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Energías renovables, la oportunidad para que América Latina se posicione como un actor internacional

Si la región se une bajo una política energética común, esta podría alcanzar la independencia energética y posicionarse como un actor internacional.

Juan Felipe Vélez Rojas  | 21.08.2019 - Actualızacıón : 24.08.2019
Energías renovables, la oportunidad para que América Latina se posicione como un actor internacional Turbinas eólicas. (Amine Landoulsi - Agencia Anadolu)

BOGOTÁ, Colombia

Por: Juan Vélez Rojas

La lucha contra el cambio climático, que tiene como objetivo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso de combustibles fósiles, llevó a los países a buscar nuevas fuentes de energía, limpias y renovables que logren suplir las necesidades de la cada vez más creciente población.

Ante ello, el uso y dominio de estas nuevas fuentes de energía (eólica, solar, hidroeléctrica y geotérmica, entre otras) adquiere un papel relevante, si no central, en el panorama internacional.

Como muy bien lo dice el analista y conferencista en geopolítica, el coronel español Pedro Baños Bajo, en su libro 'Así se domina el mundo', “quien controle los procesos de producción, almacenamiento y transporte de la energía adquiriría un rol dominante en el mercado mundial (…) Quien no invierta en su desarrollo se convertirá en el esclavo tecnológico de los países más desarrollados”.

El poder de los hidrocarburos

En décadas pasadas las naciones lucharon por apoderarse y dominar los hidrocarburos. El Imperio Británico sustentó su poder en el carbón (siglos XVIII y XIX). En el siglo XX, Estados Unidos describió los recursos energéticos de la región del Golfo “como una fuente de poder estratégico y una herramienta que podría ser usada por las potencias para aumentar su influencia y el dominio mundial”.

Gran parte del orden mundial actual proviene de la forma en la que las potencias, principalmente occidentales, manejaron y se apropiaron de estos recursos y de las zonas donde se encontraban.

Consciente de este poder, Washington optó por invertir cientos de millones de dólares en el desarrollo del fracking, una técnica que permite extraer el llamado gas de esquisto, un tipo de hidrocarburo que se encuentra atrapado en capas de roca, a gran profundidad, donde hay grandes reservas.

Con esta técnica, EEUU aumentó su producción de gas y petróleo en un 57%, lo que llevó a la principal economía del mundo a exportar combustible fósil a un ritmo incluso mayor que algunos de los miembros de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo).

Gracias a esta nueva independencia energética, EEUU cambió la geopolítica del comercio mundial de energía. La OPEP vio socavado uno de sus principales poderes, el control de los precios el petróleo, que ahora está en manos de Washington.

Esta herramienta es usada por EEUU como un arma diplomática para imponer sanciones a las exportaciones de crudo de Venezuela e Irán.

Las energías renovables en América Latina

En el informe ‘Un nuevo mundo: cambios de poder geopolítico’, de la Comisión Mundial sobre la Geopolítica de la Transformación Energética que fue presentado en la novena Asamblea de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), se afirmó que los países que inviertan en energías renovables, produciéndolas en sus territorios, podrán mejorar su balanza comercial y reducir los riesgos asociados con los acuerdos de suministro de energía fósil y los precios de estos combustibles.

El documento también resaltó la disminución de los conflictos regionales relacionados con el petróleo y el gas, así como los generados por el control de zonas estratégicas donde se encuentran los recursos fósiles, como lo puede ser el mar de la China Meridional o zonas que son importantes debido a que por ellas transitan estos recursos, como el Estrecho de Ormuz.

Para Rodrigo Jiménez Silva, maestro en Políticas Públicas y experto en cooperación internacional del sector energético, la región de América Latina cuenta con bastos recursos energéticos renovables. En especial con recursos hídricos, viento, sol y biomasa. Sin embargo, los combustibles fósiles siguen siendo una parte angular en la generación de energía.

El experto señala que conforme aumente la demanda de energía, será necesario incorporar mayores fuentes de energías renovables, de acuerdo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y con las metas climáticas bajo el Acuerdo de París.

“Desarrollar el potencial renovable implica tener en cuenta que se necesitan soluciones locales e innovaciones para fomentar su despliegue que sean propias a cada país. Estas pueden ir desde políticas de vanguardia hasta mecanismos de financiamiento y desarrollo de mercados que antes no existían”, señaló Silva.

Por su parte, Alejandra Gricelda Hernández Hernández, licenciada en Relaciones Internacionales, explica que las energías renovables podrían representar una oportunidad para la región para actuar como un bloque, en el contexto de políticas energéticas, tal y como sucede en Europa.

Para Hernández las políticas energéticas de los países latinoamericanos “responden en gran medida a los intereses de la política energética de EEUU, las políticas regionales se han condicionado a favor de EEUU”. Pero es en este punto donde la analista ve uno de los principales retos: en la falta de una política energética regional.

“Cada país, cada gobierno tiene sus propias políticas energéticas sustentadas en sus propios intereses y en muchos casos estas se ven afectadas al gobierno de turno”, señala Hernández, quien pone como ejemplo a México, que durante el mando de Enrique Peña Nieto fomentó el desarrollo de este tipo de energías, pero que bajo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se centró en fortalecer la explotación de hidrocarburos, pese a que muchos expertos señalaron que el país azteca no cuenta con muchas reservas de estos.

Hernández enfatiza que si la región se uniera bajo una misma política energética podría fácilmente alcanzar su independencia en este campo debido a los grandes recursos con los que cuenta (vientos, sol, agua, entre otros).

Ambos expertos coinciden en el poder que representan las energías renovables e indican que a medida que los países inviertan en ellas, las relaciones históricas de dependencia podrían cambiar. Para Rodrigo Silva la transición a las energías limpias tiene implicaciones para la geopolítica.

“Un ejemplo tiene que ver con los materiales que se necesitan para desarrollar las tecnologías renovables (tales como paneles solares). Dichos materiales se encuentran por lo regular en varias partes del planeta, pero a concentraciones diferentes. Conforme haya más demanda de estos materiales, surgirán asimetrías en la relación entre las partes interesadas: entre los países que cuentan con el recurso y los que no”, explicó Silva.

Hernández, por su parte, reiteró que la energía representa poder político: quien controle los recursos, su acceso y los explote mejorará sus condiciones e influencia económica y política en el panorama internacional.

“Las energías renovables ya son usadas como herramienta de poder blando en las relaciones internacionales, porque representan una cuestión noble que impacta el desarrollo económico y social, y brinda múltiples beneficios para otros sectores como la generación de empleo, la acción climática y hasta la salud pública”, señaló Silva.

Las consecuencias para los Estados que no inviertan en el desarrollo de energías renovables y se demoren en dar la transición a ellas dependerán de cada caso.

En el contexto de los efectos del cambio climático, por ejemplo, los países insulares podrían enfrentar graves consecuencias en momentos de desastre. En algunos casos, no invertir en soluciones renovables podría representar que comunidades aisladas sigan sin acceso a la energía, señaló Silva.

La creciente demanda energética obligará a los Estados a buscar cada vez más fuentes de energía. Quienes se abstengan de invertir en fuentes renovables y mantengan sus políticas energéticas centradas en los hidrocarburos, cada vez más escasos, se arriesgan a ser vulnerables en el panorama internacional, donde se impondrán los intereses de los Estados que controlen las nuevas fuentes energéticas.

*Alejandra Gricelda Hernández Hernández es miembro de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI) y licenciada en Relaciones Internacionales de la Universidad del Mar, Campus Huatulco, México.

*Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de la Agencia Anadolu.


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