron los temas ‘Mal amor’ (tango), ‘As de corazones’ (ranchera) y ‘Como si nada’ (corrido).

No era una música genérica o impersonal, sino que Gaitán iba creando escenas que ameritaban su propia melodía. Él mismo se animó a escribir, aunque, según recuerda Josefina, “decía que podía escribir 80 libretos, pero no canciones. Le parecía dificilísimo”. Sin embargo, escribió dos de los textos más profundos: ‘Aroma de mujer’, un bolero, y ‘Como un cristal’, una ranchera.

Nunca antes ninguno de los autores había escrito canciones: ni Josefina, ni Carmenza, ni Gaitán, ni Margarita Rosa. Liliana Cadavid, autora del vals ‘Entre dos fuegos’, era la única escritora de oficio, pero escribía poesías. No obstante, cada uno fue aportando su propio estilo. Así, las canciones de Carmenza Gómez se caracterizaron por ser las más desgarradoras, de puro despecho. Las de Gaitán eran emotivas. Las de Margarita venían alegres, con fuerza. Y eso era lo que de alguna manera buscaba Josefina: variedad. “Eso me gustaba, usar personas distintas, porque producen emociones distintas”.

En Café también había muchos géneros musicales: tangos, rancheras, sones, bambucos, valses, boleros. Según ella, “todo eso era pensando en los géneros que se oían en la zona cafetera”. Pero lo que la acogida de los discos habría de demostrar era la apertura musical de un país en el que –quizá por su ubicación geográfica, en el centro del continente— la gente ya escuchaba y se había apropiado de música proveniente de otras tierras.

Josefina cuenta que “eso se volvió una ricura. Todo fluía, cada día el éxito era mayor, cada día a la gente le gustaba más Café; el rating era desbordado. Imagínate, en ese momento Gaviota alcanzó a tener como 80 puntos de rating, donde hoy una novela exitosa tiene 12 puntos. ¡80! Eso era todo el país, todo el mundo viéndola”.

Entonces Sonolux, la compañía discográfica de RCN, le dijo que le diera todas las canciones que tuviera hasta el momento, que iban a grabar un disco. “¿Cómo se les ocurre, si esto no tiene producción de disco?”, respondió Josefina, porque las canciones habían sido grabadas en un pequeño estudio, casi que de radio. “Ahí sí que ni se me había ocurrido disco. Eso no se me había pasado por la mente”.

“Se fue y se empieza a vender ese disco como arroz. Entonces: ¿Esto aquí qué pasó? Yo hasta vergüenza tengo porque cómo me van a sacar un disco donde no hay producción”. Solo años después Josefina lo habría de volver a escuchar y concluiría que “el sonido era muy bueno”.

Si para el segundo disco hubiera querido traer al mariachi de México, se lo hubieran traído. Pero decidió que si de esa manera había gustado, tenía que seguir por ahí. Siguió grabando en el pequeño estudio, con sus músicos. Para cada género tenía su grupito. Los de las rancheras tocaban de puro oído; solo el director del mariachi sabía leer partituras. Y a veces, cuando hacía falta, hasta ponía a un técnico de grabación a que tocara alguna cosa sencilla en los boleros. “Todo ese tipo de cosas mágicas sucedían”.

“Es que fue lindo”, añade Carmenza: “La música de Josefina, sus arreglos, la cantada de Margarita Rosa, su personaje que fue inolvidable, de los personajes icónicos de nuestra televisión. ¡Cómo cantó de bello! Y como la gente la vio tanto, hubo giras por la zona cafetera. Yo iba muchas veces y era emocionante ver esas plazas de los pueblos llenas, repletas de gente, con toda la familia: papá, mamá y niños chiquitos. Coreaban todas las canciones”.

Por eso no es de extrañar –aunque a ellas aún las sorprenda– que ambas conozcan personas, de todas las edades, que tienen el casete y se saben todas las canciones. A Carmenza muchas jóvenes le dicen, cuando descubren que escribió algunas letras: “¡Cómo! Si yo adoro estas canciones, si para mí han sido parte de la vida”. Con Café muchas, desde niñas, comenzaron a intuir que existía una amplia gama de emociones que pasaba por la inquietud, el deseo, la altivez, la entrega. Y también descubrieron que había un instrumento que podía transmitir angustia y apasionamiento al mismo tiempo, aunque aún no sabían que se llamaba bandoneón ni que eso que escuchaban era un tango. Solo cantaban con sus madres, tías, abuelas, simulando que entendían y que esa pequeña copa no estaba llena de agua, sino de un aguardiente sencillo con cara de doble.

A través de estas jóvenes, Josefina empezó a ser consciente de que la música que compuso “marcó mucho esa generación de los que hoy tienen entre 30 y 35 años. Tenían diez añitos, ya tenían conciencia, ya podían cantar, y más grandes los acompañó en la adolescencia, con las tusas (penas de amor). Y ahora con la muerte de Gaitán, desafortunadamente, se revolvió todo, y todo el mundo ha empezado a recordar”.

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